Se acercaban lentamente hasta que el teléfono del más bajo comenzó a sonar.
-Diga- contesto ya casi de costumbre el rubio-.
-¡Mcqueen! ¡No vas a creer lo que me paso! -.
-¿Mate? ¿Qué pasa? ¿Qué te paso? -.
-¿Recuerdas a Holy? ¿La linda espía de la otra vez? -.
-Emmm sí. Todavía me acuerdo de ella -.
-¿Pues adivina que? Está aquí, en Radiator Springs-.
-Wow, eso es asombroso, Mate-.
-Ya lo sé, ¿No es increíble? Bueno, ahora tengo que cortar, voy a llegar tarde a mi primera cita. Solo llamaba para avisarte -.
-De acuerdo, qué te vaya bien en tu cita -.
-Gracias, amigo. Nos vemos-.
-Adios-.
Después de esa pequeña charla, él número Noventa y cinco se dio cuenta, o mejor dicho se acordó de que en realidad no estaba solo.
-Oh, pues yo... Contestaba una llamada-.
-Emm, Francesco se dio cuenta -.
Hubo un silencio incómodo y después de unos minutos, el italiano decidió dar por finalizada esta breve he improvisada reunión.
-Bueno... Ciao Mcqueen-.
-Emm, Francesco -.
Francesco ya se había empezado a ir y al oír su nombre paró en seco y volteo a ver.
-Tú... Pues... Hablas italiano -.
El de ojos cafés se quedó quieto, mirándolo fijamente con una mezcla de sorpresa y seriedad.
-Ovviamente, Mcqueen. Sono italiano, ¿mi prendi per un falso? -.
-Te dije que no te entiendo-.
-¡Claro que Francesco habla italiano, tonto! -dijo este entre ofendido y molesto.
-Bueno, pues... Quería preguntarte si me ayudabas a aprender italiano. Ya sabes, por la competencia -.
-Oh, certo. Necesitas ayuda del mejorisimo corredor, Francesco entiende-.
-Ajá, ¿Eso es un sí? -.
-Tal vez, ¿qué gana Francesco con todo esto? -.
-¿Qué quieres? -.
Francesco lo pensó durante un tiempo hasta que finalmente sonrió complacido.
-Mcqueen deberá hacer todo lo que Francesco diga -.
-Eso es ridículo -.
-No tanto como tú bailando en un traje de gallina-.
-¡Hey! Te pedí un favor simple-.
-¿Sabes lo básico del Italiano? -.
-No-.
-Entonces Francesco no quiere quejas-.
-Bien, bien. Lo que sea-.
-Meravigliosa, ¿Cuando empezamos? -.
-Mañana, necesito aprender lo antes posible-.
-Da cordo, McQueen. Francesco te esperara a las 15:00-.
-Bien, allí estaré -.
Sin mover un musculo, los dos se miraron incomodamente hasta que Francesco decidió romper el "hielo".
-Bien. Ciao-.
-Adios-.
Ambos fueron casi corriendo a los lugares los cuales tenían que ir. Con los rostros en llamas y el corazón galopante, pensaban en repetidas ocasiones, lo que anteriormente había ocurrido.
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Aprendiendo italiano con Francesco Bernoulli
RomanceCasi todos los corredores de todo el mundo habían sido invitados a una carrera que tendría lugar en nada más ni nada menos que en Italia. Francesco x McQueen