Una mala decisión

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Capítulo treinta y cuatro

—Lo que compraste parece rico —dijo Nadia mientras trataba de robarle a Ulises de su plato.

—¿Segura que no quieres una bebida? —preguntó él mientras terminaba de pagar.

—No, estoy bien así —dijo ella y los dos se fueron a sentar para comer más tranquilos—. Me sorprende que te manejes tan bien. Eres un CEO que compra en un festival.

Nadia recordaba que Ulises era terrible para socializar. En cambio, en la luna de miel no se había comportado como un niño mimado. Tampoco lo había hecho con Dionisio. Mientras pensaba en eso, él la interrumpió.

—Si comes eso te puede hacer mal —dijo él sacándole el cubierto—. El vendedor me dijo que tiene mucho picante.

—Quiero probar —dijo ella tratando de no imaginar tanto, y cerrando los ojos y abriendo la boca para que él le diera un pedazo de carne del plato.

—Está bien —dijo él y le dio en la boca.

Ella lo comió con temor, pero pese a que era un sabor fuerte, tirando a amago no sintió que le picara y cuando estaba por jactarse de eso la legua, los labios y la garganta le empezaron a arder como su estuvieran cubiertos de fuego. Le quitó la cerveza de las manos y se la tomó de un solo trago.

—Me pica, más, tráeme algo más —dijo ella mientras sus ojos se llenaban de lágrimas por el calor.

Ares se apresuró a traerle otra bebida que después de entregársela fue a pagarla. Cuando volvió con Nadia esta ya no sentía que la boca le quemara, pero estaba algo ebria.

—Eso fue horrible —dijo ella sonriendo como una tonta—. ¿Desde cuándo te gusta la comida picante?

—No me gusta. Solo quería probar ese plato —dijo él recordando que a Ulises no le gustaba lo picante y que vivía teniendo cefaleas—. Me duele la cabeza. ¿Podemos volver?

—¿Por qué? —Nadia lo miró poniendo la cabeza de lado y se puso de pie dejando su pecho a la altura de los labios de su esposo.

—Porque creo que tú también necesitas descansar —dijo él sonriendo mientras miraba los hermosos labios que su Minina tenía.

Ella aceptó y mientras caminaban de regreso pasaron por un pequeño rincón de rocas cerca del mar. Estaba oscuro por lo que él trató de darse prisa, pero Nadia aprovechó el momento y lo besó en los labios mientras lo acariciaba con un deseo que había estado conteniendo por dejar que la razón fuera la que dominara sus emociones. Ahora ebria solo podía desear a Ulises y volver a estar con él.

—Nad, detente —dijo él tratando de contenerse. No era lo que quería, pero sí lo que debía.

—¿Por qué? —preguntó ella sonriendo—. ¿Así no te gusto?

—Claro que sí, es solo que puede haber reporteros —dijo él y volvieron al hotel.

Al volver a la habitación, Nadia comenzó a desvestirse, ya que se sentía demasiado acalorada.

—¿Estás bien? —le preguntó al notar que estaba extraña.

—Creo que lo que tomé me hizo mal —dijo ella mientras que quedaba en la cama solo en ropa interior.

—Estás ebria, Minina —dijo Ares, mientras admiraba a la mujer frente a él.

—No... Tú estás ebria —dijo ella, ya hablaba sin ningún tipo de sentido.

—Te ayudaré a que te recuestes —dijo él mientras le sacaba las sandalias de los pies.

—Sabes, me ofende un poco que no me recuerdes —dijo mientras lo abrazaba y hacía que él cayera a la cama sobre ella—. Pero esta noche lo harás.

—Espera, Nadia —dijo Ares, mientras ella le bajaba los pantalones. Dentro de él había una lucha interna. No debía aprovecharse de ella ebria.

—En la ducha te gusta que lo haga. ¿Por qué no dejas que mi boca te pruebe? —dijo ella mientras cambiaba de posición—. Creo que en la cama puedo ser mejor.

—Espera, mejor duchémonos —él no había sido un hombre muy paciente y ahora Nadia lo estaba llevando a su límite.

—Mi cuerpo te extrañó demasiado. Aunque desearía estar con el Ulises que me recuerda —dijo ella mientras trataba de desnudarlo.

—Por eso. Esperemos a que yo recupere la memoria —dijo él haciendo otro intento de contener la situación.

Ella era una persona muy insistente, por lo que no pudo evitar seguir. Tomó la mano de su esposo y la puso entre sus piernas. Este se sorprendió al darse cuenta de que la zona estaba húmeda.

—Debes hacérmelo, mi cuerpo te espera —dijo ella de manera sensual provocando aún más a Ares.

—Quiero que te calmes. Piensa que si lo hacemos no habrá vuelta atrás —dijo él advirtiéndole de algo que ella no entendería.

—Yo quiero estar contigo ¿Tú no quieres estar conmigo? —preguntó ella algo mortificada con la voz más sexi de todas—. ¿A caso no me amas? ¿No me deseas?

—Claro que te deseo, solo dios sabe cuánto. Pero deberíamos esperar —dijo él con la poca fuerza que le quedaba.

Nadia estaba demasiado ebria y no podía controlarse. Si bien, deseaba que todo volviera a la normalidad. Ya se estaba haciendo a la idea de que Ulises tal vez nunca recuperaría la memoria.

—Te deseo —dijo ella como si le rogara—. Déjame seguir.

Nadia bajó y antes de que él pudiera decir algo, ya lo tenía en su boca. Le era difícil resistirse a ella, sobre todo cuando se dio cuenta de cómo lo miraba.

—Espera... —dijo, pero ella sonriendo se sentó a horcajadas encima de él.

—¿Te gustó? —preguntó ella de manera juguetona.

—Claro que me gusta, todo lo que tú haces —dijo él tragando saliva. Esta mujer era demasiado tentadora.

Él limpió sus labios e hizo que se recostara sobre la cama para poder estar sobre ella. Ella volvió a decirle cuanto lo deseaba y ya no hubo vuelta atrás. Ares tuvo relaciones con Nadia de la manera más apasionada y enérgica que sabía. Provocando que la joven le tuviera que pedir que redujera la intensidad varias veces. No pensó en ningún momento, ella se había convertido en su perdición. Ya no quería volver atrás. Ahora sería suya para siempre. A costa de lo que fuera, incluso si tenía que encargarse de que su hermano no volviera a ver la luz del día.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora