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Y ahí me encontraba, en un acantilado. La brisa del mar de Irlanda golpeaba mi cara con tal serenidad que me sentía la mujer más dichosa de todo el mundo.
Habíamos estado en el mismísimo lugar donde Afrodita había nacido, con los pies sobre la arena casi blanca del lugar y el agua cálida, pero a la vez fría que tocaba nuestros pies de vez en cuando, cada que las olas regresaban a la orilla desde el mar.
El verano, se sentía de una manera muy distinta en Italia, con las altas temperaturas que alcanzaba, a diferencia de Londres, donde llovía muy seguido.
En Francia, visitamos la nueva sensación entre los franceses, el Monte Saint-Michel. Un lugar digno de ser retratado en un cuadro.
Y aún con todas esas preciosidades que habían presenciado mis sentidos, me encontraba de pie sobre un acantilado, maravillada por la increíble brisa de Irlanda.
En mis manos, tenía la última carta que Benedict me había escrito. Leí la carta por vigésima vez (seguramente).Navidad fue toda una locura, Augie y Rupert hicieron un desastre en el mantel de mi madre.
Henry y Eloise rieron de eso, mientras tú madre y la mía los miraban como si fueran a matarlos ahí mismo.
Ojalá hubieras estado ahí.Apuesto a que sigues en Francia.
Pero no me preocupa donde estás, porque pienso en ti todo el tiempo, amor mío.
Eres la protagonista de mis sueños y la mujer que vive en mi cabeza cuando estoy despierto.
No puedo esperar a que regreses, te extraño con toda el alma.Mis pinturas son todas sobre ti, otra vez.
Las he colgado todas en nuestra casa.
El señor y la señora Crabtree decoraron todo el pasillo con ellas.
Le dan vida a la casa. Tu resplandor es tan fuerte que incluso a través de un cuadro puedes darle vida a nuestro hogar.
Ansío tanto que llegue abril.Te ama con locura, Benedict.
14 de enero de 1815
Atraje la carta hacia mi pecho, apretujándola con anhelo, pero sin arrugarla.
Había sido la última, en enero. Estábamos a unas horas de regresar a Londres, y no había recibido correspondencia de su parte desde el 14 de enero.
Entendía porque sus cartas eran menos concurrentes con el paso de los meses.
Cada vez me encontraba más lejos de Londres, tanto que las cartas llegaban mucho después de lo esperado, e incluso, el mismo día de nuestra partida hacia otro país.
También comprendía si a Benedict le había cansado escribir tanto.
Tenía 15 de sus cartas, pegadas al diario que mi madre me había regalado. Las cartas marcaban cada día e incluso, países. Era una bonita adición a mi diario. Todas y cada una estaban dentro del encuadernado de cuero, a excepción de la décimo quinta, esa que tenía en mis manos en ese preciso instante.Benedict me informó bastante de los acontecimientos que sucedieron en Londres, al igual que Daphne, Eloise, Kate y Amy.
Mi hermana estaba embarazada de su segundo bebé. Daphne también lo estaba, tenía unos meses de diferencia con Amy.
Kate y Anthony aún no esperaban hijos por el momento, pero claro que los querían.
Eloise estaba inmersa en sus asuntos, pero en sus cartas me hablaba de un chico que no le sacaba tanto de quicio como los demás. Por sus descripciones..., parecía ser mi hermano Henry.
Edwina estaba experimentando sus primeros dos meses de embarazo. La familia se agrandaba cada vez más.
Y dejando un poco de lado la vida de terceros, Benedict compró una propiedad, cerca de Winchester Hall y Aubrey Hall.
Una bonita casa de campo a la cual apodamos "La casa del lago", aunque, después le hicimos un nombre, terminando por llamarla "Lavender Hall".
Nuestro futuro hogar, estaba rodeado de lagos y árboles frondosos, o eso era lo que Benedict me describía con tanto entusiasmo en las cartas.
Además, para las temporadas sociales, mi padre había adquirido una casa especialmente para mi, cerca de la casa Hastings (el hogar de Daphne), a solo unas cuantas manzanas. Todos sabían lo cerca que teníamos que estar ella y yo.
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The Lakes
RomanceLa hija mayor de los marqueses de Winchester se envolvió en un escándalo. Mentir y mudarse a Escocía la salvó de quedar arruinada. 5 años después, la familia decide regresar a Londres para que su hija menor debute en la sociedad. Pero a pesar de el...