Un día,No llegué a casa.
Me quedé sentado en una rama de un árbol de la isla. Pensando. Pensando mucha mierda.
Un día,
Apenas y pude moverme.
Un día,
Cuando el sol tocó el mar y se perdió en la distancia, Tuk dejó de llorar por el dolor de su pierna.
No lloró nunca más, según lo que supe, estaba cada día mejor.
Bien por ella.
Un día,
Kiri me obligó a dormir.
Me puso una mano sobre la cabeza, me tiró a su regazo y me dijo:
"Duerme. Ahora. Si no duermes voy a meterte por la nariz la pomada que odias. Esa que odias por el olor."
Cuando me estaba quedando dormido, le escuché decir:
"Lo'ak, tengo mucho miedo de lo que pueda pasar contigo."
Un día,
Tsireya fue a verme.
No le hablé aunque ella me había estado hablando de muchas cosas a la vez.
Honestamente solo quise que se fuera.
Un día,
Papá se acercó a mí. Yo seguía sentado, en mi alfombra.
No quise hablar con él.
Jake solamente suspiró.
"Perdón, hijo."
Eso fue lo que me dijo. Quise lanzarme a sus brazos y llorar como un niño pequeño.
No lo hice.
Un día,
Kiri trató de abrazarme.
Se sintió pésimo.
Como sabía lo que se venía, ese enojo descarrilado que me hacía parecer un loco, me alejé lo más rápido que pude. No pensé en que quizás pude haber hecho que se sintiera mal.
Me gritó.
No me controlé.
"¡No me importa, Kiri! ¡Tratas de ayudarme pero tu mierda de ayuda no me sirve! ¡No sirves!"
No debí de haber dicho nada de eso.
Un día,
Insulté terriblemente a mamá.
Ella ni siquiera se quejó.
Pareció como si ella se esperara a que yo lo hiciera, como si...
Como si se sintiera culpable.
Un día,
Tuk volvió a caminar.
No recuerdo qué día, pero sí recuerdo exactamente lo que sentí.
Fue un pensamiento estúpido, algo totalmente fuera de lugar.
Pero lo seguí igualmente.
Tomé la lanza que Jake había afilado en frente de mí.
Tomé la lanza, la acaricié.
Me encontré a mí mismo minutos después limpiándome la sangre con las cosas de curación de Kiri.
Nadie me preguntó de dónde había salido una nueva venda en mi mano.
Lo preferí así. Me estaba volviendo loco.
Un día,
Escuché a mamá y papá discutiendo.
Al menos, creí que estaban discutiendo porque cuando miré bien, me di cuenta de que papá lloraba.
Mamá tenía los brazos alrededor de Jake.
Nunca había visto a papá llorar.
Ni siquiera cuando murió Neteyam. Papá siempre se aguantaba, teniendo que ser lo suficientemente fuerte como para proteger a la familia.
"Por mí culpa, Lo'ak..." decía papá. La voz... su voz. Su voz llorando fue terrible.
"Ay, Jake. Ma Jake."
Me tapé las orejas con las manos porque no pude ser capaz de seguir oyéndolos sufrir.
Un día,
Tsireya me gritó.
Sí, Tsireya, la misma Tsireya que no se enojaba nunca con nadie.
"Piensa en los demás también, Lo'ak. Llevas casi un mes así, ¡estamos preocupados! ¡Acepta la ayuda que te ofrecemos! ¡Mejorar también depende de ti!"
"No quiero mejorar, ¿te has puesto a pensar en eso? Ándate, Tsireya, de verdad ándate. No vuelvas. No te quiero ver."
Un día,
Los extrañé a todos hasta el punto en el que no pude aguantarme el dolor.
Lloré y grité encima de uno de los árboles de la isla.
Me dolió la garganta de gritar.