La región de Phantomia es un lugar lleno de misterios oscuros que la hacen ver como una región mística y maldita.
Malva, una chica de dieciséis años, empieza su viaje por esta región, con un objetivo claro: encontrar a su hermano Alec, un Pokémon R...
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A medida que Malva avanzaba por la ruta 18 con ayuda de Greninja y el movimiento Surf, podía sentir cómo la temperatura ambiente se volvía algo más cálida. Su pokémon de tipo agua parecía notarlo, también, ya que, a diferencia de la vez anterior, éste no tiritaba por el frío del agua. Ahora, de hecho, parecía tranquilo, hasta disfrutaba del agua, tanto, que sintió hasta algo de pena cuando, tanto sus ojos como los de su entrenadora vislumbraron Ciudad Alada, otra isla, pero estaba más pegada a la parte más grande de Phantomia. De hecho, si se miraba en el mapa, quedaba bastante cerca de la Ruta del Descanso, y hasta se podían apreciar los colores de la vegetación variopinta de aquella ruta silenciosa y misteriosa, que funcionaba como un lugar de reposo para las almas de humanos y pokémon.
- Greninja, descansa.
Dijo Malva, una vez que pisó las orillas de la isla de Ciudad Alada, devolviendo a Greninja a su pokéball. Su videomisor vibró, tenía una llamada perdida de un número desconocido.
- Qué raro...
Pensó en voz alta, mientras, sus dedos, curiosos, llamaban a aquel número desconocido para ver de quién se trataba. Cuando se descolgó la llamada, Malva apreció una cara conocida.
- ¡Hola, hermanita!
Saludó Alec.
- No han pasado casi ni tres horas desde que nos hemos visto. ¿Has roto algo?
Rió la entrenadora, mientras su similar sonreía.
- Acabo de llegar a Ánima. Le he contado todo a papá y a mamá, así que, puedes seguir tu viaje tranquila. - Ah, salúdales de mi parte. - Cuando vuelvan lo haré. Han salido a hacer unos recados.
Malva asintió con la cabeza.
- Acabo de llegar a Ciudad Alada... bueno, a las orillas. - ¿Vas a enfrentarte a la última líder de gimnasio? Espero que vayas muy bien preparada. El tipo dragón es difícil de predecir. - Sí, eso tengo entendido...
Los pies de Malva la llevaron a unas escaleras que conducían a la zona urbana de la isla.
- Ah, sí, Kurai también debe de estar por ahí. ¿Te has topado ya con él? - No, todavía no. Supongo que aparecerá cuando menos me lo espere, como de costumbre.
Alec rió al otro lado de la línea, antes de que se oyera una especie de timbre de llamada.
- En fin, te dejo que mi jefe me está volviendo a llamar. - Entiendo. Cuídate.
Y, con eso, colgaron la llamada. Ahora, Malva podía tomarse la libertad de admirar la ciudad, que, aunque no tenía un aspecto muy urbanístico, tampoco podía tomarse como un pueblo. Los edificios parecían hechos de piedra, y muy pocos llegaban a tener más de tres pisos. Por lo general, eran casas individuales, de piedra blanquecina o tímidamente grisácea, salvo dos edificios: el Centro Pokémon y el gimnasio. De este último se podía ver que se trataba de una especie de torre negruzca que sobresalía con respecto al resto de edificaciones de la ciudad.
