-¡Hola, gente bonita! Damico R. reportando desde una alcantarilla en NewYork. Hoy aprenderemos a cómo hacer una bomba de gas sin morir en el intento-.
Raphael -¡Oye, apaga eso y pon atención!- gritó sosteniendo tembloroso un tuvo de ensayo con líqui...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
•Encuentro con las ranas kungfu• [Parte 3/3]
Leo —Necesitamos ser más rápidos— les dijo a las demás tortugas mientras se tomaba un momento para mirar su ubicación. Se encontraban en un techo de un edificio de departamentos.
Rapha —¡A mí ni me veas! Fue la idea de Donnie seguir las payasadas de Mickey—.
Mickey —¡Oye! Por lo menos estoy haciendo algo— y le sacó la lengua. De nuevo, el par de hermanos se estaba peleando. Curiosamente, pasó lo mismo cuando estuvieron buscando a los kraang. El cuarteto había cruzado varias calles y edificios. Pero simplemente ninguno se parecía al de la imagen.
Donnie —Deben de estar por aquí, la ubicación señalaba una de estas construcciones—. Les mostró la imagen que imprimió antes y todos empezaron a buscar mirando en diferentes direcciones desde donde estaban.
Damico —(Una antena de televisión, caja de electricidad vieja, unas cuantas telañanas y... ¡Aaaaaaah!)—.
Soltando un chillido agudo, te agachaste para evitar que te vieran y cerraste tu boca fuertemente para evitar hacer más ruido. Estabas pensando en qué cosa pudo haber provocado el sonido de pisadas, y empezaste a nombrar lo que había en el techo.
Quién diría que te encontraste con esas cosas humanoides verdes. Y peor aún, eran cuatro, ya no dos. Al verlos, no pudiste evitar sorber tu nariz mientras apretabas tu agarre en el sartén —(¡Lo sabía! ¡Voy a morir! ¡Esas malditas ranas kungfu vinieron por mi! ¡Maldita sea!)—.
Abril, que estaba detrás de ti, se detuvo antes de seguir subiendo y susurró —¿Q-Qué sucede...?—.
Bajando tu mirada, con la mano que sostenía el sartén le hiciste una seña de silencio y le pediste regresar. Todavía te consideraste capaz de destrozar a un robot-cerebro o siquiera noquear a dos seres verdes. Pero, viéndolos mejor, ni con la más mínima posibilidad te ayudaba a salir ilesa. Nada de nada.
Damico —(Será mejor irnos y llamar a la policía...)— le pediste a Abril que fuera por sus cosas y tu mochila para irse. Regresando los escalones poco a poco, Abril ya se encontraba entrando al departamento cuando diste un mal paso y la escalera dió un crujido.
Te quedaste estática unos segundos. La tensión en tu espalda cruzó por todos tus nervios. Por suerte, creíste que no te habían escuchado. Solo que despues... lo que sea que sean, empezaron a hablar.
Mickey —No me hagan caso pero, creo que estamos en el edificio correcto— dijo de repente.
Donnie —¿Eh? ¿A qué te refieres?— volteó a verlo. Dudó unos segundos y revisó la foto detalladamente —bueno, se parecen un poco—.
Rapha —¡Ah, vamos! Estamos en una casi abandonada y horrenda pila de departamentos. ¡Incluso nuestra casa se ve mejor, y es una alcantarilla!—.
Con ese comentario, tu expresión asustada cambió a indignación.
Volviendo a pelearse, Raphael fue algo brusco empujando al menor, provocando que este cayera sobre un par de cables de luz que sobresalían. Esto provocó que los focos de la entrada a tu casa parpadearan de nuevo. Fue suficiente para saber que tenías que sacarlos de aquí.
Dejaste tu lado dramático a un lado y con valentía te preparaste para atacar. —(No me rajo, no me rajo, no me rajo. Si tengo que morir será ahora)— subiste con prisa para evitar que te dejaran sin luz el resto del mes.
¿No se notaba por el viejo y sucio modelo de edificio en el que vivías? Lic y tu no eran ricos como para conseguir algo tan lujoso. Apenas si les alcanzaría para pagar una reparación en la tan costosa y maldita inflación de NuevaYork.
Antes de subir por completo, les gritaste —¡Hey! ¡Qué ocurre aquí!—.
—(No de nuevo...)— pensaron las cuatro tortugas. ¿A caso este tipo de dejabú nunca terminarán?
Subiste hacia donde estaban, con el sartén en la mano. Todos ellos te miraron fijamente. Tu solo respiraste profundo, muy molesta.
Damico —Ustedes... si pueden hablar y entenderme, les pido que se vayan de mi techo. Ahora—. No sabías como dirigirteles. No querías terminarlos ofendiendo y hacer que te quieran descuartizar más rápido. Uno de ellos tenía katana, y a juzgar por sus cintas y lo que quisieron asimilar en su vestimenta, pudiste imaginar que eran ninjas.
Damico —(Si es así, deben de manejar algún tipo de honor)—. Y rezaste que el universo cinematográfico e historia no te fallen en este momento.
Mickey —¡Oh, es ella!— uno de ellos sonrió e intentó acercarse.
Damico —¡Detente!— le apuntaste con el sartén, pero ellos no parecían tomarte enserio.
Ciertamente, el temblor que volvió a aparecer en tu extremidad izquierda les hizo darse cuenta que tenías miedo. Leonardo dió dos pasos al frente para tranquilizarte —No venimos a lastimarte, nosotros somos...—. Se escuchó un grito femenino que lo interrumpió, proveniente del apartamento justo bajo ustedes.
Damico —¿Abril?— volteaste hacia la escalera de reojo —(¡No me digas que es una emboscada!)—.
Los 5 que estaban arriba se alarmaron. Al haber confirmado que Abril estaba contigo, pensando que algo le había ocurrido, las tortugas (en especial Donatello) intentaron acercarse. Pero tu volviste a la defensiva.
Rapha —No hay que esperar. Voy a derribarla de una vez— guardó sus sai y corrió hacia ti.
Damico —¡Inténtalo, pepino pelado!—. Del miedo, no pudiste evitar gritar en tu idioma.
Raphael se enojó por el horrible apodo que debiste haberle dicho, deduciendo por tu entonación. Leonardo y Donatello se acercaron de inmediato para detener a su hermano. Leo intentó interponerse entre ustedes dos —¡Alto, Rapha!—.
Tu solo sujetaste el sartén con ambas manos y lo alzaste sin quitarles la mirada a los que estaban frente tuyo. Viste como se acercaron demasiado hacia ti, y solo reaccionaste.
¡¡¡PAM!!!
—¡Ough!— exclamaron los chicos. Del sonido metálico, le diste un golpe directo a la cabeza al de cinta azul, quien se desmayó. Los demás, con solo verlo, sintieron como si les hubieras pegado a ellos y jadearon del dolor.
Abril —¡Damico, ¿Estás bien?!— subiendo deprisa al escuchar el sarten, se encontró con las tortugas y tu enfrentándose.
Donnie —¡Abril!— sonrió emocionado por verla. El y Miguelangelo apenas podían mantener a Raphael a raya.