Los otros se habían marchado por la fuerza y ahora por primera vez en años Maya sentía verdadera paz. El doctor Etxeberria y ella habían abandonado la tierra, con la promesa de un fructífero trabajo y una nueva oportunidad lejos de un moribundo planeta, dispuestos a formar la familia con la que habían soñado desde que se conocieron.
Desde que Grace le anunció que había nueva vida creciendo en su interior, su esposo había iniciado los trámites para alejarse de la base del RDA e instalarse en la estación de investigación de los arrecifes; un lugar donde los recuerdos dolorosos serían tan sólo eso, recuerdos.
Instalarse fue la parte sencilla. Llegaron acompañados por el piloto, un equipo de cuatro científicos especializados en exobiología y sus avatares personales. La doctora Cortés, jefa del departamento después de la muerte de Augustine, era desde hacía un par de años, la encargada de esas instalaciones por lo que tenía una buena relación con la Tsahik de la aldea Metyani (Clan cercano a los Metkayina). Esa región en particular no parecía tener evidentes problemas con la presencia humana, ya que estos no explotaban el entorno y solían cultivar todo lo que comían en el interior del invernadero.
La plataforma estaba sobre el agua y conectaba internamente con una entrada acuática para los visitantes na'vi que mantenían una relación pacífica con los humanos. Había incluso exoequipos dispuestos en el interior de aquel patio acuático, parecía una piscina cubierta de aguas cristalinas con las paredes metálicas, etiquetadas con números de un amarillo brillante y el logotipo de la RDA en una de ellas. El resto, junto con las puertas, eran de un grueso cristal que se polarizaba cuando no detectaba movimiento cerca. La inteligencia artificial de la estación comunicaba a las visitas quienes estaban en el interior y anunciaba su llegada en la sala de comunicaciones. Era un entorno automatizado, seguro y con las mejores vistas de la costa. El mar se extendía ante los ojos entre rocas flotantes con Polifemo en el horizonte rodeado de estrellas.
La noche que Maya rompió aguas fue una de las más brillantes que había visto en toda su vida. Mientras la Tsahik y Cortés ayudaban con el alumbramiento, su esposo aguardaba tras la puerta pensativo, caminando sin rumbo de un lado a otro del pasillo. Los temores se amontonaban en su mente como en un remolino volviendo unos sobre otros. Sólo había otro niño humano viviendo en Pandora (Miles Socorro) y estaba a Kilómetros de distancia de allí, al cargo de otros miembros del laboratorio. Pero sabía que ni para él, ni para sus propios hijos sería sencillo encajar. Al ser los primeros nativos humanos, tenía el constante pensamiento intrusivo de rechazo que, le recordaba que nunca los considerarían parte de los na'vi.
Fuera del sistema. Sin pertenecer a un sólo lugar. Estrellas alumbradas en medio del vacío, formando parte de la nada.
En nueve meses apenas había pensado en ello. Había trabajado sin descanso, preocupado por mantener una frágil paz, aprendiendo de los metyani o atrapado entre las páginas de los libros que había rescatado de su viejo y destrozado planeta. Pero ahora se enfrentaba a la realidad, lo que era un sueño para él y la mujer que amaba ahora se tornaba en una quimera de la que no era posible despertar.
Sin embargo cuando Cortés salió para anunciarle que había sido padre de gemelos, su rostro se iluminó y las lágrimas se abrieron paso. La Tsahik Danha sostenía entre sus brazos a la niña, mientras Maya estrechaba a su pequeño. Pudo ver en ambas una sonrisa de complicidad mientras acunaban a los recién nacidos que parecían la imagen misma de la serenidad.
-Eywa ngaru irayo seiyi ayoe fìpo Hì'i swok sirey (Eywa te agradecemos esta pequeña y sagrada vida)-Dijo Danha acunando a la niña y tomándola en alto.- A partir de ahora ellos también son hijos de Eywa.-Se acercó al padre de las criaturas entregándole a la pequeña y mesando el oscuro pelo de su cabecita mientras el doctor asentía ante sus palabras.
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AVATAR- A TRAVÉS DE SUS OJOS
Science FictionCuando los humanos fueron expulsados de Pandora sólo se les permitió quedarse a un selecto grupo de científicos. Todos aquellos que se habían ganado el derecho a vivir en el paraíso. Dos niños nacen en una instalación de los arrecifes poco después d...