Cada mañana es el mismo ritual: ducha, café, y mi traje de oficina. Y al llegar allí nunca sé que me voy a encontrar pues, aunque soy el jefe de la empresa más importante de inversiones de Buenos Aires, es mi viejo, Sergio Bustamante quien manda aquí, que para eso es el dueño. Y es por su culpa que cada mes tengo una nueva secretaria. Eso, y por mi muy merecida reputación de don Juan.
Como cualquier joven de veinticuatro años me gustan las mujeres, altas, bajas, rubias, morenas o pelirrojas, pero nunca paso más de una noche con cualquiera de ellas. No es miedo al compromiso, solo asegurarme de que cuando tenga que elegir habré acertado con la correcta. Y de momento no estoy preparado para ello. Es por ello que Sergio harto de que cada mes yo contrate a una secretaria nueva, la siguiente más explosiva que la anterior, ha decidido ser él personalmente el encargado de proporcionármela. Miedo me da.
Y con razón. Al entrar a la oficina esa mañana casi me da un infarto al verla. Justo la única persona que no soporto en el mundo.
¡Maldito Sergio!
La que me vuelve loco y me desprecia. La que, desde que teníamos quince años, me ha hecho la vida imposible, siempre apareciendo donde menos te lo esperas.
Como cuando a los dieciocho di una fiesta y estaba a punto de tener mi gran noche con un bellezón, morena y de largas piernas, y la maldita Marizza le dio por interrumpirnos en el mejor momento, justo cuando iba a... Y así como esas un montón.
El que además de vecinos, nuestros padres fueran grandes amigos, nunca ayudó. Y aquí tenía la prueba. Pues mi padre la había elegido precisamente a ella para "enfriar mis ánimos".
¡Maldito!
Marizza alzó la vista en ese momento y le dedicó una sonrisa algo forzada. Sabía que tarde o temprano llegaría, pero la había cogido con la guardia baja. Desde que lo conocía siempre le había parecido el hombre más guapo y elegante del mundo. Incluso de niño siempre iba hecho un pincel, mientras que ella...bueno, iba arreglada, aunque a su manera.
Esta vez junto a su traje de oficina se había puesto un bonito broche de una amapola roja pues pensaba que ir toda de gris era muy triste. Tenía que admitir que había aceptado a regañadientes aquel puesto, pero es que tras varios años dando tumbos sin encontrar nada fijo, sus padres la habían "aconsejado" encontrar algo menos trotamundos si quería seguir recibiendo su ayuda.
Así pues, y en una encerrona donde los padres de Pablo estaban presentes, terminé por aceptar el trabajo. Luego Sergio me explicó la situación y sentí mi antigua atracción por Pablo resurgir de las cenizas. Tal vez, no fuera tan malo trabajar para él, tal vez...
-¡Tu!- exclamó con el ceño fruncido tras acercarse a la mesa- ¿Qué haces aquí? ¿Me persigues? -Pablo estaba enojado pero a la vez la observaba levantarse y veía los cambios tan espectaculares que el tiempo había hecho en ella. De adolescente era bajita, pecosa y lisa como una tabla. Pero ahora, el traje de chaqueta revelaba unas curvas que ni en sus sueños. Sin duda Marizza era como el buen vino. Mejoraba con el tiempo. Si su padre pensaba...
-La verdad, señor Bustamante.- su tono helado le indicó a Pablo que su carácter de mierda tampoco había cambiado con el tiempo-Lo último que me apetece es trabajar para usted. Pero como no tengo otra alternativa, le aconsejo que intentemos llevarnos bien. - Y a continuación le tendió una carpeta.- Aquí están los faxs de hoy. Algunos hay que darles una respuesta de inmediato.
Pablo los cogió con el ceño aún fruncido y sin más se fue a su despacho y cerró la puerta. Una vez allí se dio cuenta de que aquella oficina que tan buenos recuerdos le había reportado, estaba a punto de convertirse en su tumba.
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• Relatos || Pablizza / Benjamila •
FanfictionRelatos o historias cortas de Pablizza o Benjamila en vidas diferentes, también puede que utilice a otros personajes que ellos hayan interpretado... 》》 • No se permitió adaptaciones, ni copias. • CC: Varias (no créditos)