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Christopher llamó por teléfono a la preparatoria, pidió que lo pusieran con el director, al inicio le dijeron que estaba muy ocupado, pero luego de que él dijo ser el padre de la chica del vídeo le respondió casi de inmediato.

           —Buenas tardes Sr. Morales, habla el licenciado Raymundo Hernández, dígame ¿en qué puedo ayudarlo?

           Christopher notó que por más que se esforzó por sonar profesional, alcanzaba a destacar un nerviosismo en la voz del director, aparte de hablar un poco arrastrado.

           —Al diablo con las formalidades, ya me enteré acerca de un vídeo que está circulando entre tus estudiantes.

           —Sr. Morales, creo que deberíamos de tratar ese tema tan delicado en persona, el asunto no es tan simple como parece.

          —No tengo tiempo para tonterías, mejor dime ¿Quién fue el gusano que se metió con mi bebé?

           —Sr. Morales, no le puedo dar esa información, es un asunto confidencial, pero le ruego que venga a la escuela para hablar sobre este asunto y encontrar una solución.

           —Escúchame bien, la única solución que quiero es el nombre y dirección del involucrado, en caso contrario, solo necesito de una llamada para hacer que cierren tu escuela y termines en un pequeño empleo anónimo si es que te salvas de la prisión por ser tan negligente y no tener control de tu personal.

           Raymundo suspiró.

            —Si coopero, ¿me puede garantizar que no tendré que preocuparme más del asunto?

           Christopher sonrió al saber que ya lo tenía donde quería.

           Esa misma noche, Christopher llegó al edificio de departamentos en el que vivía Xavier y su familia, tenía alrededor de una hora esperando montado en su motocicleta, resguardado en un sitio oscuro que encontró con buena vista, iba vestido completamente de negro, con el revolver guardado en la cintura. Al no ver rastros del auto asumió que su objetivo aun no llegaba, temía que no pensara volver a su casa y huyera, o que el director le hubiera dado una dirección falsa o lo hubiera alertado, lo dudaba mucho, por los intereses del hombre, prefería no arriesgarse a posibles represalias.

           Christopher empezaba a desesperarse cuando vio un Volkswagen llegando, era él, tenía que ser él. Xavier salió del auto, tenía una enorme angustia marcada en el rostro y se le cayeron las llaves una vez. Era la oportunidad que necesitaba Christopher, cuando recordó que tenía el arma descargada, por seguridad llevaba las balas en el bolsillo para evitar dispararse a sí mismo, mientras ponía las balas se le resbaló una, la alcanzó a atrapar en el aire y se la guardó en el bolsillo, «solo hace falta una bala para hacer el trabajo y ya tengo cinco en el arma» pensó, odiaba llevar puestos esos malditos guantes, pero no quería dejar huellas en el arma, al terminar de cargar el arma, su hombre ya estaba subiendo las escaleras, Christopher maldijo por lo bajo, consideró seguirlo y asesinarlo en su casa, pero le parecía probable que viviera con alguien más. Quizás debía de esperar al día siguiente para hacerlo, pero eso aumentaba las posibilidades de que el tipo saliera de la ciudad, por otro lado, podría ser una señal, quizás la solución no era aniquilar al hombre, podría asustarlo para que se largara...

           No, tendría que acabar con ese problema de raíz, Christopher sintió un presentimiento y decidió esperar, se acercó al auto y vio una caja llena de pertenencias, era típico que cuando despedían a un ejecutivo este cargara su mundo en una pequeña caja, quizás acababan de despedirlo luego del vídeo, había oportunidades de que saliera de nuevo por sus cosas, si, Christopher esperaría.

           No fue una sorpresa tan grande para el chico ver a Xavier bajando de nuevo, esta vez estaría listo, movió su motocicleta a un punto estratégico para dejarla lista para su huida, se apeó, revisó el arma y volvió a apoyarse en la gran sombra del edificio para que su víctima no lo viera.

           Xavier se acercó a su auto, por un segundo pareció que subiría y daría una vuelta, pero casi al momento dio media vuelta y se dirigió en dirección a la calle, justo cuando estaba a punto de pasar frente a Christopher este le gritó.

           —¡Xavier! ¿Es usted Xavier Casillas?

           Xavier saltó del susto, parecía que tenía dificultades para ver a la oscuridad, pero al aguzar la vista logró ver a Christopher.

           —¿Quién lo quiere saber? ¿qué es lo que... un momento, te conozco, eres...

          Antes de que Xavier terminara de hablar Christopher sacó el revolver y le apunto con él.

          —El hermano de Susan ¡te dije que no te atrevieras a tocarla de nuevo! Pero no me hiciste caso... No pudiste evitar ser el cerdo que eres y la usaste.

          —N-no... no entiendes, yo no busqué que pasara, Su-Susan me buscó a mí, y-yo...

          —¡Mientes! Mi hermana nunca haría algo así, ella es muy hermosa, ella no necesita de ancianos asquerosos ¿por qué lo hiciste? Le arruinaste la vida... —dijo Christopher sin notar como las lágrimas empezaban a correrle por el rostro.

           —Y-yo... yo... la verdad... la verdad es que no sé por qué lo hice... tengo una hermosa esposa que siempre ha sido una gran compañera, tengo un hijo de tu edad... no sé por qué hice esto... no sé por qué les hice eso.

          Xavier bajó la mirada.

         —Mejor cállate y arrodíllate.

         Xavier se arrodilló sumiso.

         —Quizás esto es lo que merezco —dijo en un susurro muy bajo.

          —¿Esa es tú respuesta? ¿No sabes por qué violaste a mi hermana? —preguntó Christopher con los dientes apretados mientras acercaba el cañón del revolver hasta tocar la frente de Xavier.

          —Lo siento chico, no arruines tu vida —dijo Xavier.

          Antes de que Christopher pudiera reaccionar, Xavier le torció la mano, le arrebató el revolver, se puso el arma en la sien y disparó. La sangre voló por todas partes. Christopher escuchaba un intenso zumbido, se sentía mareado y se dio cuenta de que tenía el rostro manchado de sangre, se limpió desesperadamente las manos y miró a todos lados, asustado de que alguien apareciera de repente o llegara la policía. Se obligó a moverse, no le importó dejar el arma en el suelo, ya no la necesitaba, subió a su motocicleta y arrancó.

El Juego del CrustáceoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora