Capítulo 1: Goodbye

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Un silencio opresivo se cernió sobre el coche durante todo el trayecto desde la estación de King's Cross.
-Déjame salir- ordenó Harry en voz baja, rompiendo el silencio.

-Qué- vociferó Vernon, -quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer-.

-Te daré una simple opción- Harry le dirigió a su tío una mirada gélida, -o me dejas salir del coche ahora mismo, o informaré a mis amigos de que me has estado maltratando, de que necesitas una pequeña visita para recordarte que debes ser cortés-.

-Bien- gruñó Vernon enfadado, -pero no esperes que te espere-.

-No lo espero- Harry subió a la acera llevándose sólo su lechuza, -lo que sí espero es que lleves a Dudley y a tía Petunia a comer y que te tomes tu tiempo para volver a casa-.

-¿Quién eres tú para darme órdenes muchacho?-. Vernon rogaba perder el control sobre su temperamento.

-Toma- Harry le entregó a su tío un billete de cincuenta libras, -disfruta-.

-¿De dónde has sacado a este chico?- preguntó Vernon asombrado.

-Adiós tío- Harry saludó a sus asombrados parientes, -no creo que nos volvamos a ver-.

Los Dursley no se molestaron en responder y prefirieron alejarse sin mirar atrás.

Harry sonrió tristemente al verlos partir y luego abrió la jaula para dejar libre a su lechuza.

-Llévale esto a Hermione chica- le pegó una breve nota a la pata de la lechuza, -y quédate con ella hasta que vaya a buscarte-.

Ululando tristemente, Hedwig le dio un último pellizco cariñoso en la oreja antes de emprender el vuelo para entregar el mensaje de su Maestro.

Harry se quedó mirando hasta que su querida mascota desapareció de su vista, entonces se dio la vuelta y emprendió el corto camino de vuelta al mundo mágico.

Harry respiró hondo antes de entrar en el Caldero Chorreante, abrió la puerta y caminó rápidamente hacia la puerta que protegía la entrada al Callejón Diagon.

Se detuvo un segundo frente a la entrada de ladrillo, temiendo que los gritos de "el niño que vivió" surgieran de detrás, destruyendo su oportunidad de pasar un verano agradable.

Tras varios instantes de silencio, pulsó la secuencia correcta en los ladrillos y atravesó la entrada al mundo mágico.

Corriendo hacia Gringotts, se dirigió inmediatamente al cajero abierto más cercano; -sí-, el duende le miró.

-Necesito una forma de acceder a mi cuenta mientras estoy en el extranjero- respondió Harry rápidamente, -y necesitaré poder conseguir dinero muggle además de Galeones-.

-Llave- le pidió el duende extendiendo la mano para aceptar su llave de la cámara acorazada, -un momento, por favor-.

El duende rebuscó en un pequeño cofre de su escritorio durante varios minutos antes de sacar una bolsita, -esta bolsita sacará monedas directamente de tu cuenta y si la golpeas tres veces con tu varita se convertirá en una cartera muggle que te permitirá sacar la moneda muggle apropiada, ¿eso es todo?-.

-También necesitaré que todas mis transacciones se mantengan en privado- Harry endureció sus facciones, -no quiero que nadie se entere de ninguna de mis compras-.

-Por supuesto que no- el duende pareció ligeramente ofendido, -nos enorgullecemos de nuestra confidencialidad-.

-Bien- Harry asintió satisfecho, -de lo contrario me habría visto obligado a cerrar mis cuentas y anunciar al Diario el Profeta que ya no confío en Gringotts para administrar mi fortuna-.

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