Karateca en pañales

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Tras otro día en parvulario, en el que solo me tuvieron que cambiar el pañal dos veces, llegué a la primera clase de Karate sin haberme cagado ni una vez en todo el día. Laura me había apuntado a la extraescolar a recomendación de mi tutora, y yo estaba muy contento con estaba yendo mi día, aunque estaba nervioso, ya que tenía un poco de respeto a empezar una nueva actividad. 

No sé como, había conseguido convencer a mi pareja de ir Karate sin llevar pañales. La verdad, no me lo merecía, pero imagino que Laura me quería poner a prueba.  

-Voy a dejarte ir con ropa normal porque confío en tu progreso- me había dicho. 

Yo no quería decepcionarla, así que me armé de valor y entré con ella al dojo de mi barrio. Había muchos chicos y chicas practicando varias artes marciales, y la verdad es que daban un poco de miedo. Laura y yo nos acercamos a una mujer alta, con cuerpo de atleta, que nos esperaba un poco más adentro. Ella resultó ser Andrea, la que sería mi entrenadora.  

-Sé que estás empezando, pero como eres ya mayor no puedo ponerte con el grupo de los más pequeños, ya que les podrías hacer daño- Dijo Andrea. 

Yo asentí, y Laura preguntó: 

-Puede que al principio le dé un poco de miedo o corte hablar con la gente y hacer las actividades, pero seguro que os hace caso- Dijo. Yo asentí otra vez. 

-Lo vamos a poner con chicos y chicas de primaria que tienen cierto nivel, así compensamos el hecho de que les saques unos cuantos años.- añadió Andrea. 

¿Con cierto nivel? Me puse más nervioso. Yo nunca he hecho demasiado deporte, y al ser bajito y flaco tengo muy poca fuerza. Me imaginé que todos los miembros del grupo serían más fuertes que yo, y empecé a temblar un poco. Laura lo vio.

-Luis, no te preocupes, no tengas miedo. En un par de horas te recojo- dijo ella. Y tras una pausa, añadió, dirigiéndose a Andrea.- Es un poco miedoso, y de vez en cuando tiene accidentes. Te lo comento porque sepas que hay la posibilidad.

-¿Accidentes?- Preguntó Andrea, sorprendida.

-Sí. A veces se hace pis encima. Incluso se ha cagado a veces.- respondió Laura.

Fue bastante suave con el "a veces". Ya sabía que esa información iba a salir en algún momento, pero igualmente me quería morir de la vergüenza. Andrea reaccionó rápido.

-¡Ostras! De acuerdo, bueno, lo tendré en cuenta. Gracias por avisar-

-Ahora va sin pañales, pero en la mochila trae un par por si se lo tuvieras que poner-

Yo no decía nada, solo escuchaba como Laura y Andrea hablaban de mis accidentes y pañales delante de mí. Tras un par de minutos más, Laura se marchó, y Andrea me acompañó hasta la sala en la que entrenaba su grupo, en el que ahora yo me sumaba. 

Tras ponerme los ropajes adecuados para Karate, Andrea me presentó delante de todos, que me saludaron con extrañeza. No entendían que hacía un chico tan mayor en su grupo. El entreno empezó con un calentamiento de flexiones y estiramientos, en el que yo ya me cansé. No podía seguir el ritmo del resto. Continuamos con varios ejercicios en los que debíamos hacer movimientos de golpeo con brazos y piernas, tras los cuales se tenía que gritar al unísono. La primera vez que lo hicimos me asusté un poco, pues no me lo esperaba, pero ya luego me acostumbré.

Pese a estar yo en bajo estado de forma, el entrenamiento me pareció entretenido. Me lo estaba pasando bien. Parece que María tenía razón con su recomendación de apuntarme a una extraescolar para no pensar tanto en mi tiempo en el parvulario. Al cabo de una hora de fuerte actividad física, paramos. Creí que la clase ya había terminado, pero se ve que no, que ahora empezaban los combates entre alumnos. Me entró miedo. ¿Combates? No lo había pensado.

¡A parvulario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora