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"Con cien dólares y un folleto que encontró en la calle que hablaba de un pueblo llamado Hauntend Forest, una corazonada le indicó que ese sería su nuevo destino."
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Libro II de la serie amores verdad...
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—¿A dónde vas?
Me quedo en silencio pensando en qué responder, Lindsay me observa con curiosidad, me relamo los labios mientras jugueteo con mis dedos.
—La verdad no sé cómo se llama ese lugar, pero queda a las afueras del pueblo, parece un condominio de casas.
—Ah, hablas de la manada black moon.
—¿Manada?
¿Así les llaman a los condominios ahora? Según tengo entendido que en las manadas solo son de lobos, aunque el término tan bien se puede usar para otras especies, pero nunca para los humanos, ella se sorprende cuando escucha mi leve susurro, se encoje de hombros asiéndole señas Glenda para que se apuré.
—¿Quieres que te demos un aventón? Pasaremos por ahí para llegar a la laguna.
—Eso sería muy amable de tu parte, gracias.
—Solo ten cuidado sí, eres nueva aquí, eso de visitar otros lugares sin conocerlos te pueden traer problemas.
—Solo iré a dejar una cosa y me voy de una vez.
Ella asiente satisfecha con mi respuesta, voy a mi casillero para quitarme el uniforme y meterlo en mi bolsa, aunque el uniforme es una falda rosada con una camisa del mismo color y bordados blancos, me gusta el diseño, me doy cuenta que traje lo mismo, una pequeña falda blanca con una blusa corta, afuera hace un poco de frío, así que me pongo mi abrigo, aunque me estoy arrepintiendo de mi elección, debí de traer un pantalón.
Todo es culpa de Sébastien, no sé cómo, pero dejo su billetera en mi bolsa, supuse que vendría a buscarla cuando se diera cuenta, no sucedió como pensaba, han pasado tres días desde eso, me da pesar quedarme con algo que no es mío, aparte de que me incomoda tenerlo, posiblemente si pasan los días y no lo devuelvo pensará que soy una ladrona, aunque no me importé lo que piense, mi conciencia no me dejará tranquila.
Hay una idea rondando en mi cabeza de que la puso ahí apropósito, es que no se cayó en mi bolsa de la nada, alguien tuvo que meterla y puedo jurar que fue él, no sé con qué intención, pero lo voy averiguar, Lindsay maneja con rapidez mientras que Glenda canta una canción vieja de One Direction, llega un punto en dónde la escucho sollozar, dice entre lloriqueos que los extraña y que espera que vuelvan a cantar juntos.
Me da nostalgia, nunca he sido de esas chicas que son súper fans de bandas o películas, porque antes no tenía el tiempo para hacerlo, espero encontrar mi cantante favorito o esa película que me hará obsesionarme y verla respectivas veces hasta cansarme, me encojo en el asiento mirando la luna, hoy brilla más que nunca, Glena canta con más fuerza otra canción, veo como destapaba una botella de alcohol y se da un trago largo.
—¿Quieres?
—No gracias, para la próxima.
—Siempre dices eso cuando te invitamos a salir o a algo, ¿cuándo llegará ese día?
—El fin de semanas volveremos a la laguna antes de que inicien las clases, ¿vendrás?
—Está bien.
Glenda me observa con la boca abierta y Lindsay me lanza una mirada por el retrovisor, veo como sus labios se curvean en una sonrisa, después se echan a reír celebrando que acepté salir con ellas, haciendo que yo me ría también, me caen bien, el aura de alegría que me transmiten cada vez que estamos juntas me encanta, nunca antes había conocido dos personas tan alegres como ellas, veo como nos acercamos a la entrada del condominio.
—Recuerda lo que te dije, Eveline, ten mucho cuidado, llámame si pasa algo o si quieres que te venga a buscar.
—No te preocupes Lindsay, gracias por el aventón.
La entrada es impresionante, es como un arco de concreto envuelto por pequeñas flores de diferentes colores, tiene unas letras escritas, pero no logro distinguirla, está muy oscuro, cuando me acerco al lugar, no veo a ningún guardia en la caseta, es raro porque tendría que estar vigilando que no entre ningún loco o alguien que quiera hacerle daño a alguien que viva aquí, me encojo de hombros antes de seguir caminando.
La calle es ancha, tiene varias curvas que te guían a diferentes entradas de las casas, aunque parece un condominio es diferente porque las casas están muy cerca, pero mantiene cierta distancia, cada una con sus diseños y espacio, hay variedad, pueden ser muy minimalistas, pequeñas, medianas o grande, me tomo un descanso para respirar, no voy ni a la mitad del camino y ya me cansé, este lugar es muy grande.
La mayoría de casas están iluminadas, puedo escuchar el ruido de la televisión, de la radio o suaves murmureos de conversaciones, mientras más me acerco a dónde vive Sébastien, más cálido se pone el ambiente, algo raro, a kilómetros de distancia se puede ver su casa, es una monstruosidad de lo grande y bonita que es, podría catalogarse como una pequeña mansión o un castillo moderno, el jardín delantero es hermoso.
Tiene jazmín, rosas, girasoles y margaritas, entre otras flores que no me sé el nombre, tengo el corazón acelerado por la caminata, decido ralentizar mis pasos, tampoco es que ande apresurada, pero el lugar se ve tan vació que me da miedo que aparezca alguien de la nada y me ataque, veo movimientos por el gran ventanal de la casa, espero que su mamá coja la billetera para irme a mi casa, en ese momento mi estómago gruñe, debí de comer algo antes de venir.
Subo los peldaños con cuidado, hasta la puerta de esta casa es bonita, toco con mis nudillos, ni muy fuerte, ni muy leves, escucho pasos acercándose, contengo la respiración, la mamá de Sébastien abre la puerta, sus ojos se iluminan cuando me ve y sonríe como si le alegrará volverme a ver, aunque pensé que le caería mal por lo que pasó la vez que nos conocimos, eso me hace soltar un suspiro de alivio, no quería que me cerrará la puerta en la casa.
—Hola linda, ¿viniste a buscar a Sébastien?
—En realidad no, pero vine a dejarle algo que se le quedo accidentalmente en la cafetería.
—Accidentalmente —se ríe entre dientes, no entiendo la broma interna —. Pasa corazón, él anda en el pueblo comprando algo, pero llegará pronto.
Al adentrarme a la casa, me arrepiento al minuto, lo primero que veo es la mirada hostil de Liliana, mientras abraza con fuerza a Hansen, detrás de ella hay una pareja que habla amenamente con el papa de Sébastien, luego veo al hermano que según recuerdo se llama Alem sentando en el sillón con una chica más pequeña bombardeándolo de preguntas y un poco más allá, en una silla solitaria leyendo un libro está Adhela, parece perdida en su mundo.
Levanta la mirada cuando la chica que está al lado de Alem, se cae en el suelo, pone cara de fastidio, nuestras miradas se chocan, frunce el ceño al principio, pero luego sonríe como el gato de Alicia en el país de las maravillas, cierra el libro de golpe, antes de levantarse de la silla, en ese momento todas las miradas se dirigen a mí y la habitación se queda en total silencio, me remuevo incomoda, jugando con el dobladillo de mi falda.