Capítulo 4: Maddy

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En menos de un segundo paso de golpearme contra al muro a estar en el suelo y caer sobre mi muñeca. Un fuerte dolor me recorre y gimo mientras acuno mi brazo aún en el suelo.

— Ay, lo siento – escucho la voz de Jessica, mientras miro hacia arriba y veo como suelta una risita – no te vi

Ni siquiera puedo sentir enojo mientras la veo pasar encima de mi con sus tacones de ocho centímetros de color azul eléctrico. Jessica siempre está haciéndome bromas pesadas o diciendo cosas en doble sentido que no entiendo, haciéndome sentir estúpida. Ella es solo una de las cientos de razones que tengo para abandonar la universidad. Aunque no puedo creer que realmente no me viera ya que me empujo por la espalda, nunca había llegado a lo físico.

Maldita sea, esto duele.

Veo algunas caras conocidas pasar cerca de mí, pero nadie me ayuda, así es como es siempre. Me apoyo en mi mano izquierda para levantarme manteniendo mi mano derecha cerca de mi cuerpo. Quiero llorar. Es gracioso pero cada vez que algo malo me ocurre me siento tan triste que ni siquiera me puedo enojar, y aunque me enojara no sabría qué hacer con eso.

A pesar del dolor, entro en secretaria para entregar los papeles lo más pronto posible para iniciar el tedioso tramite de deserción escolar, yuju. Luego de sacarme este peso de encima, puedo pasar a la enfermería de la universidad y esperar que me puedan recetar algo para el dolor. Pagar dos años de matrícula merecen al menos una receta médica.

Luego de hablar con la secretaria y la encargada me limito a responder sus preguntas rápidamente y de la forma más concisa posible, intentando no alargar esto más allá de lo necesario.

Cuando termino, la muñeca me late dolorosamente. Paso por enfermería y el chico que se encuentra ahí es un practicante, sin embargo, rápidamente me señala que me torcí la muñeca. Me venda rápidamente y me da algunos relajantes musculares y antibióticos. Para cuando regreso a casa ya son las doce del día y mi estomago gruñe, me encuentro a punto de entrar a mi edificio cuando recuerdo que debo ir a casa de Katty por las llaves.

Justo en el momento que decido cruzar la calle reconozco el coche del hermano de Katty estacionándose fuera de su casa. Ni siquiera tengo tiempo para reaccionar cuando Alexander baja del coche e inmediatamente sus ojos se posan en mí, una pequeña sonrisa se comienza a formar en su rostro hasta que su mirada cae en mi brazo y muñeca vendada.

— ¿Qué te paso? ¿estas bien? – Pregunta mientras se acerca a mi e inspecciona mi brazo – Voy a llevarte al hospital – Dice con preocupación en su rostro haciendo que mi corazón de un pequeño salto.

— No... Calma, solo fue me caí y ya fui a la enfermería de mi universidad, no es necesario.

— De todos modos, debes ser tratada – insiste

— Te juro que estoy bien, solo tengo algo de hambre, comeré algo en casa y descansare.

Frunce el ceño y me mira por unos segundos hasta que pareciera que decide algo.

— Bien, te llevo a comer, vamos – dice mientras vuelve a abrir la puerta del coche.

— Espera... ¿no vienes a ver a Katty?

— Ella puede esperar

— De todos modos, necesito verla – insisto – deje mis llaves dentro y ella tiene una copia.

Aún hay preocupación en su rostro y una creciente oscuridad en sus ojos, cuando va y toca el timbre de la casa de Katty. Enseguida abre la puerta y está sonriendo con mis llaves en la mano cuando lo hace, creo que estaba escuchando detrás de la puerta.

— Hola chicos – dice mientras me entrega las llaves y una bolsa a Alexander – Todo listo, vayan a comer, yo puedo cuidar de Corderito por un par de horas si quieres.

— ¿Está bien? – digo algo insegura, todo está pasando muy rápido.

Sin decir otra palabra, Alexander me acompañada hasta su vehículo con una mano es mi espalda y me abre la puerta para luego cuidadosamente ayudarme a entrar y colocándome el cinturón de seguridad.

En el transcurso del viaje noto que nos dirigimos a una parte de la ciudad que no he visto antes, sin embargo, puedo notar porque ya que todo parece muy lujoso. Cuando estaciona y me ayuda a bajar del vehículo nos dirigimos a una calle llena de restaurantes y me doy cuenta de que durante todo el camino no suelta mi mano. Miro nuestras manos aun juntas mientras el pide una mesa en la recepción del restaurant. Siento mi estomago un poco raro y mi corazón está golpeteando un poco más fuerte de lo normal. Además, siento que tengo las mejillas calientes mientras escucho a la recepcionista hablar con Alexander.

— ¿Una mesa para dos solamente señor?

— Si, por favor

— Excelente, enseguida lo acompaño a usted y su esposa, espere un segundo.

— Claro, no hay problema.

Mientras la recepcionista nos acompaña a nuestra mesa y camino junto a Alexander, tiro de la manga de su chaqueta para llamar su atención.

— ¿Qué pasa cariño?

— ¿Por qué me dices cariño? - le digo susurrando y sintiendo mis mejillas aún más calientes. Debo parecer un tomate.

— ¿no te gusta?

Guardo silencio mientras tomamos asiento y dejan en la mesa los menú.

— Si – le digo mientras evito mirarlo a los ojos. Y cuando vuelvo a voltear la mirada hacia él, veo que está sonriendo.

— Bueno, vamos a comer - dice mientras baja la mirada hacia el menú - hay cassoluet, la mouclade de charente, oh y mira hay graten delfines. ¿Qué prefieres?

— ¿no hay papas fritas?

Cerradura de Amor | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora