48; Para siempre

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Dos meses después.

Madrid, España.
Clara—.

Hoy es el día más esperado por Rodrigo y por mi, por nuestra familia. Hoy es el día de nuestro casamiento.

Mis manos tiemblan y mi pierna derecha no la puedo dejar quieta, los nervios me comen viva y yo nerviosa soy capaz hasta de hacer cualquier estupidez.

Sé que ya están todos en la iglesia, esperándome. Sé que está Rodrigo esperándome en el altar, cómo si fuera una película; y así lo estoy viviendo, pero no sé que género es la película. Estoy nerviosa y para ser sincera también tengo un poco de miedo por un lado, miedo al no saber si estoy haciéndo bien o mal al casarme, con miedo a lo que va a ser el futuro después de esta decisión, pero por otro lado lo quiero hacer, estoy segura de que esto es lo que siempre quisimos con Rodrigo, siempre soñamos con este momento y ahora que por fin llega es algo increíble.

Siento la puerta abrirse y veo a mi papá entrar, él al verme rápidamente se tapa la boca con las manos y se gira, su cuerpo se ablanda y escucho cómo ahoga sus sollozos entre sus manos. Sé que es muy importante esto para él, soy su única hija mujer y soy la menor, el ver que estoy a punto de casarme es un golpe fuerte para él, por que soy su hijita chiquita todavía.

—No, no puedo.

Dejo el ramo de flores blancas sobre la mesa y me acerco a él, para abrazarlo mientras su cara está empapada de lágrimas.

—Por dios hija, estás hermosa. Sos una princesita mi vida, no lo puedo creer.

—¿Estoy linda o más o menos?—pregunto.

—¿Cómo vas a preguntar eso, mi vida? Estás perfecta, siempre lo fuiste, siempre fuiste una chica que destacas por tu belleza. Hoy sos una princesa con ese vestido, estás totalmente hermosa hija.

Y escuchar eso me reconforta un poquito más.

—¿Basti?

—Está con Thomi, hija. Le quedó hermoso el trajecito, está muy bonito el tigre. Está bien, quédate tranquila, está con nosotros y tus suegros.

Hoy lo ví poco y nada, estuve a full con el maquillaje, peinado, el vestido, todo. Me dió tiempo a bañarlo, cambiarlo, peinarlo y solo pasar una hora nomás con él y cuándo mis papás se lo llevaron se fué llorando, si casi ni me vió a mí y a su papá menos, Rodrigo además de arreglarse, también tenía que estár chequeando el salón y todo el resto.

—¿Lloró mucho?

—No, hija. Tu mamá lo calmó dándole la mamadera, se durmió y hace un ratito se despertó buscándolos, pero cómo estaba Thomi se calmó con él.

Me quedo tranquila al saber que mi hijo ya está mejor, me dió mucha pena el no pasar tiempo con él hoy.

—Vamos al auto, mi vida. Tenemos que ir para la iglesia. Afuera hay mucha prensa, pero quédate tranquila que pusieron unas vallas para que no se acerquen, igual que en la iglesia.

—¿En la iglesias también están?

Él asiente.

Que molestos son, ni siquiera en un día tan especial cómo este dejan de molestar.

Bastián; Rodrigo de PaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora