Capítulo 46. FINAL

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Todo mi cuerpo me dolía a horrores, no era capaz de moverme. Pestañeé varias veces hasta que mis ojos se adaptaron a la luz. Todo a mi alrededor era de color blanco. Reinaba el silencio a excepción de unos pitidos. Me di cuenta de que estos provenían de una máquina que estaba a mi lado, conectada a mí, es más, estaba enchufada a varias máquinas a través de cables e intravenosas.

Traté de llamar a alguien, pero tenía la garganta seca.

Lo recuerdos de lo ocurrido atormentaron mi cabeza creando ese sentimiento de odio y venganza en mi interior. Recordé las acusaciones, las torturas y humillaciones; la manera en la traté de resistir y el saber que Zack estaba presenciándolo todo sin ayudarme; luego todo se volvió negro y alguien me sacó de allí.

Las puertas se abrieron sacándome de mis pensamientos. Un grupo de tres enfermeros se acercaron a mí y comenzaron a ajustar las máquinas en silencio.

—¿Dónde estoy? —forcé mi voz.

Ninguno contestó, siguieron concentrados en su labor. Me enfocaron los ojos con una luz y acomodaron la camilla para que pudiera incorporarme un poco. Luego se fueron por donde habían venido sin darme ninguna explicación.

El tiempo pasaba lento. Los medicamentos que me habían suministrado hacían efecto, pero sentía que la morfina seguía sin ser suficiente para apaciguar todo el dolor. No sé cuánto tiempo pasó antes de que la puerta volviera a abrirse.

Pensé que estaba teniendo alucinaciones.

—¿M-madre?, ¿padre?

—Cielo —mi madre se acercó a mí.

—¿Qué pasa?

—Nada más despertar ya está haciendo preguntas —dijo, pero a diferencia de lo que recordaba, esta vez no parecía un regaño.

—¿Qué ha pasado? —insistí.

—No creo que estés lista para escucharlo todo, acabas de despertarte.

—¿Cuánto tiempo he estado dormida?

—Cuatro semanas —sentí mi corazón pararse un nanosegundo—, estuviste en coma a punto de morir, pero conseguimos salvarte.

—Yo… ¿Vosotros sabéis cómo…?

—Jefferson te trajo aquí —contestó mi padre leyéndome la mente.

—También sabemos lo de la tortura —por primera vez mi madre parecía afectada—. Lo sentimos mucho cielo.

—¿Pero sabéis…?

—¿Lo de la Kraft? Sí, y también lo de la mafia.

No entendía nada. ¿Seguro que no estaba muerta?

—¿Qué hacéis aquí?

—Vinimos en cuanto nos enteramos.

—¿Lleváis cuatro semanas aquí? —asintieron— ¿Y vuestro trabajo?

—El trabajo ahora es lo de menos. Hasta que no salgas de este hospital no nos vamos a mover de aquí.

Vale, eso no me lo esperaba. ¿Qué clase de broma era esta? ¿Dónde estaban las cámaras ocultas?

Volví a abrir la boca para preguntar pero me interrumpieron.

—Ya hablaremos de todo esto cuando te hayas recuperado, ahora descansa.

Mi madre se acercó a mí y me dio un beso en la frente. Mi padre la siguió y me dio un suave apretón en el hombro. De verdad que creía que estaba alucinando.

Te has muerto y no lo sabes.

Los días se me hacían eternos. No dejaban que nadie me visitara y lo único que tenía para distraerme era mi mente. Me imaginé cada una de las maneras que existían para devolverles todo mi sufrimiento; me imaginé toda clase de tortura tanto física como psicológica. Disfruté imaginándomeles por piedad, rogándome que les dejara de atormentar, y las ganas de que esos pensamientos se hicieran realidad no hacían más que aumentar.

Tras una semana más en revisión me dieron el alta. Para mi sorpresa no volvimos a casa, sino que fuimos a España. Nos quedamos en Mallorca, donde mis padres tenían una mansión.
Hasta el momento no me habían querido decir nada, pero me prometieron explicarme todo cuando llegáramos.

—¡Mi pequeña! —reconocí la voz de Janet en cuanto me bajé del coche.

Ella corrió hasta mí y me dio el abrazo más fuerte que me habían dado nunca. Mi cuerpo dolió pero me aguanté. La oí llorar pero no me molesté en consolarla; no sabía cómo hacerlo, todo lo que quería era venganza y hacer daño.

—¡Oh cariño, no sabes lo mal que lo he pasado! Te prometo que esos malnacidos van a tener su merecido. Te prometo que voy a matarles yo misma, le pienso hacer sufrir y que se retuerzan… —empezó a ponerse roja.

—No es que no te crea Janet, pero ahora mismo me apetece ir a tumbarme un rato —la corté.

—¡Por supuesto! Ven, te enseñaré tu nueva habitación.

Me guio por toda la casa. Era incluso más grande que la de Nueva York; tenía muchísima seguridad y un montón de habitaciones cerradas con llave que me moría por averiguar qué escondían. La mía se encontraba en el segundo piso. Era muy grande, con unas vistas increíbles y muy bien equipada.

—Enseguida subirán tus padres a hablar contigo —me informó—. Me alegro de que hayas vuelto a casa, y quiero que sepas que siento mucho haberte mentido todos estos años.
Me reí. ¿Otra mentira? Ya no me importaba, la verdad.

—Addison —mi padre entró seguido de mi madre—, siéntate, me imagino que querrás respuestas.

—Pues unas pocas no estarían nada mal.

—Te lo contaremos todo, solo no nos interrumpas hasta que acabemos.
Suspiré y me acomodé.

—Cuando yo era pequeño tenía dos mejores amigos —empezó mi padre—, Harry, el padre de Jeremy, y Mason. Un día, la hermana pequeña de Harry desapareció. Todos la buscamos durante semanas sin descanso, pero la policía no se molestó en ayudarnos, para ellos no era más que otro caso de desaparición.

Estaba concentrado en recordarlo, y por su expresión deduje que no le gustaba hacerlo.

—Su otro hermano cayó en depresión y Harry fue el único que siguió intentando encontrarla, ya que sus padres había fallecido unos años atrás y la mayoría de gente se cansó a las pocas semanas.

No hablé, como me había pedido. Quise esperar a conocer bien toda la historia.

—Casi un mes después nos llegó un vídeo exigiéndonos dinero a cambio de liberar a la chica y aprovecharon que veníamos de familias adineradas para poner un precio muy elevado. Harry aceptó y yo también, ya que para mí también era como una hermana pequeña, habíamos crecido juntos y no iba a permitir que la pasara nada.

Mi madre colocó una mano sobre el hombro de mi padre a modo de reconforte cuando sus ojos se cristalizaron.

—El día del intercambio fuimos Harry, Mason y yo. Mason no tenía dinero suficiente para contribuir, su familia apenas llegaba a fin de mes, pero de todas formas fue para no dejarnos solos. Cuando les dimos el dinero ellos nos devolvieron a Lily, o al menos lo que quedaba de ella.

La imagen que se me vino fue un poco desagradable, pero no me inmuté.

—Nos engañaron para que les diéramos lo que querían y a cambio solo nos dieron un trozo de carne sin vida. La habían secuestrado, tenía marcas de heridas y torturas, la habían violado, humillado y hecho vivir un infierno —podía diferenciar la rabia en su voz—. Cuando tuvieron lo que querían nos atacaron. Nosotros no teníamos con lo que defendernos, por lo que tuvimos que huir, pero Mason no consiguió escapar.

—No pareces muy dolido —comenté.
Sus ojos se clavaron en mí y comprobé que tenía razón.

—Harry y yo volvimos al día siguiente para rescatarle, esta vez preparados con las ramas de la fábrica de mi padre, pero con lo que no contábamos fue con que Mason pertenecía a ese grupo. Su padre fue quien nos arrebató a Lily y él lo supo todo desde un principio —apretó los puños—. Nos engañó, estafó y chantajeó para acabar traicionándonos. La envidia que nos tenía le pudo a pesar de que nosotros siempre nos consideramos a los tres iguales, pero él quería más. Él quería fuerza y poder.

—¿Y esto qué tiene que ver conmigo?

—Dolidos por la traición de nuestro amigo, el padre de Jeremy y yo decidimos crear una organización para enfrentarnos a él y así poder vengar a las personas que sufrían todo eso en honor a Lily.

—¿Una… organización?

—Creo que tú la conoces por el nombre de mafia.

—La mafia Diurna —murmuré.

—Nosotros nos encargamos de buscar a asesinos, agresores o violadores y hacerles sufrir en honor a sus víctimas. Nuestra manera de hacer justicia no es la correcta, pero es la que se merecen y la que les vamos a dar.

Mi madre vio la expresión confundida en mi cara y habló.

—Además de querer acabar con esas personas, buscamos venganza, acabar con aquellos que se llevaron a Lily.

—¿Tú la conocías?

—Era mi mejor amiga —agachó la cabeza para ocultar una lágrima que caía por su mejilla—, y tampoco voy a parar hasta destruir a aquellos que me la arrebataron.

—Te habrán dicho que nosotros somos los malos, pero eso no es así, ellos son los verdaderos monstruos.

—¿Quiénes?

—La Kraft.

Miré a mi padre sin saber qué decir. Mi madre me miró y vi que sus ojos habían recuperado su característico tono frío.

—Mason era el hijo del jefe, y ahora él ha heredado su organización.

—Espera, no…

—Mason es el padre de Zack.

Vale, ahora sí que tenía ganas de reírme, y lo hice; me empecé a reír con ganas.

—Esto es una broma, ¿verdad? ¿Esperas que me crea que tú y el padre de Jeremy sois los jefes de la mafia?, ¿y que el padre de Zack fue el amigo que os traicionó? Dejad de burlaros de mí, os he pedido una explicación, no una historia de ciencia ficción.

—No es ninguna historia Addison, y espero que lo aceptes, porque esta es la realidad.

—Sé que muchas veces nos comportamos mal contigo, pero pensábamos que cuanto más nos odiaras más alejada de nosotros estarías y por ende más alejada de este mundo —siguió mi madre—. Me dolía decirle a mi hija que no comiera o que se veía mal, insultarla y hacerla sentir insuficiente, pero quería que me odiaras para que no estuvieras cerca nuestro.

—Cuando te fuiste a California vimos la oportunidad perfecta para retomar nuestros puesto y acabar lo que empezamos.

—¿Por qué lo abandonasteis? —la expresión de ambos se ensombreció.

—Hace veinte años tuvimos otro hijo, pero apenas cinco meses después lo secuestraron —le pasó un brazo por los hombros—. Tu madre y yo quedamos destrozados, por lo que decidimos mantener nuestra identidad en secreto pensando que eso lo podría haber hecho algún enemigo.

—¿Tengo un…?

—Hermano, sí —mi madre no pudo sostener más su faceta de frialdad y se la llenaron los ojos de lágrimas—. Mandamos a robar el dispositivo que tenía la Kraft para tratar de rastrearle y encontrarle.

—¿Y lo hicisteis? —pregunté con un hilo de voz.

Ambos asintieron.

—¿Recuerdas lo que te he contado sobre Mason? —asentí— Él lo secuestró —la ira tiñó su voz.

—¿Cómo lo sabes?

—Mason se enteró de quiénes éramos y de nuestras intenciones contra él. No quiso que tuviéramos descendientes que pudieran acabar lo que empezamos en caso de que algo nos pasara, por lo que se lo llevó.

—Pero él solo tiene dos hijos. Zack es de mi edad y Jeff… Jefferson tiene veinte años —murmuré más bien para mí— ¿Jefferson…?

—Sí. Él se presentó como voluntario para cuidarte pero nosotros no sabíamos quién era realmente. Él tampoco lo sabía, hasta hace unas pocas semanas pensaba que sus verdaderos padre eran los Douglas. Mason no debió de contar con que lo acabaría descubriendo y traicionándole.

—La verdad es que no sé qué decir —confesé.

—Creo que es mejor que hables con él. Está fuera, quiere verte.

—Antes de nada… ¿Janet y Ruslan lo saben?

—Sí, ellos siempre nos han apoyado. Tú no lo sabías, pero fuimos nosotros quienes le pedimos a Ruslan que te enseñara a defenderte por si algún día lo necesitabas y te hicimos creer que no estábamos al corriente de ello —me sentía como una idiota, de verdad que lo era—, y a Janet la pedimos que se encargara de tu seguridad y de saber todo de ti por si recibías alguna amenaza o estabas en cualquier clase de peligro, ya que con nosotros tenías que ser lo más distante posible.

—Decidle que entre —pedí refiriéndome a Jefferson y dejando a un lado la conversación.

Ellos asintieron, me sonrieron a modo de disculpa, y se marcharon.

—Supongo que ya lo sabes —me dijo cuando entró.

—¿Tú desde cuándo?

—Poco después de tu cumpleaños. Llevaba tiempo sospechando que me ocultaban algo, y nunca imaginé que hubiese sido capaz de hacer todo lo que hizo. Cuando me enteré supe que no podía seguir a su lado, no le dije nada a Zack porque sabía que él no estaba preparado para saber el monstruo que era realmente su padre. Desde entonces trabajé con los diurnos y al cabo de un tiempo averigüé que no era un Douglas realmente.

—Me alegra saber que tengo un hermano —sonreí.

—Pues yo tengo miedo de tener la misma sangre que tú —me abrazó—. Por cierto, me imagino que no te gustará hablar del tema, pero tengo las fotografían que te culpaban de traidora por si quieres verlas —colocó un sobre en la mesita—. Yo no las he visto, creo que tú debes de ser la primera en hacerlo.

—Gracias.

—Te espero fuera, hay otra persona que también quiere verte —me dio un beso en la sien y salió por la puerta.

Mientras esperaba a que esa persona llegara me levanté y fui directa al espejo.

Mi cara todavía tenía alguna herida y resto de moratones. Ya me habían quitado la escayola del brazo pero aún estaba vendado. Con cuidado me quité la camiseta; en todo este tiempo no me había visto sin ella. Mi torso estaba vendado, lo que me recordó a los golpes en las costillas y en todas las que me rompieron. Me dijeron que estuve muchas horas en el quirófano porque una de ellas estuvo a punto de atravesarme un pulmón.

Me armé de valor y me di media vuelta. Sentí lágrimas de rabia formándose en mis ojos al verme la espalda. Era horrorosa, estaba hecha un desastre; llena de cicatrices, producto de los latigazos.

—Y a aun con todo eso sigues siendo perfecta —me sobresalté al oír su voz.
Jeremy estaba apoyado en el marco de la puerta. Se irguió y se acercó a mí tras cerrarla. Se le veía algo cansado, pero mantenía ese atractivo que le caracterizaba. Caminó hasta quedar delante de mí y con mucha delicadeza me abrazó, como si tuviera miedo de romperme.

—Lo siento, lo siento tanto —me susurró al oído—. No estuve ahí para salvarte, no hice nada para protegerte.

—No es tu culpa.

—Lo es por no proteger a la persona que amo —cerré los ojos; no quería oírle decir eso.

—Jeremy…

—Ya sé lo que vas a decir. Sé que tú ya no me quieres de la misma forma, pero no puedes obligarme a dejar de amarte.

—Tienes que entender que yo ya no puedo sentir amor.

—Lo entiendo, lo respeto y lo acepto, solamente te pido que no me vuelvas a dejar. Estaré ahí para ti como un amigo si es lo que quieres, pero no vuelvas a irte.

—No voy a dejarte, no cuando yo también te necesito —le acaricié la mejilla y le obligué a mirarme a los ojos.

—Quiero que sufran por todo lo que te han hecho.

—Yo también quiero vengarme.

—Lo haremos, te prometo que te ayudaré a hacerlo.

—¿Tú estás bien? Supongo que te habrás enterado de todo.

—Bueno, no es fácil saber que a tus padres son los jefes de una mafia ni que tu tía pasó por todo lo que la hicieron pasar, pero tampoco la conocí, asique no es algo que me vaya a dejar trauma.

—Sabes que les vamos a destruir, ¿no?

—No dudo de tu palabra.

Mi vista cayó a sus labios y la suya a los míos. Antes de darnos cuenta ya nos estábamos besando.

La sensación era tan rara como agradable; era conocida, y la había echado de menos. Mi mente quiso traicionarme y hacerme pensar en Zack, pero no lo hice.

Él ya no era importante para mí. No más que mi venganza.

Me aferré con fuerza a Jeremy y él me atrajo a su cuerpo tirando de mis caderas. Gimió cuando tiré de su pelo y yo lo hice cuando se presionó su pelvis contra la mía, dejándome sentirlo.

—No podemos —interrumpió el beso cuando vio mis intenciones—. Te juro que no hay nada que quiera más en este mundo, pero no lo vamos a hacer hasta que estés bien.

—Estoy bien —él sonrió.

—Eres fuerte, pero no lo estás.

—Si tuviese que darle mi corazón a alguien sería a ti. No puedo querer, pero si lo hiciera a ti te amaría —le acaricié el pelo.

—Sabes que yo nunca dejaré de amarte —sus ojos se pusieron vidriosos.

—Eso espero, porque no soportaría saber que te he perdido —hice un puchero.

—Eso jamás bonita —me dio un beso en la frente—. Ahora descansa un poco.

—Está bien, gracias.

—Cuando estés bien puedo ayudarte a descargar toda esa ira que tienes.

—Me gusta cómo suena eso —sonreí pícaramente.

—Yo me refería a ser tu entrenador personal. Dar un par de puñetazos no te vendría mal —sonrió de lado.
Me dio un casto beso en los labios y salió de la habitación.

Cuando estuve sola de nuevo pude borrar la sonrisa. Jeremy era demasiado fácil. Un par de palabras bonitas y ya le tenía a mis pies.

¿Qué a él le daría mi corazón? Pero si para empezar yo no tenía de eso.
¿Fingir que me alegraba tener un hermano? Ni yo misma sé por qué lo hice, me daba exactamente igual.
¿Me daba pena la historia de Lily? Mis padres ya la vengarían, yo tenía mi propia lucha.

Manipular a los de mi alrededor iba a ser más fácil y divertido de lo que había pensado.

Hasta el momento me había considerado una persona resiliente, pero ahora a mi cabeza solo venía un adjetivo para describirme: infame.

Iba a prepararme, sabía que me darían todo lo que pidiera, y estaba dispuesta convertirme en la peor pesadilla de la Kraft. Iba a convertirme en el mayor miedo de la tempestad.

Caminé hasta una mesilla y cogí el sobre que Jefferson me había dejado. Al abrirlo vi las fotos que se suponía que me acusaban de traidora, pero algo no me cuadraba. Yo no recordaba haber estado en esos sitios ni en esas situaciones.

—Esa no soy yo —dije en voz alta frunciendo el ceño.

—No lo eres —dijeron a mis espaldas.
Un conocido escalofrío recorrió mi cuerpo. Sabía a quién pertenecía esa voz, pero era imposible que la estuviera escuchando.

Miré a través del espejo a la figura femenina cuya cara estaba tapada. La reconocí como la misma chica que me salvó el día de mi tortura. Dio un par de pasos hacia mí y me giré para hacerla frente.

Se quitó el pasamontañas y pude ver su rostro, o mejor dicho, nuestro rostro.

—Te he echado de menos, hermanita.

Betty.

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Creo que finalmente puedo decir que hemos llegado al final de Resiliente, pero eso no significa que sea el fin de la historia de Addison con su chico tempestad.
Espero que le deis mucho apoyo a la historia, porque dentro de no mucho saldrá la segunda parte, ¿y adivináis qué? Pues no solo tendremos el punto de vista de Addison, sino también de otros personajes como Sabrina, Jefferson, Jeremy... y por supuesto de Zack.

¿Qué team sois ahora?, porque tengo toda la intención de haceros dudar de absolutamente todo.

Nos vemos pronto guapes💛

Resiliente [Trilogía Ramé #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora