Treinta.

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Había pasado ya una semana desde que Jungkook se fue.

Lo único que recibía eran llamadas cortas preguntándome cómo estaba y uno que otro mensaje de buenas noches, asegurándome que todo estaba bien.

¿Realmente lo estaba? ¿qué estaba pasando?

Intenté centrarme en mis actividades que ya había estipulado diariamente, pero al final del día, el resultado siempre me llenaba de tristeza pues la costumbre de esperar con emoción a Jungkook lastimaba mi corazón.

Me sentía realmente mal y no sabía si era por la confusión de no saber qué pasaba en realidad o era alguna señal de mi cuerpo.

Había despertado desanimado, ¿qué caso tenía levantarme? si mi última actividad de rutina me haría sentir de la misma manera.

Me levanté tarde, sólo bajando a tomar algo de jugo para después volver a mi habitación.
El día no pintaba nada bien, me dolía terrible la cabeza y no era un día soleado, el cielo era arruinado por enormes nubes grises apuntando una fuerte lluvia dentro de horas.

¿Qué más daba si me la pasaba encerrado hoy? Nada cambiaría, ni el clima, ni mis padres volverían, ni Jungkook tampoco. Todo seguiría normal así que, ¿qué importaba?

Regresé para meterme debajo de las cobijas nuevamente y dormir, no sin antes haber tomado algunas pastillas para el dolor de cabeza que sentía que cada vez se hacía peor.

Entendía los sentimientos confundidos de Jungkook y a pesar de que no dudaba de su amor por mí, algo dentro de mí no podía evitar sentirse mal.
Quizá si no tuviera una enfermedad de por medio, el que Jungkook se alejara de mí no me afectaría, pero entiendo que lo hace por bienestar mental suyo, no todos los días puede estar bien y es completamente válido, existen sus días malos que se acumulan y no sabe controlar.

Y aunque lo entendía, lo que no podía comprender era su alejamiento de tantos días. ¿Es que acaso aún no se sentía bien? ¿qué estaba sucediendo que era más fuerte que él?

(...)

Las gotas caen, una tras otra, cuál lluvia estruendosa golpeando violentamente contra la ventana que retumbaba fuerte por el viento amenazante. Nuevamente estoy aquí, luchando con las pocas fuerzas que me quedan.

El reloj marcaba las 4:38pm cuándo mis ojos comenzaron a perder la lucha contra el sueño después de haber despertado y decidir volver a dormir por la pesadez que invadía mi cabeza.

Ahora me encuentro de pie, intentando sostenerme apoyando mis manos contra el lavabo y no estoy consiente si a amanecido o la luna sigue en su punto alto y brillante de la noche.

El espejo frente a mí comienza a desvanecerse junto con mi reflejo en él. Las piernas me tiemblan mientras reúno aire dentro de mis pulmones para gritar.
Grito con toda la fuerza que me queda, casi inexistente, pero lo suficiente para que unos pasos aumenten su velocidad mientras suben por las escaleras.

Caigo al suelo frío y empapado de mi propia sangre.
Sangre que escapa de mi cuerpo sin avisar a cualquier hora del día. Sangre con la que no he tenido buena relación estos últimos años.

Un sabor detestable y asqueroso inunda mis papilas gustativas, la sangre ahora no sólo desliza por mi barbilla, ahora amenaza en gran cantidad mi espacio bucal y eso sólo podía significar una cosa, estaba teniendo una hemorragia estomacal y una nasal.

Todo sería tan fácil si...

Escucho la puerta ser abierta abruptamente, para seguido sólo oír los gritos desesperados de mi madre mientras mi padre llama a lo que parecía ser emergencias.

Mi ángel, mi salvación / Kookmin. TERMINADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora