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Bueno, Sadie, ser yo misma no era algo que me ayudara de todas maneras. Ser yo misma significaba torpe, idiota, estúpida y para nada sensual y todo eso en una frase era una explosiva combinación, solo pregúntale a Aidan y los otros cinco chicos más que fueron heridos accidentalmente por mis pies voladores.

El nudo que tenía en mi estómago acrecentó y las ganas de vomitar llegaron una vez más a mí cuando la puerta blanca del departamento de Aidan se paró frente a mis ojos. Había pensado todo el camino qué decirle luego de las disculpas pero la palabra "estúpida" seguía repitiéndose en mi mente, además de torpe e idiota.

Y luego, la cara de Aidan con un gran hematoma sobre su nariz y alrededor de esta además de bajo sus ojos escondiendo la belleza de su rostro (que si de verdad le había roto la nariz) desaparecería, aunque lo creía imposible.

Mis nudillos tocaron suavemente la puerta sin siquiera darme cuenta, mi mano y mi brazos y todo mi cuerpo comenzaron a temblar nerviosamente. La angustia me llenó por dentro al sentir sus pasos sobre el piso de madera acercarse a la puerta.

Dios.

—¿T/n? — Preguntó extrañado al verme tras su puerta, me mordí el labio y no pude responder. Su nariz estaba cubierta por una pequeña venda de gasa y su cara no tenía ningún moretón.

Suspiré internamente de alivio al ver su cara completamente normal. Aunque, no totalmente, le había hecho daño en su nariz de todas maneras.

—Hola. — Contesté con mi voz más aguda que de costumbre. Carraspeé al sentir su sonrisa.

—¿Qué haces aquí? — Bueno, quizá no era la respuesta que esperaba. Fue como si estuviera impresionado de que yo hubiera ido otra vez a su casa o, quería que yo y mis peligrosas piernas nos fuéramos de inmediato.

—Quería saber cómo estabas, ya sabes. — Con mi mano toqué mi nariz, nerviosa y él rio divertido.

—Pues bien, sólo con una pequeña molestia, por suerte no salió un moretón. —

—¿No hice nada grave? — Pregunté frunciendo el ceño. Él rio una vez más. Bueno, por lo menos era divertida para él.

Lo que nuevamente hacía que mi cabeza repitiera idiota, como sinónimo de divertida.

—No, te dije que no tenías de qué preocuparte, fue sólo un inofensivo golpe. — Dijo sonriendo.

—¿Entonces por qué la venda? —

—Necesitaba una excusa para no ir al trabajo, hace cinco años que voy a la consulta sin faltar, necesito un descanso. —

—Pero es tu consulta, ¿No puedes faltar cuando quieras? — Pregunté confundida, él se hizo a un lado haciéndome señas con sus manos para que yo pudiera pasar. Acomodé el bolso en mi hombro.

Por suerte Sadie me había aconsejado cambiar el bolso por uno más pequeño, así sería menos obvio y también menos raro.

—Claro que sí, pero, no había tenido la oportunidad de hacerlo, casi nunca me enfermo y duermo lo suficientemente bien como para estar despierto sin necesidad de una taza de café. — Sonreí al verle quitar la venda de su nariz, esta obviamente, tenía un pequeño moretón casi invisible, solo si te parabas frente a él y a escasos centímetros de su cara, podías notarlo.

Lo cual, supongo, era bueno, al menos no había roto su nariz.

—Yo quería pedirte disculpas, no fue mi intención golpearte con mi pie ni.... — Tomé una ligera respiración y lo miré. — Arruinar lo que estaba por pasar. Creí que todo en mí estaba solucionado ya que había podido recordar que era lo que me hacía mal y porque el miedo de que los hombres me toquen. Pero, mis piernas reaccionaron antes de que yo pudiera ver qué sucedía... —

—Lo sé, t/n, sé que no fue tu intención. — Me interrumpió. — Yo sabía que existía la pequeña posibilidad de que tú te asustaras nuevamente, pero me dejé llevar por el momento y creo que toda la ternura que había tratado de mantener se evaporó. ― Reí y negué con la cabeza.

—Fuiste muy tierno, eso no lo dudes, pero no creo que en el sexo la ternura sea una parte primordial. —

—No en el sexo, pero sí a la hora de hacer el amor. — Contestó mirándome a los ojos. ¿Amor? ¿Hacer el amor?

El shock llegó una vez más a mí y me quede mirándolo sin saber qué hacer.

Dios, él había dicho amor, pero nosotros...ni siquiera...él me gustaba, claro, hacía que mi mundo temblara al igual que mis piernas cuando se convertían en gelatina al sentir su presencia cerca de mí, pero, yo no lo amaba ni él a mí, sólo...

—Y bueno, ¿Qué traes en aquel gran bolso? — Me impresioné por su repentino cambio de tema. Él estaba sonriendo como si no hubiera dicho nada.

Miré el bolso marrón que seguía colgando en mi hombro. No era un gran bolso, era mediano, muchísimo más pequeño que el que planeaba traer y solo un poco más grande que el que siempre utilizaba. Pero bueno, él era hombre, siempre exageraban.

—Sólo unas cosas. — Tartamudeé tirándolo hacia abajo y sacando las correas de alrededor de mi brazo para colocarlo sobre mis piernas.

—¿Qué cosas? — Preguntó, arrugando la nariz y gimiendo de dolor debido a que esta todavía le dolía.

Inhalando fuertemente abrí la cremallera lo más rápido que pude y metí una de mis manos por la abertura, no mirando lo que saqué, sólo al tacto. Puse las esposas de plata sobre la mesa, luego, las sogas y ligas y por último la venda.

—¿Para qué es eso? ¿Me las devolverás? — Preguntó y pude oír la decepción de su voz.

—No. — Dije, casi gritando. — Sólo, pensé que si estabas bien, podríamos ocuparlas. Creo que encontré la solución a mi problema. —

—¿Sí? — Dijo impresionado, su mano acarició su barbilla y tragando grueso, asentí. — ¿Cuál es la solución? — Preguntó, alzando una ceja.

—Tú no debes tocarme. Así que, sería bueno que te atara de manos y yo hiciera todo lo necesario, al menos, hasta sentirte dentro de mí. —

Está bien, eso fue demasiado directo, creo. Sus ojos salieron de sus órbitas y si hubiéramos estado tomando agua o cualquier cosa, toda la alfombra de la sala hubiera quedado rociada por el líquido.

Pero debía decirlo ahora antes de que me arrepintiera y saliera corriendo sin mirar atrás. Pero mirando su cara y su inmóvil cuerpo, creo que aún no era demasiado tarde.

𝐕𝐢́𝐫𝐠𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora