30. Qué ilusa

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Lina


Me levanto de la cama lo más rápido que puedo, mientras el teléfono de Leonardo no para de sonar. El nombre en la pantalla me hace sentir culpable de pronto, como si estuviese engañando a alguien, cuando la realidad es que no es así.

—¡Maldición! —exclama Leo, acomodando de nuevo su ropa, y yo tomo mi bata que había quedado sobre el buró y me la pongo también—. ¿Este hombre no tiene una puta vida?

La furia brota por cada uno de sus poros, haciéndome dudar de la escena, pues jamás lo había visto tan molesto. El Leo cariñoso y amable al que me había acostumbrado, no tiene nada qué ver con este hombre que camina hacia la ventana a grandes zancadas, olvidándose por completo de mí, que me encuentro en medio de la habitación, toda temblorosa y confundida.

Cuando se inclina para bajar por el balcón, vuelve su mirada hacia mí y regresa de inmediato a mi lado.

—Lo siento, princesa —dice con pesar—. Perdón, me volví loco, soy un tonto por marcharme así, ¿Me perdonas? —inquiere acongojado.

—Pensé que te irías sin decir nada —murmuro bajando la cabeza. 

—Lo sé, fui un estúpido. Lo siento.

Leonardo busca mis labios, y al principio no correspondo a su beso, pero poco a poco me dejo llevar y me pierdo entre la calidez de sus brazos.

—Debo irme antes de que Guerrero se dé cuenta de que no estoy en mi puesto —espeta aproximándose de regreso a la ventana.

—Leo, ¿por qué lo tienes agregado cómo Óscar P? —pregunto al recordar el nombre en la pantalla de su celular.

—Ah, es porque es un pendejo —dice rascando su cabeza, pero algo en mi interior me dice que miente, o es la sensación que me ha dado.

—¡Feliz cumpleaños, nena! —pronuncia antes de bajar por mi balcón y me lanza un beso. Por un momento me había olvidado de mi dichoso cumpleaños, solo espero que no suceda nada de lo que me pueda arrepentir en la fiesta.

Regreso a la cama con las emociones hechas un nudo. Aún siento en mi piel las caricias de Leonardo y el estrago de excitación que dejó no me permite conciliar el sueño. Mi mente vuela imaginando todo lo que pudimos haber hecho, y me es más difícil dormir; mañana voy a parecer un zombi por las ojeras que traeré, tendré que usar kilos de maquillaje para cubrirlas.

Decido tomar una ducha fría que me quite el cosquilleo en el cuerpo, producto de la revolución de hormonas que quedó después de mi encuentro cercano, casi sexual, con Leonardo, y solo después logro descansar.


****


La mañana comienza siendo una locura, con las locas de mi nana y Rosy irrumpiendo en mi habitación. Sus cantos me despiertan y, aunque mi cumpleaños no es la ocasión más especial ni feliz de mi vida, el tener el cariño de estas personas que han sido mi única compañía desde que mi madre murió, me da la fortaleza para enfrentar el día tan sombrío y forzado que me espera.

—¡¡Feliz cumpleaños, mi niña!! —dice mi nana cargando un regalo entre sus manos—. Sabemos que hoy no es tu cumpleaños oficial, pero hemos decidido celebrarlo este día como si lo fuera. —Me entrega la caja y la abro frente a ellas, sacando un hermoso gatito de felpa que ella hizo con sus propias manos—. Es un detallito pequeño que hice con mucho amor. —Tomo asiento sobre la cama y abrazo su obsequio fuertemente; una lágrima moja mi mejilla antes de que pueda darme cuenta.

—Gracias —digo con un nudo en la garganta, mientras ambas me abrazan al ver mi vulnerabilidad.

«Odio mi cumpleaños»

Mentiras PiadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora