CAPITULO II

243 43 13
                                    

—¡Jeno! Ven aquí por favor— Mark le llamó desde el pequeño comedor de dos asientos. Mordió su labio mientras pensaba que más agregar a su lista. Hace dos días, Johnny le había ofrecido cuidar a su hiio a cambio de lecciones de cocina.

Ayer, después de trabajar, Mark le llamó y acordaron que Johnny visitaría el departamento al día siguiente para hablar sobre hacer de niñero para su hijo... a cambio de lecciones de cocina.

El hecho de que Johnny fuera especial, algo fuera de lo común y muy respetable no quería decir que Mark podía confiar en él. No podía entregarle a su hijo a un extraño, especialmente si Jeno no se sentía cómodo con eso. Mark tenía que asegurarse de que su hijo estaba a salvo con Johnny tanto como lo estaba a su lado, sino es que más.

Mark tenía que actuar de esa forma, no podía permitirse caer nuevamente por otra fachada de ojos amables y sonrisa. Dos características de las cuales Johnny tenía una; ojos de color negro aunque sin sonrisa, algo que probablemente debería preocuparle pero no lo hacía.

Por el momento había escrito dos listas. La primera eran cosas de Jeno, su hora de dormir, comidas, cuestiones sobre su personalidad entre otros puntos. La segunda eran dos recetas sencillas, una de arroz con pollo y la otra era el platillo favorito de Jeno, macarrones con queso hechos en casa.

Se encontraba nervioso por varias razones, para empezar, aún no le había hablado de esto a Jeno (lo cual pensaba hacer en ese momento) pero también, desde que se divorció no había tenido a ningún hombre alfa en su hogar. Mark no había descubierto aún por quien estaba más asustado, si por Jeno o por sí mismo. No sabía si era porque Daniel lo había traumatizado o porque estaba temeroso de dejar que algo como lo que vivió sucediera de nuevo.

Gracias a todo lo que pasó se había convertido en un omega fuerte, aunque aún era tímido en ocasiones. Algunas veces lloraba por las noches, algunas otras no podían descansar, teniendo que asegurarse cada pocos minutos que la puerta estuviera cerrada, asegurándose de que lo malo se quedara fuera, incluso si eso malo tenía una orden de restricción.

Mark trabajó sin cesar durante ese periodo infernal de tres meses. Desde tener que buscar un empleo que le permitiera llevar a su hijo, hasta mantener la cordura por su hijo. Intentaba siempre sonreír mientras estaba cerca de Jeno, incluso si el pequeño nunca sonreía de vuelta. Aquello no importaba, porque Mark sonreía y sí lo hacía, significaba que ellos estarían bien.

Jeno nunca sonreía.

Mark no recordaba que alguna vez lo hubiera hecho, aparte de cuando era muy pequeño y Daniel estaba en su trabajo. No era un niño malhumorado, era asustadizo y extremadamente emocional. Jeno era como el gemelo de Mark, por dentro y por fuera.

Este momento era decisivo.

Apenas habían terminado el desayuno y quería saber el punto de vista de su hijo. Estaba preocupado de cómo lo tomaría, especialmente cuando descubriera que Mark ya no estaría con él todo el tiempo, pero era algo que realmente necesitaba, algo que ambos necesitaban demasiado. Si encontraba un segundo empleo podría ahorrar dinero e ir de vuelta a la corte para hablar de rechazar la manutención.

Jeno y el podrían mudarse a Alaska, tal como siempre había querido y así se olvidarían para siempre de ese lugar. Su hijo podría comenzar la escuela, hacer algo con su vida (cosa que Mark desearía haber hecho.)
Podrían comenzar de nuevo y ser felices, lejos de cualquier recuerdo de su pasado.

Alaska era algo que le había sido prometido cuando recién se había casado, pero agradecía que nunca se hubiera mudado, de esa forma un lugar tan hermoso no les había sido arruinando.

—Hola, mi niño precioso— Mark llama afectuosamente, estirando sus brazos hacia el pequeño que tallaba sus ojos, cuando llega a su lado, lo levanta con un solo movimiento y lo sienta en su regazo, —¿necesitas una siesta?

Winter In My Heart | 𝐉𝐎𝐇𝐍𝐌𝐀𝐑𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora