IV. Voluntad

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ADVERTENCIA ANTES DE LEER:

En este capítulo se hace mención de un abuso sexual. (No es una narración explicita pero con actitudes y menciones se da a entender que sucedió). 

Disfruten el capítulo <3 

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Aemond jamás imagino que el paseo que había decidido dar a lomos de Vhagar hubiera terminado de forma tan repentina por culpa de su propia dragona y un chico de cabellos de color chocolate.

Podía escuchar su respiración acelerada y entrecortada, ver su pecho subir y bajar de forma irregular mientras el pánico inundaba aquellos ojos cafés. Estaba arrodillado frente a él con una de sus manos aferrándose a su camisa mientras la otra se enterraba en la arena de la bahía.

De reojo observo a Vhagar, quien los veía con cautela. Atenta a cualquier movimiento que pudiera dañar a su jinete. Lista para defenderlo.

Puso sus manos sobre el cuerpo del castaño sin saber qué hacer. – Valyx. – Llamó, intentando hacerlo reaccionar. – Valyx tienes que calmarte. Tienes que relajarte, todo está bien.

El chico parecía sumido en un trance, su mano había comenzado a arañar su propio pecho con desespero, como si intentará arrancar algo.

Asustado, el más alto tomo su mano para evitar que continuara dañándose, ocasionando que comenzará a forcejear con él.

– No, no suéltame. – Le escucho decir con la voz ahogada, su otra mano peleaba por liberar a la cautiva. Sus pulmones luchaban por un poco de aire que les era negado a pesar de que su nariz se esforzaba por conseguirlo.

Sin saber qué hacer, Aemond termino por inmovilizar ambas manos tomándolas con fuerza entre las suyas. – Tranquilízate Valyx, todo va a estar bien. – Menciono intentando calmarlo.

Sin embargo, el miedo tan solo aumento en el chico frente a él. – No, no. Suéltame, por favor. – Menciono mientras se retorcía queriendo soltarme. – No quiero, por favor no de nuevo.

– Necesito que te tranquilices. – Dijo sin entender que estaba pasando.

– Otra vez no por favor. – Le escucho susurrar. – ¡Suéltame! ¡Me duele siempre que me obligas! ¡Déjame en paz! – Grito con desesperación. – ¡No me toques!

Aquello pareció ser la última cosa coherente que salió de su boca.

Pronto la bahía se llenó de gritos y sollozos desgarradores mientras el castaño luchaba por soltarse del agarre del príncipe, quien lo veía con sorpresa e incredulidad. De aquellos ojos cafés bajaban gruesas lagrimas que se perdían en la ropa y la arena.

La gente los ignoraba, poco interesadas en entrar a un territorio donde un dragón yaciera.

Por inercia, Aemond terminó por soltarlo sin entender que estaba pasando y observo con horror como el cuerpo de chico caía en un golpe seco de lado en la arena y sus brazos atraían sus rodillas a su pecho como si intentará protegerse de algo o alguien.

El chico intento colocar su mano en su hombro, queriendo reconfortarlo de alguna manera, sin embargo, el gesto fue rechazado casi de inmediato con un golpe que alejo su mano. – ¡NO ME TOQUES!

Vhagar rugió con molestia ante el gesto, ocasionando que el llanto del castaño aumentará y sus manos cubrieran sus orejas con fuerza.

– ¡No Vhagar! – Grito. – Dohaerās Vhagar. – Una sensación de deja vu le invadió. – Lykirī.

La dragona pareció escucharlo pues dejo de gruñirle al castaño. – Sōvēs Vhagar.

El rubio pudo captar la confusión en los ojos de su dragona, pero sin cuestionarlo, elevo el vuelo, alejándose de la bahía.

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Su mirada bajo al chico frente a él, quien continuaba presionando sus orejas con fuerza, las lágrimas parecían seguir un camino infinito desde sus ojos hasta el piso y sus sollozos perforaban sus oídos.

Dejo que sus instintos lo guiaran. Sabía que incluso si el muchacho frente a él era su sobrino, la realidad era que habían pasado diez largos años y no conocía al muchacho frente él.

Se acercó con lentitud, temiendo que cualquier movimiento pudiera alterarlo. – Estás a salvo. – Le susurró intentando transmitirle calma. – Nada puede dañarte ahora.

El chico continuaba negado a escucharlo, su cabeza se movía violentamente de un lado a otro.

Taoba. – Susurró despacio. – Estas a salvo, respira. – Continuo en alto Valyrio en cuanto noto que el chico se había quedado quieto. – Tranquilo pequeño Lord, ya estás conmigo.

La respiración del chico comenzó a normalizarse. – Todo está bien pequeño Lord, estás a salvo, nada puede lastimarte. – Se sentó a su lado lo más despacio que pudo.

Aquellos ojos castaños chocaron con los suyos, conectándose en tan solo un segundo, Aemond no estaba seguro de que el chico logrará entender lo que decía, pero parecía relajarlo. – Respira y tranquilízate.

Aquella mancha azul llamó su atención de nuevo, imprescindible a los ojos de cualquiera que lo viera por unos segundos, pero visible ante los suyos.

Su boca comenzó a tararear una canción en voz baja, hipnotizando al menor cuyas manos caían a sus costados sin fuerza.

Sus parpados comenzaron a cerrarse mientras escuchaba el tarareo del rubio.

Aemond lo observo cerrar sus ojos y su cuerpo cayó hacía adelante, sobre su regazo. – Descansa tranquilo mi Lucerys.

Mientras acariciaba aquellos rizos color chocolate sintió la ira crecer en su interior. ¿Qué había pasado en aquellos diez años que había provocado aquel miedo en su sobrino? ¿Quién había provocado eso?

Observo el rostro del chico, las marcas de las lágrimas sobre sus mejillas y la sangre que salía de su labio, probablemente se hubiera mordido demasiado fuerte.

Limpió con cuidado aquella herida, completamente seguro de que el hombre que tenía en brazos se trataba de Lucerys Velaryon.

Intento no pensar en que haría con aquella información. Lo único que tenía seguro era que nadie de su familia debía enterarse, necesitaba ponerlo a salvo.

Bajo las estrellas, se prometió que esta vez, no permitiría que nada lo lastimará. Esta vez lo protegería, aunque tuviera que dar su vida.

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El sonido que sus tacones hacían mientras caminaba resonaban en el solitario pasillo de piedra gris apenas iluminado por la tenue luz naranja que las velas ofrecían. Podía sentir la mirada de la luna que recién comenzaba a formarse en cielo sobre ella, vigilando cada paso que daba, cada gesto que hacía.

La puerta fue abierta por su guardia más leal y la mesa llena de hombres la recibió. Su padre e hijo entre ellos, aquellos hombres la observaron con una mezcla de respeto y lujuria. Deseosos de tenerla una sola vez entre sus brazos. Casarse con ella. Llamarla suya.

La ausencia de un hombre podía sentirse en aquella sala, alguien que había estado con ellos desde el inicio faltaba y su asesinato resultaba un misterio para todos. Aquella silla vacía llamaba la atención sin esforzarse.

Tomo asiento en su lugar correspondiente, junto a su padre mientras observaba a los demás hacer lo mismo. El rey había ordenado una reunión de consejo de forma urgente, pero su hijo no se veía bien. Sus manos temblaban de forma evidente, aunque intentará ocultarlo, pequeñas bolsas moradas adornaban sus ojos y su cabello se encontraba enmarañado, opaco y sucio.

Ghost memoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora