Como los erizos, ya sabéis, los hombres
un día sintieron frío. Y quisieron compartirlo.
Entonces inventaron el amor. El resultado
fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las alegrías y penas del
amor cuando éste desaparece? Nada, o peor
que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y
menos mal cuando no lo punza la sombra de
aquellas espinas; de aquellas es finas, ya sabéis.
Las siguientes páginas son el recuerdo de un olvido.I
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mí pechó su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente afrente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.II
Como una vela sobre el mar
Resume ese azulado afán que se levanta
Hasta las estrellas futuras,
Vida de náufragos insaciables
Hecha escala de olas,
Por donde pies divinos descienden al abismo
Esperado a lo largo de las noches,
También tu forma férrea,
Ángel, demonio, sueño de un amor sonado,
Resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
Hasta las nubes sus olas melancólicas,
Cadenas de tristeza aprisionando
Un ímpetu celeste,
Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
Yo, el más enamorado,
En las orillas del amor,
Sin que una luz me vea
Definitivamente muerto o vivo,
Contemplo sus olas y quisiera anegarme;
Deseando perdidamente
Descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
Hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha vistoII
Esperé un dios en mis días
Para crear mi vida a su imagen,
Mas el amor, como un agua,
Arrastra afanes al paso.
Me he olvidado a mí mismo en sus ondas,
Vacío el cuerpo, doy contra las luces;
Vivo y no vivo, muerto y no muerto;
Ni tierra ni cielo, ni cuerpo ni espíritu.
Soy eco de algo;
Lo estrechan mis brazos siendo aire,
Lo miran mis ojos siendo sombra,
Lo besan mis labios siendo sueño.
He amado, ya no amo más;
He reído, tampoco río.IV
Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
Fui luz un día
Arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
Que deshace la sombra,
Caí en lo negro,
En el mundo insaciable.
He sido.V
Quiero, con afán soñoliento,
Gozar de la muerte más leve
Entre bosques y mares de escarcha,
Hecho aire que pasa y no sabe.
Quiero la muerte entre mis manos,
Fruto tan ceniciento y rápido,
Igual al cuerno leve
De la luz cuando nace en el invierno.
Quiero beber al fin su lejana amargura;
Quiero escuchar su sueño con rumor de arpa
Mientras siento las venas que se enfrían,
Porque la frialdad tan sólo me consuela.
Voy a morir de un deseo,
Si un deseo sutil vale la muerte;
A vivir sin mí mismo de un deseo,
Sin despertar, sin acordarme,
Allá en la luna perdido entre su frío.VI
El mar es un olvido,
Una canción, un labio;
El mar es un amante,
Fiel respuesta al deseo.
Es como un ruiseñor,
Y sus aguas son plumas;
Impulsos que levantan
A las frías estrellas.
Sus caricias son sueño,
Entreabren la muerte,
Son lunas accesibles,
Son la vida más alta.
Sobre espaldas oscuras
Las olas van gozando.
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Luis Cernuda
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