~~Capítulo 11~~

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Dante

Necesito que saquen sus libretas para que apunten lo que verán en la pantalla. - Escuché al profesor. Saqué mi libreta con la poca energía que tenía. Dormí muy pocas horas anoche. Y todo porque lo único que hacía presencia en mi mente a las dos de la mañana eran sus ojos. Los ojos verdosos de la chica pelirroja. Y sus pecas. Las cuales podría contar por una eternidad. Pero tengo que hacer lo que le dije a Hades que haría. Alejarme. Pero no pude negarme cuando me pidió ayuda el miércoles pasado.

Buenos días - A veces creo que la voz de Marina tiene por lo menos una pizca de cafeína. Es suficiente para despertarme.

-Buenos días. - Le respondí sin siquiera mirarla.

- ¿Dormiste? - preguntó entre risas.

¿Qué tan terribles están mis ojeras? - No pude evitar el llevar mi mirada hacia ella.

-Demasiado. - respondió, enseñándome su sonrisa perfecta que lograr alumbrar el salón entero.

La clase comenzó, alimentando mi sueño. Pareciera que en horario escolar, las horas pasan más lento de lo usual. Mi mente ya no se logra concentrar en las clases. Pasó idealizando lo que hubiese sido de nosotros si estos últimos diez años los hubiese pasado a su lado. También en sí se acordará de mí. Lo cual dudo mucho. Pero no pienso quedarme con la duda.

- ¿Cuál es tu recuerdo favorito de tu infancia? - Le pregunté a Marina, alejando su atención del profesor.

Los recuerdos con mis papás son mis preferidos. - Mencionó, mirándome. Sus ojos verdes conectando con los míos. Olvidé que sus padres habían muerto. Así que solo asentí con la cabeza y alejé mi mirada de ella.

¿Y él tuyo? - Me pregunto. Lo primero que pasó por mi mente, eran los recuerdos con ella. Cuando todos los días después de llegar de la escuela jugábamos baloncesto hasta que anocheciera. Lo dulce que sonaba su risa, lo gentil que era cuando me empujaba al querer quitarme la pelota. A pesar de que sucedió hace diez años, siguen siendo mis recuerdos favoritos. Y siempre lo serán. Pero no le puedo decir eso.

-Cuando vivíamos con nuestros padres. - Le respondí. De inmediato, alzó la mirada ante la sorpresa.

- ¿Ya no vives con tus padres? - preguntó, justo como esperaba que lo hiciera.

No. - Comencé. - Hace diez años nos abandonaron a mis hermanos y a mí, se fueron a España, nadie supo a qué parte de España. - Sus ojos me miraron con cautela, casi con lástima. Y de inmediato me arrepentí de decir lo que acababa de decir.

- ¿No los has visto desde que se fueron? - preguntó interesada.

-No, desde que se fueron, nuestra tía Esperanza se quedó en cargo de nosotros, pero ahora está enferma, bajo los cuidados de un profesional, así que ahora yo estoy en cargo de mis hermanos. - Sus ojos no se alejaron de mí en ningún momento. Y mis ojos tampoco tenían planes de dejar de mirarla.

-Yo también. - Fue lo primero que dijo en cuanto deje de hablar. - Mis padres fallecieron, y desde ese entonces, yo he estado encargo de mis hermanas menores.

- ¿De qué fallecieron tus padres? - Mis padres nunca me dijeron que murieron los padres de las Carrillo. Me da curiosidad saber-.

-Accidente automovilístico.

La clase eventualmente terminó. De un minuto a otro, ya no encontrábamos empacando nuestras cosas para ir a nuestro descanso. Nuestro descanso no duró más de quince minutos así que ahora me encontraba sentando, escuchando lecturas aburridas de nuevo. A lado de ella, de nuevo.

Dirigí mi mirada hacia ella. Sus ojos fijos en la profesora, intentando prestar atención.

-Tienes ojos muy bonitos. - Le dije. Me miró, y sonrió con cautela.

- ¿Si te das cuenta de que tus ojos son del mismo color que los míos? - me preguntó.

Entre Mil MaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora