Capítulo 9: Concordia, -ae (Unión)

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Entonces empezaron las explicaciones. Aznor hizo salir a todos los trabajadores y permaneció callado mientras Caetia le contaba su historia; el templo, la maldición, sus capacidades visuales, sus predicciones... No lo impresionaba demasiado, pues ya supuso lo que había pasado cuando le preguntó por su ojo.

— Y... bueno – terminó – Stenuus y yo vinimos al castillo para pedir una tregua para Zëo y que los civiles pudiesen marcharse... — bajó la cabeza; sabía que aquella frase no le gustaría a Aznor. Éste permaneció en silencio un buen rato.

— ¿Acaso crees que merecen tregua? – dijo, serio. En el rostro de Caetia se dibujó una expresión de incredulidad.

— ¿C-Cómo puedes decir eso? ¡Aznor! ¡Los civiles no tienen nada que ver con la rebelión! – el joven se levantó de golpe, aunque su expresión no cambió ni un ápice.

—Conque era eso. Has venido al castillo a provocar una revolución.

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Ignis se paró en seco. ¿Era aquella la voz de Aznor? Por su tono de voz no parecía demasiado contento. Se acercó un tanto a la puerta de la cocina para poder escuchar bien.

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—¡No! ¡No es eso! — aunque a medida que hablaba se daba cuenta de que tal vez el mago no estuviera tan desencaminado.

—Es exactamente eso. Tu concepto de libertad no tiene cabida aquí; te recomiendo que te vayas cuanto antes. —Entonces se encaminó a la puerta, decidido a salir.

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¿Había oído bien? ¿Aquella chica quería incitar al mago para que los traicionase? Al oír que las pisadas desde el interior se acercaban corrió a esconderse detrás de una columna cercana y espió.

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— Si pretendes que traicione a mi rey no tendré más remedio que tomar medidas. — a Caetia se le encogió el corazón. "¿Qué?"

—¡Por Spatia, abre los ojos! ¡Nuestra gente sufre! Y no ha hecho nada para merecerlo. ¡Deberías darte cuenta de que a quien tienes por rey no es nada más que un usurpador!—intentó detenerlo agarrándolo del brazo.— Aznor, por favor, ¡escúchame! – el mago se deshizo del contacto con un movimiento brusco.

— Suéltame.

Desaparecieron por el amplio corredor y entonces Ignis aprovechó para salir de su escondite. Sus ojos verdes emitieron un leve brillo.

— Esto ha de discutirse en asamblea. Hay que acabar con ella.

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— ¡Vamos, espérame! — pese a las súplicas de la muchacha, Aznor continuaba caminando sin mirarla ni contestarle.

Caetia estaba sorprendida ante su indiferencia. ¿De verdad no le importaba nada? Nunca antes había conocido a nadie con una personalidad tan fría. Sin duda, poseía unos férreos ideales pero no iba a rendirse tan pronto. Lo convencería pasase lo que pasase. Ahora que veía que podía aferrarse a algo no iba a dejar escapar la oportunidad de hacer lo que estuviese en su mano para echar abajo el gobierno de Blanx. Si lograse que Aznor se pusiera de su lado...

Se interpuso entre él y la puerta de su cuarto.

— Por favor, escúchame.

— ¿Qué es lo que quieres? No tengo tiempo para tus tonterías. – la chica miró a ambos lados y abrió la puerta e hizo un gesto para que pasase. Aznor aceptó aunque aquello le parecía una estupidez.

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— ¿Y solo por eso me despiertas a estas horas? — replicó Gelus con cierto tono de molestia mientras aceleraba el paso para alcanzar a su hermano.

— Vamos, es urgente. Los demás ya están allí. — Al poco tiempo llegaron a la sala del consejo, en la que Mërix hablaba acaloradamente con Artea mientras Kerka esperaba inalterable, sentado con los codos apoyados en los brazos de su asiento y las manos entrelazadas ante la cara. Cuando los vió entrar hizo un gesto con la mano y todos callaron. La atención se centró en él, que comenzó a decir:

— Esta reunión ha sido convocada por Ignis. Según parece se ha producido algún problema ¿Ignis? – mientras Gelus tomaba asiento, el consejero del fuego comenzó la exposición de los hechos.

— Así es... Todos estamos al tanto de la llegada de una muchacha a este castillo, traída por el mago de la corte. – los consejeros, a excepción de Kerka que no se movió ni un milímetro, asistieron a la espera de que el relato continuase. – Pues bien, esta chica procede de Zëo, el pueblo rebelde y, como era de esperar, ha traído sus ideales a este castillo. Pude oírla hablando con Aznor, por lo visto ella venía a pedir una tregua a su pueblo y no ha tardado en contradecir la opinión de nuestro mago.

— ¿Una tregua para esas alimañas? — incurrió Artea.

— Querrán evacuar a los pocos civiles que quedan — puntualizó el consejero mayor.

Ninguno de los presentes parecía nervioso puesto que tenían una fe ciega en la férrea personalidad de Aznor. Sin embargo, Gelus vio aquí una oportunidad de generar desconfianza hacia éste.

— Si se ha dejado convencer por esa chica no podemos seguir contando con él – dijo — ¡Hay que hacer algo!

Kerka le indicó que guardase silencio y comenzó a levitar dando la espalda al resto.

— ¿Cómo ha reaccionado Aznor? – preguntó creyendo conocer la respuesta de antemano.

— Ha mostrado su indignación con claridad y su fidelidad a Blanx – respondió Ignis, esperando que su respuesta lo satisficiese, pues había notado un deje de preocupación en la voz de su líder.– pero me inquieta que las ideas revolucionarias puedan extenderse entre los sirvientes o los guardias.

— ¿Los sirvientes? – Intervino Mërix – Podemos deshacernos de ellos y punto.

— Y limpiarías tú, por supuesto. — añadió Gelus mostrando una sonrisa desdeñosa.

— Pero si la gente se entera de que la rebelión se ha producido incluso dentro del castillo no tardarán en unirse a ellos – advirtió Artea, ignorando las impertinencias del dominador del agua.

El silencio se extendió por la sala y la desconfianza y el temor se hicieron patentes. Kerka giró la cabeza y se limitó a decir:

Eari ret kean eaxgahr (tenemos que eliminarla)

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— ¿Entiendes ahora por qué quiero pedirle al rey una tregua? – la voz de Caetia era temblorosa. Su amigo le daba miedo. Durante la explicación que le había dado de cómo había sufrido Zëo, el mago no se había movido del lado de la ventana y no le quitó la vista de encima hasta que terminó de hablar.

Se acercó a él e intentó tocarle la cara, pero éste esquivó el gesto. No parecía que lo hubiera hecho a propósito, sino más bien un acto reflejo. Estaba claro que el contacto físico era algo que le molestaba. Caetia torció el gesto, realmente había cambiado.

— Aznor... no huyas de mí, por favor – bajó la cabeza. El mago la miró y, por primera vez desde que tenía memoria sintió una sensación extraña, no era para nada conocida y eso lo irritaba... ¿pena, quizás? La cogió por la barbilla y le alzó la cabeza. Estaba a punto de decir algo cuando oyeron voces provenientes del pasillo, voces que Aznor conocía perfectamente. Los dos miraron con atención hacia la puerta.

El reencuentro empieza a obtener resultados. Aunque desde luego nada halagüeños teniendo en cuenta la intención de los consejeros y lo que saldrá del encontronazo entre ellos...

Esperemos que la petición de Caetia los aleje de allí, creo que Aznor necesita distanciarse un tiempo antes de volver a enfrentarse.

Saludos!

8a atrás

hola!! acabó de terminar el último capítulo, me encanta como va! esperó que sigas subiendo

9a atrás

La Ira de KronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora