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La oscuridad absoluta engullía la vista, lo único fiel dentro de esa densa niebla negra eran las voces gritando piedad o nombres de Dioses susurrados en busca de clemencia o salvación, el ruido de la carne siendo separada de los huesos después del sonido del látigo partiendo el aire en dos hizo que se acelerara su corazón. El dolor se expandió desde su omóplato hasta su cintura, las lágrimas cayeron de sus ojos y los gritos quedaban atrapados en su garganta, el dolor explotaba cada célula de su cuerpo y su sistema obligaba a su estómago a vaciar lo único que tenía: bilis.
El sabor amargo en su lengua, la sequedad en su garganta, el hedor a sangre y óxido eran las sensaciones que predominaban, gritó por ayuda, a cada movimiento de sus manos el burlón ruido de las cadenas dando contra el húmedo suelo de tierra se repetía incesante, recordando como no podía escapar.

Se levantó de un salto, quedando sentada. Miró para todos lados, buscando algo familiar. El lugar estaba vacío, simplemente habían alrededor algunas pertenencias suyas, como la carbonizado espada de acero.
Tuvo que erguirse, caminar un poco lejos de la almohada, volvía a rememorar el dolor y sentía las cicatrices de su espalda escocer, como si hubiesen vuelto a abrirse. Clavó sus uñas en su hombro, esperando que el dolor detuviera a su mente. Los recuerdos siguieron pasando, comenzando a apretar su estómago.

Las arcadas fueron la peor parte de su ataque, su cabeza daba vueltas y su cuerpo la obligó a sentarse en el suelo hasta que consiguió disminuir los espasmos. Respiró profundo, controlando su respiración mientras trataba de detener los temblores de sus manos.

Hacían meses de no tener ninguna clase de pesadilla de ese tipo, había tenido la cabeza demasiado ocupada en otras cosas como para darse tiempo a recordar. Escondió su rostro entre sus rodillas y brazos, en una lamentable posición fetal. Trató de racionalizar, tal vez haberle comunicado sobre Touya a Shoto había causado un impacto demasiado fuerte para sus emociones.

El frío comenzó a traspasar su ropa desde el suelo, el sudor en su piel sólo ayudó a descender su temperatura. Como pudo, se puso de pie, aún no estaba del todo bien, a pesar de que sus temblores habían disminuido, era incapaz de pasar saliva por su garganta de lo seca que sentía su boca y cualquier sonido del exterior era completamente eclipsado por el ruido de sus latidos. Se mantuvo firme en sus respiraciones, mantenerse inhalando y exhalando era lo único que la salvaba de entrar en un completo y complejo ataque de pánico.

Luego de una tortuosa hora de dar vueltas como un tigre encerrado, pudo volver a sentarse en su cama. Ese ataque la había dejado mucho más cansada que cualquier herida o golpe que hubiese recibido nunca, siempre era así, aunque debía agradecer que fuese más corto que los que acostumbró padecer en un pasado, esa recaída había sido tan fuerte que aún sentía sus piernas temblar.

Evitó volver a acostarse en su cama, el sudor perlaba su piel y no sería muy higiénico volver a meterse debajo de las cobijas en esa situación. Sin pararse a hervir algo de agua, se quito la ropa, humedeciendo un paño en el cuenco de agua que solían dejar para aseo matutino, limpiando su cuerpo del sudor lo más que pudo y secando cada gota de humedad de su piel con una toalla y con el calor de las brazas que aún se rehusaban a apagarse. Miró al reloj de bolsillo que permanecía sobre su improvisada mesa de luz, eran las tres de la madrugada y aproximadamente amanecería en cuatro horas.

Se volvió a meter entre las colchas, al menos tenía un poco más tiempo para cerrar los ojos, no solía acostarse temprano pero agradecía haberlo hecho justo ese día. Odiaría hacer creer a Katsuki Bakugo que estaba subestimando su fuerza al presentarse desvelada y con pocas horas de sueño.

Como pudo, ignoró los pensamientos relacionados a su sueño y logró dormir profundamente, aunque no de forma prolongada, fue un respiro para su mente y su cuerpo cansado por la no grata experiencia de pánico. Cuando sus ojos volvieron a abrirse, el sol aún no pretendía elevarse, aprovechó para vestirse con ropas cómodas y abrigadas, añadiendo como último su capa de piel. Peinó su cabello, había deshecho las lindas trenzas que la sirvienta le había hecho el día anterior y se arrepentía, eran cómodas para pelear pero no eran convenientes para dormir. Ató en una coleta alta su largo cabello, mirándolo aún por unos momentos. Tal vez debería volver a la comodidad del cabello corto, ya no tenía necesidad seguir con los gustos y preferencias de los príncipes y la princesa de Musutafu, ellos parecían felices de ver que conservaba algo de femenidad con  sus largas hebras.
Tomó a Takeshi, poniéndolo en su cintura.

•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora