«𝐸𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑎𝑞𝑢𝑖 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑢𝑛 𝑛𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠»
João Félix y Antoine Griezmann son amigos desde que este último volvió a jugar para el Atlético de Madrid, su relación se forjó tanto que era muy raro verlos separados.
Sin embarg...
El tiempo es relativo, cuando queremos detenerlo transcurre en un abrir y cerrar de ojos, pero en otras ocasiones se detiene cuando más rápido queremos que pase. Caprichoso e irónico también es, pero eso es otra historia.
En un año, había pasado casi de todo, desde finalmente haber estado junto a quién siempre estuve enamorado, separarnos por cuestiones deportivas, hasta haber usado la tristeza de esa separación para mejorar dentro de la cancha; si enumero las cosas destacadas que sucedieron en el año, armaría una lista interminable de sucesos.
Pero quizás lo que más me marcó fue el haberme adaptado a algo que nunca antes había experimentado: una relación con un chico y, más allá de eso, sobrellevar la distancia que nos separaba por un año. Aunque con viajes hacia el lugar donde se encontraba o él viniendo los fines de semana que podía, escapándose del caos de su vida y el cambio en su carrera, al menos por unos cuantos días. Buscamos la manera de seguir juntos y de mantener las cosas bien, además de estables entre nosotros, sabíamos que tarde o temprano la distancia se iba a terminar y, en cierta parte, aquello nos motivaba mucho a seguir juntos.
Los días pasaron tan rápido.
Decidí esperarlo en el aeropuerto porque quería ser el primero en verlo apenas pisase Madrid, estaba emocionado y lo escuché actuando de la misma manera en aquella llamada que hicimos antes de que saliera de Inglaterra. Aunque le había encantado estar allá y se sentía a gusto con su compañeros —y amigos —, del Chelsea, João sabía que tenía que volver al Atleti por la renovación de su contrato.
Me di cuenta que cambió muchísimo desde que se fue y para bien, ha madurado un montón, dice las cosas que piensa y siente sin necesidad de buscar aprobación y ha aprendido a valorarse a sí mismo.
No puedo estar más feliz por él.
La pantalla que mostraba los vuelos que habían llegado, afirmaba que él ya había aterrizado hace más de treinta minutos, contaba con la suerte de que había poca gente en el aeropuerto porque era de madrugada, así que podía moverme con facilidad en el lugar, para buscarlo.
Un par de minutos después, lo visualicé, llevaba puesta ropa cómoda y deportiva, sus auriculares descansaban sobre su nuca y arrastraba su maleta a la par que caminaba, al verme, su rostro se iluminó, permitiéndole mostrarle una gran sonrisa y aceleró la velocidad de sus pasos para acercarse aún más rápido.
Cuando logró salir de la zona de desembarque, no dudó en llegar frente a mí, soltar su maleta y abrazarme con fuerza, a pesar de que nos habíamos visto hace menos de un mes. Sus brazos me apretujaron contra sí, permitiéndome sentir los acelerados latidos de su corazón emocionado, junto a la calidez de su piel.
—Te extrañé —dijo en un tono de voz suave.
Toqué ligeramente su cabello, mientras me reía.
—Nos vimos hace poco.
—Da igual si te veo hace diez minutos, igual te extraño siempre —puso sus manos sobre mis hombros y me miró con un gesto divertido.
Tomé su maleta y salimos del aeropuerto, para poder irnos a descansar. Debido a su reciente llegada, se quedaría a pasar la noche junto a mí, en primer lugar para compensar el tiempo que habíamos estado separados y en segundo lugar, porque su nuevo departamento quedaba muy lejos.
Hablamos durante todo el trayecto a mi hogar, ambos íbamos riéndonos, mientras escuchábamos la suave música que sonaba por los parlantes del auto, el ambiente era inigualable, tan cómodo y perfecto para nosotros dos, que nos perdíamos en nuestras palabras y la oscuridad de la madrugada que nos envolvía.
No necesitábamos más en el mundo para ser felices.
Llegamos después de varios minutos, apenas entró al departamento, João se metió en mi habitación para recostarse en mi cama y dando unas palmaditas sobre esta, me pidió que me recostase a su lado, petición que cumplí en cuestión de segundos. Cuando mi cuerpo tocó la suave superficie, sentí que él me rodeó con sus brazos y me acercó a sí, para recostar su cabeza sobre mi hombro mientras cerraba los ojos de manera casi instantánea.
—Extrañaba dormir junto a ti —dijo en un tono de voz bajo —. ¿Y si te vas a vivir conmigo para dormirnos así todos los días y ser el primero en ver tu cara cuando te despiertes?
Sus palabras me hicieron sonreír.
— ¿Qué clase de propuesta es esta?
—Una de amor, de parte de la persona que te ama más que a nadie en el mundo —habló con voz suave, acurrucándose sobre mí.
— ¿Estás hablando en serio?
— ¿Cuándo no me he tomado las cosas en serio? —preguntó de vuelta.
Simplemente me reí.
—Descansa, hablemos sobre eso mañana, mon chéri.
Dicho esto, me acerqué un poco a él y dejé un beso sobre su frente de manera delicada.
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Las semanas habían pasado con rapidez, a la final, João me convenció de quedarme junto a él en su departamento, así que literalmente, me llevé un bolso con pertenencias hacia el lugar y, las únicas veces que regresaba a mi hogar, era para recoger más ropa.
Volvimos a entrenar después de unas cortas vacaciones y poco a poco todo volvió a ser la misma rutina de siempre, aunque bueno, esta vez no se sentía tan monótono como cuando él no estaba. Ciudad Deportiva Atlético de Madrid se tornó un lugar mucho más cómodo para mí desde que João se volvió a integrar, al menos ya no sentía que molestaba al resto, sobre todo a Morata, con quien llegué a tener cierta cercanía, además de Rodrigo De Paul, todo había vuelto a su lugar y el ambiente que existía era de comodidad...al menos aquello duró por un tiempo.
Los dos llegamos juntos al lugar de entrenamiento, caminamos en sincronía mientras hablábamos sobre cualquier cosa sin sentido, pero, apenas entré al lugar, pude sentir la mirada de varias personas fija sobre nosotros. Seguían nuestros pasos y escuchaba cómo empezaban a susurrar una vez lográbamos alejarnos por completo, João estaba tan sumido en su mundo, mientras hablaba, que no se dio cuenta de aquello. Quise convencerme de que era una paranoia mía, pero mientras más caminábamos, más observado me sentía.
En el gimnasio fue lo mismo, incluso cuando me acerqué a saludar a Álvaro, sentía que varios de mis compañeros me miraban y también a João, el cual no se había despegado de mi lado.
—Griezmann —me saludó mi compañero y amigo, dándome un apretón de manos, junto a una sonrisa —. Has sido una sensación desde que amaneció.
— ¿Eh? ¿De qué hablas? —fruncí el ceño confundido.