9. La Guerra de la División

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Esa vez dormí tranquila, sin pesadillas, y no me desperté hasta que sentí que Drac me cogía en brazos. Abrí los ojos poco a poco y volví a ser consciente de donde estaba. Antes de poder darme cuenta de lo que estaba sucediendo, el corazón me dio un vuelvo al notar que caíamos al vacío. Reprimí un grito. Drac había saltado por la ventana, nada más que para emprender el vuelo rápidamente.

El cielo ya era completamente negro, y esa noche estaba repleto de estrellas. Noté enseguida que Drac me había vuelto a bloquear el viento, y en verdad se lo agradecía.

-Puedes dormir si quieres –me sorprendió Drac-. No pasa nada.

-Iba a llevarte yo a ti -le recordé.

-Más tarde, ahora descansa.

-No voy a dormir más.

-Da igual, te llevo hasta que nos alejemos un poco de aquí. Si quieres luego me llevas tú. Aún quedan unas horas para llegar a Ventum, y tú también necesitas descansar.

-Vale, de acuerdo. ¿Pero no prefieres llevarme en la espalda?

-Eso sí que mejoraría el viaje, la verdad.

Un tramo después descendimos, y subí sobre su espalda.

Y supongo que así terminó el día de mi decimoséptimo cumpleaños. Bueno,no había sido el mejor, pero estaba segura de que tampoco el peor. Para mí, eldía de mi cumpleaños siempre había sido el día en que me obligaban a ponerme micorona y el vestido más caro que eligiera llevar, que siempre terminaba siendoazul, y mostrar una sonrisa en todo instante.

Me habría gustado saber cómo habían ocultado los reyes mi desaparición durante el desfile y el banquete. Aunque probablemente no lo hubiesen celebrado. En cualquier caso, tendrían que dar alguna explicación. Y podía ser una excusa muy poco creíble para algunos. El simple hecho de hacer quedar mal a mis padres me puso de buen humor.

Pero un pensamiento apareció en mi mente como un martillazo. Me estaba alejando de mi hermana, de nuevo, y seguía sin ninguna pista sobre su paradero. Ella fue el motivo principal por el que decidí irme de palacio. Por lo menos, mi viaje me había llevado a descubrir que mi vida, hasta entonces, no había sido para nada como yo pensaba que era, sino otro de los cuentos que mis padres me habían estado contando.

Antes de darme cuenta, llegamos al límite entre Flos y Quercus, un largo espacio en línea recta en que desaparecían los árboles. Quercus era la capital de Viridi, y el distrito en que se encontraba el palacio del rey Jeremy, otro aliado de mis padres. No lo había pensado, pero debía andarme con especial cuidado en aquel reino.

Las ciudades y pueblos de Viridi no eran como el resto de los reinos. En su totalidad, Viridi era un gran terreno boscoso en el que se habían construido casas y edificios. La forma cambiante del bosque había provocado, a lo largo de su historia, un sinfín de relatos de desapariciones. Se habían esparcido leyendas que trataban de explicarlas, hablando sobre portales que aparecían frente a algunos afortunados, y llevaban a otros mundos a los valientes que se atrevían a cruzar el linde, para después desvanecerse sin hacer un solo ruido. Aquellos bosques eran, sin lugar a duda, el lugar en que más personas desaparecían y, aunque se realizaran búsquedas, rara vez se encontraba a alguien.

Otro de los rumores más recurrentes era que, perdido en la inmensidad de su extensión, se encontraba el primer laboratorio que fabricó el Mut-Oculi. Después de él, se habían construido otros a lo largo de los cinco reinos, pero muchas veces eran descubiertos y destruidos. Los fabricantes eran encarcelados de por vida. Sin embargo, que el primer laboratorio estuviese allí era sólo una leyenda. Nunca se había encontrado ninguna pista que lo verificara.

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