Las noches se convirtieron en mi peor enemigo, siempre había estado solo, sin embargo el sentimiento se fortalecía cada vez que iba a mi cama para dormir, mi mente se llenaba de pensamientos, muchos en los que me culpaba a mi de cosas que no había logrado, y el sentimiento de soledad me hacía sentir mal, sentía que jamás encontraría la felicidad para llenar el vacío que día con día se prolongaba en mi pecho.
No tenía algo a que aferrarme, sólo era yo...
—¿Les llegó esa absurda invitación? —pregunté una vez que pude verlos.
Se miraron entre si como si estuvieran buscando aprobación del otro para poder responder, sabían perfectamente a qué me refería y por supuesto que eran conscientes de lo mucho que ese hecho me afectaba.
—Sí —respondieron al unísono.
—¿Saben qué me molesta? —cuestioné llevándome un pedazo de sandwich a la boca.
—¿Qué aún no se haya dado cuenta de sus sentimientos?
—¿Qué sea una boda heterosexual?
Hice una mueca ante la última respuesta que por supuesto era de Ten, terminé de masticar tomé una servilleta para limpiar los restos de pan que quedaban en mi boca.
—No... Que se case el día de mi cumpleaños.
¿Con qué afán hacía eso? Bueno, realmente no sabía si él era consciente de mi fecha de cumpleaños, pero el hecho de descubrirlo me hizo sentir infinitamente irritado, en cuanto leí la invitación tuve el impulso de romperla en varios pedazos. Esperaba que se ahogara con su propia saliva.
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—¿Estás bien muchacho? —por primera vez en toda mi vida pude ver a mi abuelo preocupado por mi.
Tomé un vaso de agua y asentí, Dios ¡me había atragantado con ese pedazo de salmón!
Estábamos en la prueba de comida para la boda, específicamente mi abuelo, mi "suegro" y yo, una combinación realmente incomoda si me lo preguntan, odiaba tener que pasar tiempo con esos dos sujetos.
Unos momentos más tarde los empleados del salón de eventos se acercaron con un montón de botellas de lo que yo creía vino, licor y demás y es que no podía reconocer ninguna, colocaron cada una en la mesa y sirvieron un trago en cada copa, yo no sabía ni un carajo de alcohol, las veces que había tomado alguna copa era en las fiestas a las que iba con Johnny y el encargado de ponerme ebrio era Yuta, sólo me acercaba un vaso y decía "te va a gustar" estaba en lo cierto, sin embargo no podía decir con exactitud si se trataba de ron, whisky, vino o incluso tequila.
Japonés tonto.
Nos brindaron una copa a cada uno por cada botella, trataba de imitarlos cada que daban un sorbo y para el número siete yo ya me sentía mareado, Dios, no sabía que era tan intolerante al alcohol.
El efecto que el alcohol te brinda era realmente una sensación agradable, quizás por eso es que había muchas personas adictas, debía admitir que a mi me gustaba, porque cuando lo tomaba relajaba mis sentidos y hacía que todo se viera un poco más fácil, la tensión en mis hombros se desvanecía de a poco, mi mente se relajaba y por si fuera poco me daba valor, valor de hacer cosas que sobrio pensaba demasiado y con el alcohol me daba un empujoncito haciéndome creer que no era tan mala idea arriesgarme, por eso sonreí y me di la vuelta para salir de ese lugar que me asfixiaba.