38: Todo por un texto.

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38: Todo por un texto.

Nick.

Nada puede preparar a una persona para el dolor. Había pasado un mes, ¿puedes creerlo? Un mes desde que vi a la mujer que me hacía temblar, sucia y dañada. No había tenido noticias de Kelly y sabía que respiraba porque Rainbow había hablado con ella una o dos veces a escondidas.

—Viejo, hay un hombre en la puerta que quiere verte —avisó Noah, mi compañero en el taller.

Me limpié las manos manchadas de aceite con un trapo que en mejores tiempos fue blanco.

—¿Te dijo algo más? —No quería llevarme la sorpresa de ver al magnate Pierce otra vez si podía evitarlo.

Noah negó, abriendo la caja de herramientas.

—Preguntó por Nicolai Volkov-García, y el único que conozco con ese apellido raro en mi vida eres tú, hombre. —Se encogió de hombros sacando llaves y destornilladores, colocando las herramientas en el suelo—. ¿García? —Me miró de soslayo con intriga, pero regresó la mirada hacia la caja de herramientas.

—Apellido materno. —No entré en más detalles. A nadie debería importarle que mi mamá fuese latina.

—¿Has visto una cadena de plata con una cruz? —preguntó con afán—. Es un regalo de la chica con la que estoy saliendo... Me matará si la pierdo. Se le ha metido en la cabeza que necesitamos joyas a juego. —Realizó un bufido al mismo tiempo que negó—. Malditos comerciales de joyería. Le están metiendo mierdas a las mujeres en la cabeza…

Sonreí de lado y me di la vuelta para saber quién carajos había venido en mi tiempo de trabajo.

Encontré a un hombre de pie en la puerta. Parecía del tipo de cliente que deja su auto para repararlo. Mi mente comenzó a correr buscando algún auto que hubiera reparado, pero no se me ocurrió en qué podría fallar. Ningún cliente se había quejado.

Mis pasos me llevaron más cerca hasta que finalmente estaba detrás de él.

—¿Puedo ayudarle en algo? —A Chuck no le gustaba que tratara mal a los clientes. Eran ricos de mierda, así que debía meterme mis modales por el culo e intentar ser amable.

Volteó la cabeza en lo que el resto de su cuerpo se mantenía rígido. Me miró con una mezcla de asombro e incredulidad.

—¿Nikolai? —preguntó con dificultad.

Crucé los brazos sobre mi pecho, notando que estábamos casi a la misma altura.

—Depende de quién eres —respondí con dureza. Nadie sabía que me llamaba Nikolai, a menos que fuera mi jefe o mi hermano… o alguien muy cercano.

—Soy Yaroslav Kovarev. —Levanté una ceja cuestionando por qué carajos debería importarme quién era él. Volteó el resto de su cuerpo y extendió la mano. No la tomé, esperando que explicara quién demonios era—. Lo siento, debo parecer un... ¿loco? —añadió con una pronunciación rara—. Soy tu primo.

Me lo quedé mirando y entonces solté una risotada.

—¿Qué cosa? —pregunté, todavía riendo—. No tengo primos —aclaré sin problemas. Al menos, no en Las Vegas.

—Mi abuelo era Vladik Volkov.

Abrí la boca para decirle que no tenía un abuelo, al menos no vivo, pero no salió nada durante un par de segundos.

»El abuelo era el padre de…

—Estás equivocado, hombre.

Debía ser un error. Tal vez había otro Volkov del que no sabía.

Tatuado en míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora