A veces veo hacia atrás, encuentro como era mi forma de ser y veo a un pobre infeliz que había perdido el rumbo y su voluntad, que deseaba aceptación de su parte y no se separan de su cruel madre. Por dentro hecho un mar de lágrimas, incapaz de articular palabra y con la expresión totalmente desencajada.
Mi información personal era la siguiente:
Rododendro Mirabal, nací una lluviosa noche sin haber llorado ni un poco, tenía a mi padre y a mi madre y tres hermanos menores. Empecé a ser un lame botas la primera vez que mi padre golpeó a mi hermano.
Y no fue un golpe de esos que se les da a los niños normalmente, ya saben, pescozones o palmaditas en la boca por haber dicho una palabra fea, no, fue un golpe de esos que te dejan la cara adolorida.
Desde que mi padre le dió una bofetada a mi hermano menor, haciéndolo caer de la silla donde estaba sentado, supe que eso era un advertencia para mí también.
No recuerdo bien lo que estábamos haciendo exactamente como para que lo agrediera, pero mi yo de 10 años analizó eso como una señal de peligro.
Me mantuve quiero y sonriente desde ese entonces, fuera la situación buena o mala...
Bueno, si, prácticamente yo trataba de sonreír por todo. Por lo bueno y por lo malo. Otra razón por la cual no me parecía en nada a mis hermanos. Aunque el asunto de la sonrisa no era nuestra principal diferencia. No. El mayor contraste entre todos nosotros era aún más evidente; una diferencia que no se ve pero se intuye. Y no hay nada más poderoso que una intuición. Al poco tiempo de conocer a mi padre y escucharme a hablar, empezaban a mirarme de manera distinta, como si hubieran descifrado ese maldito secreto que hace en sus ojos se asome sin piedad el brillo de la indisimulada pena burlona por la falsedad a la que me había acostumbrado a vivir.
Pretendía ser alguien normal.
Dolía, claro, dolía mucho, solo que no me daba cuenta totalmente en ese tiempo. Porque era terrible cuando alguien ve en tu algo que no quieres que nadie vea.
O aún peor, algo que tú no ves.
Algo que te niegas a ver.
Y siempre fue así, siempre lo fue, lo es y siempre será.
—¡Nunca has desobedecido! Debería haber un premio por ser el hijo más obediente.
Fue lo que me dijo mi hermana menor una vez mientras estábamos sentados en el sillón viendo una telenovela. Había pasado una escena de un chico desobedeciendo a sus padres para ir a una fiesta, lo típico.
Ella me dijo que debería ser premiado por nunca haber caído en la tentación de hacer enojar a papá o a mamá.
No lo creía así. A nadie le gusta ver el rostro sombrío de tus padres como reacción tras haber hecho algo contrario a lo que ellos querían. Yo nunca desobedecí. Además, ¿Quién decidió que debíamos desobedecer para ser felices? ¿Quién fue el condenado que dijo que obedecer no era siempre necesario?.
Yo nunca desobedecí, aunque mi madre me odiara por eso.
Nunca lo hice. Y por eso nunca me llevé bien con nadie de mi edad. Porque no los iba a obligar a soportar como me echaba para atrás para no ser regañado, la intención con la cual me levantaba todas la mañanas y con la cual me iba a dormir todas las noches, especialmente en ese entonces.
Sobre todo en ese entonces.
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𝐒𝐀𝐓𝐈𝐒𝐅𝐄𝐂𝐇𝐎 | Rododendro au!
Fanfiction╔═══════ ≪ °❈° ≫ ═══════╗ Es asunto mío si quiero fumar y beber y bailar Es mi problema si quiero esconderme Es mi problema si estoy solo y quiero morir ¿Estás satisfecho con una vida promedio? ¿Necesito mentir para avanzar en la vida? ¿Estás satisf...