×Día 1×

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Unos largos mechones rojizos descansaban sobre la... ¿arena? No, ya no estaban en la arena. Esto era mucho más suave que la arena. Era similar a estar recostado en una almohada. Suave y cómodo, con una fina textura e impecable bordado. Sin duda era seda, una de muy buena calidad. Solo los Dioses y Faraones tenían acceso a ella. Que extraño, ¿Cómo fue que paso de estar tumbado en el desierto, a estar recostado sobre una almohada de seda?

-"Tío..."-

Abrió sus ojos. Era Horus.

-"¡¡¡AHHHHHH!!!¡Maldito pichón! ¿¡Por qué mierda estaba recostado en tu regazo!?"- Dijo Seth mientras saltaba del horror.

Donde habían estado acostadas sus rojizas cabelleras, era en la Shanti de seda de Horus, que tenia sujeta a su cadera y bajaba hasta sus rodillas, lo que significa... ¡Que acostó su cabeza en el regazo de Horus!

-"Cálmate, tío. No hay necesidad de gritar. Hasta hace un momento estabas plácidamente dormido."- Dijo el semidios despreocupado.

Seth lo miró con enojo. Ese mocoso insolente se atrevía a humillarlo de tal manera... y sin siquiera mostrar la más mínima expresión. Definitivamente no dejaría que Horus gane.

-"¿Como fue que me encontraste? No, más importante... ¿Dónde está Anubis?"-

Horus permaneció en silencio por un rato, no sabía si a su tío le agradaría la noticia. Seth ya se estaba impacientando de que no hubiera respuesta. Pero por fin, Horus decidió hablar:

-"Te he estado siguiendo desde hace un tiempo, tío. Cuando por fin te encontré, vi a un hombre de cabelleras negras golpearte. Noté que te habías desmayado, así que en un movimiento rápido te tomé entre mis brazos y volé lejos de allí..."-

Cierto. Anubis, su propio hijo, lo habia besado confundiéndolo con su amante. Había olvidado totalmente que era su padre. ¿Quién pudo hacerle tal cosa a su pequeño Anubis?

Seth tenía una mirada de enojo e impotencia. Debía encontrar al culpable de borrar los recuerdos de su hijo, pero a la vez, no debía olvidarse de su maldición. Tenía que seguir recolectando almas o iba a terminar mal. A estas alturas no sabía que era peor. Morir dolorosamente, o que tu hijo se olvide completamente de tí. Por dentro, Seth sentía una de las peores torturas. Como si estuvieran abriendo su pecho y aplastando su corazón lentamente...

-"Tío, ¿estás bien?"- Una voz que desearía que no fuera familiar lo sacaba de su burbuja.

-"¿Y a tí que carajos te importa pajarraco?"-Respondió Seth de mala gana-"¿Que mierda se supone que haga ahora? Estoy en el medio del desierto, y sin mis poderes divinos no podré volver a la carabana"-

~100 días junto a tí~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora