2. Primer día

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Bell

Se me hacía tarde para llegar a mi primera lección del año y eso, definitivamente no era nada bueno.
Mientras abandonaba a prisas la habitación donde mi hermana aún dormía como el dulce angelito que era, por mi mente solo rondaban dos pensamientos, el primero: ¿Quién demonios era el corruptor de menores que amenazaba con arrebatarle la inocencia a Megan? El segundo: ¿Por qué razón siempre tenía que estar corriendo para llegar a cualquier lugar?, en serio, el tiempo me odiaba. Está bien que si te levantas tarde, pues, llegues tarde, es algo lógico. Pero, el caso es que conmigo esa ley nunca aplicaba, porque aunque me despertara a las cinco de la mañana para estar en otro lugar a las diez, siempre, pero sieeempre, llegaba justita de tiempo y con el corazón en la boca a donde fuera. Para mi suerte, serían cerca de las ocho menos cuarto cuando atravesé corriendo la puerta principal del bloque de danza y mientras recorría el espacioso pasillo para llegar a la puerta A, aproveché el impulso para irme deshaciendo de mis tenis, así que, me apoyé contra una pared cercana, me los quité y los introduje en la mediana mochila sobre mi espalda, extrayendo de ella, al mismo tiempo, mis zapatillas de medias puntas, las cuales, me fui colocando dando saltitos como un conejo por el resto del pasillo hasta llegar a donde me proponía.

Para cuando atravesé la elegante puerta blanca del aclimatado salón ¡UFF!, pude respirar con calma. Solo había dos chicas en el recibidor colocando sus pertenencias en los lockers aparte de mí.« Qué suerte», pensé. «¡Ja, toma eso, tiempo, me lo pusiste difícil, pero llegué! »

Sin demorarme más de lo necesario y con el corazón y el pulso aún por los cielos, busqué mi apellido entre los carteles de cada uno de los casilleros. Cuando lo hube encontrado, tomé de uno de los bolsillos de mi mochila las diminutas llavecitas que me habían dado en la recepción de la residencia el día anterior. Las introduje con cuidado en el cerrojo y en cuanto estuve segura de que la puertecilla estaba abierta del todo, dejé mis pertenencias dentro. Cerré con un "clic", y pasé a firmar mi asistencia.

- ¡Buenos días, simples mortales!-dijo una voz chillona a mis espaldas

Una chica pelirroja, con una sonrisa demasiado amplia para ser genuina, pasó junto a mí camino a los casilleros. Yo estaba en el recibidor, firmando el papel de matrícula.

-Ya se había tardado mucho en aparecer la muy creída.

Alcé la mirada para fijarme en la chica morena de rostro agradable que entornaba los ojos a mi lado. 

-Disculpa. ¿Has dicho algo?- le pregunté confundida.

-No, tranquila- se fijó en mí-. Son tonterías mías. ¿Has terminado de firmar?

-Sí-respondí, cediéndole el espacio.

-Pero si miren lo que tenemos aquí- la pelirroja apareció por sorpresa de detrás de ella, acercándose a mí con una sonrisa que parecía más de hipocresía que de felicidad-. ¿Eres nueva, cierto?- me escaneó de arriba abajo, tomando un mechón de mi cabello entre sus delgados dedos.
- ¿Becada o financiada?

No sé, por qué, pero me dio la sensación de que las palabras habían escapado de su boca con cero amabilidad.

-Becada- respondí con orgullo.

-En serio- soltó el mechón con desprecio, haciendo una mueca-. A veces me pregunto, hasta dónde va a llegar la caridad en esta institución, es que de verdad no entiendo que necesidad hay de tanto. ¡Quítate!- empujó a la morena a un lado para ocupar su lugar delante de la hoja.

Sip, definitivamente, esta chica tenía tolerancia cero a la amabilidad.

-¿Me prestas un boli?- me preguntó directamente,  ladeando  la cabeza con aires de superioridad.

Las raíces de Bell [SIN EDITAR](LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora