¿Rechazada? Es una palabra que conoce de memoria.
¿Amor? Solo cree en el amor propio.
Eira llevaba una vida feliz hasta que el destino la obligó a unirse a aquellos que la rechazaron.
Ahora se deleitará jugando con los sentimientos de los hombres, a...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
SIMÓN MILLER
Había aparecido, como si años atrás no la habíamos visto salir del salón completamente destrozada, con el rostro completamente lleno de lágrimas.
Cuando paso todo esto era simplemente un adolescente estúpido, el cual se guiaba de todo lo que sus amigos seguían y en contra de mi orgullo en el presente podría confirmar que seguía con un poco de esa inmadurez.
PASADO
CENTRAL DE LONDRES - 16 AÑOS
Caminamos en la central acaparando miradas de todas las soldados, Bratt, Patrick, Christopher y yo éramos la sensación en la central.
— ¿Quién es ella? — preguntó Bratt.
Bratt Lewis, éramos amigos desde que éramos unos fetos en la central, pero Bratt había sido transferido apenas empezamos la primaria así que era normal que no recordara muchas caras.
— Es Eira Diora, la rechazada — hablé con incomodidad.
Christopher nos ignoraba mientras mascaba un chicle que le habían dado algunas de sus admiradores, Patrick miraba a la chica con duda y Bratt parecía hipnotizado.
— Dicen que es rara — siguió Patrick.
— ¿Por qué rechazada? Es linda — respondió Bratt.
Christopher se incorporó mirando a Bratt como si le hubiera salido tres cabezas, Patrick lo miraba raro y yo me sentí incómodo ante su respuesta.
— Estás demente — habló por primera vez Christopher ignorándonos y yéndose de aquí.
— No estamos seguros de porque la rechazan — intervino Patrick — Pero todos dicen que sus padres murieron por su culpa.
Cruel esa era la palabra que describía la situación.
— No tiene amigas, las niñas la evaden porque no les da buena espina — agregué.
— Son unos idiotas — respondió pero no acotó nada más a la conversación.
Eira Diora, era una niña linda pero los comentarios desde muy niños hacían que todos la rechazaran.
Fue un día el cual llegué al aula antes que todos, solo estaba ella leyendo su libro como de costumbre, pasé de largo y frené mi paso cuando pronuncio mi nombre.
Mi subconsciente gritaba miles de alertas y cerré mis ojos tan rápido presionándolos con fuerza.
— Lo siento pero no me gustas Eira.
Vi su reacción, como no esperaba esas palabras y asintió sin refutar sentándose e ignorando mi presencia.
Un sentimiento de pesadez inundó mi pecho antes de salir del aula rápidamente.
¿Qué carajos hice?
Así como yo la rechacé, también lo había hecho Patrick y ni hablar de Christopher.
No sabía exactamente si Eira era capaz de ilusionarse con todos o solo estaba buscando hacer amigos.
Seguí mi camino olvidándome completamente de la castaña que no volvió a dirigirme ni una mirada.
Ese mismo año fue cuando todos vimos salir a Eira corriendo despavorida y destrozada.
Recuerdo claramente esa noche. El salón de baile estaba lleno de risas y charlas animadas. Todos estábamos emocionados por el evento, disfrutando de la música y la compañía. Pero todo cambió cuando Eira Diora hizo su entrada.
Al principio, todo el mundo se quedó en silencio, sorprendido por su audacia.
¿Quién se creía que era, entrando con tanta confianza? Aún no había olvidado la humillación de ser la chica rechazada, y sin embargo, ahí estaba, como si nada hubiera pasado. Los susurros comenzaron a circular, aumentando en intensidad.
"Eira" dijo una voz clara, cargada de desprecio. Era Sabrina, siempre la primera en aprovechar una oportunidad para humillar a alguien. "¿De verdad creíste que serías bienvenida aquí?"
No reí pero todos los demás si, uniendo nuestras voces en una burla cruel.
Veían a Eira como un objeto de entretenimiento, alguien sobre quien descargar nuestras propias inseguridades y frustraciones. Nunca pensé en lo que esas palabras podrían hacerle, en cómo podrían desgarrar su espíritu. En ese momento, todo era un juego.
Pero la reacción de Eira fue inesperada. Su rostro se tornó pálido, sus ojos se llenaron de lágrimas y, sin decir una palabra, giró sobre sus talones y salió corriendo. Su vestido ondeaba tras ella, una imagen tan dramática que por un segundo, todos nos quedamos en silencio, sorprendidos por la intensidad de su reacción.
La seguimos con la mirada mientras cruzaba el salón y salía por las puertas. Su figura se desvaneció en la oscuridad, y por un momento, el salón quedó sumido en un incómodo silencio. Luego, como si nada hubiera pasado, las conversaciones y las risas se reanudaron, pero algo en el aire había cambiado.
Yo, desde mi posición, observaba la escena con una mezcla de incredulidad, decepción y vergüenza. Nunca había pensado que nuestras palabras pudieran causar tanto dolor.
Eira no merecía eso. Nadie lo merecía.
Más tarde, cuando salí al jardín en busca de aire fresco, la vi. Estaba sentada en un rincón apartado, con el rostro entre las manos. Parecía tan frágil, tan rota. Sentí un nudo en la garganta, una culpa que no había sentido antes.
En ese momento, comprendí que nuestras acciones tenían consecuencias. Lo que había sido un simple entretenimiento para nosotros había destrozado a alguien por completo. Y aunque era tarde para cambiar lo que habíamos hecho, supe que tenía que hacer algo para redimirme, para intentar reparar el daño.