Capítulo 7: Esbozos del pasado.

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Hola, espero disfruten del capítulo, es normalito, les agradecería que me dejen sus comentarios, solo por ellos es que vuelvo a actualizar❤️‍🔥

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Kylian

Me sentía raro.

Estaba nervioso y ansioso.

No me había sentido así en años, quizá desde que era un crío en las manos de Sullivan. Por supuesto, las sensaciones eran diferentes, por mucho, en realidad. Esta vez lo que experimentaba tenía que ver con algo positivo y que me brindaba una felicidad indescriptible. Lo que la noticia causó en mí jamás podría decirlo con palabras. No existía alguna para definirlo.

Mientras tomaba la mano de Abigail y la ginecóloga preparaba todo para la primera ecografía de nuestro hijo, el corazón me latía frenético, retumbaba con tanta fuerza contra mi pecho como si fuera su propósito salirse de él. Temblaba por dentro, completamente indefenso y extasiado, sin saber cómo controlar las emociones que atravesaban mi cuerpo. Aunque en el exterior no hubiera un solo atisbo de lo que ocurría en mi interior, Abigail me conocía lo suficiente para interpretar mi estado a través de mi mirada ansiosa y emocionada.

Joder. Podría estar sonriendo sin cansarme.

Abigail iba a darme un hijo. Suyo y mío. Nuestro.

Apreté su mano ante este último pensamiento, ella me miró, regalándome una sonrisa preciosa, sus ojos grises se achicaban y no contenían la felicidad, la desbordaban, tal y como lo hacían los míos.

Besé el dorso de su mano y ambos desviamos nuestra atención a la pantalla plana que teníamos delante, donde segundos después apareció una imagen borrosa a la que no le hallaba forma.

—Tienes cinco semanas aproximadamente —mencionó la doctora Ledezma—; así que, por el momento no es posible oír el latido de su corazón.

—¿Está todo bien? —Pregunté preocupado. La doctora me sonrió con paciencia, pronunciando las arrugas sobre su piel blanca; le había hecho esa pregunta más de tres veces desde que llegamos.

—Sí, señor Draxler, todo está bien con ambos —me tranquilizó—, sin embargo, debe tener cuidados, relajarse y evitar el estrés. También le daré una lista de las comidas que no puede consumir, el alcohol y la cafeína son bebidas prohibidas.

—De acuerdo —dije, mi mente trabajaba de prisa, planeando e ideando la manera en que iba a cuidar de Abigail—, me encargaré de que tenga los mejores cuidados y todo lo que necesite.

—¿Puedo comer hamburguesas? —Indagó en un susurro. La miré un momento, ella solo observaba a la doctora.

—Sí, pero moderadamente. —Abigail puso sus ojos en mí.

—¿Ves? Si podemos comer hamburguesas. —Evité rodar los ojos.

No quería que consumiera comida chatarra, su alimentación debía ser sana, pero por amor al demonio que no podía negarle nada, mucho menos cuando me miraba así.

          

No obstante, contraté a un chef para que se encargara específicamente de todos sus antojos y también de prepararle una dieta sana. Era alguien con experiencia en atender el menú de embarazadas, lo busqué por ese motivo. No iba a dejar la alimentación de Abigail y mi hijo en las manos de cualquiera.

—Doctora, yo soy bailarina —murmuró mientras limpiaba el gel de su vientre—, ¿puedo seguir haciéndolo?

—El ejercicio no es malo en el embarazo, pero debido a tu historial, es mejor que evites cualquier tipo de esfuerzo —expresó seria—, los primeros tres meses y las últimas semanas del embarazo son los periodos con mayor riesgo.

Me tensé al escucharla. Pasé de la preocupación, a la angustia. Joder. Tenía cambios en mis emociones tan repentinos, que me desubicaban. Me encontraba inestable y no podía seguir así. Había muchas cosas por hacer, principalmente, encargarme del bienestar de Abigail y mi bebé. Aunque Eros fuera el lugar más seguro para ambos, no quería que ella llevara el proceso del embarazo allí, a pesar de lo que significaba ese sitio para nosotros, prefería mudarnos a nuestra casa.

Me puse de pie en cuanto la doctora terminó, momentos después me dio la receta de las vitaminas que Abigail debía tomar y la lista de las comidas prohibidas, así como su número personal para atender cualquier situación. Lo agradecí, ella me generaba confianza al ser la mejor de Irlanda, no obstante, también contaba con personal médico cerca de nuestra casa, reducía todos los riesgos hasta el punto de casi desaparecerlos, mi lado obsesivo no descansaba, no lo haría nunca cuando se trataba de mi familia.

Minutos más tarde salimos del hospital en dirección al estacionamiento, tenía vigilado todo el perímetro, solo por precaución.

—Es todo pequeño y borroso —susurró, miraba la fotografía de nuestro bebé que nos dio la doctora.

Abrí la puerta del vehículo para ella y la hice subir de inmediato, acto seguido, hice lo mismo del lado del chofer; desde ahora Abigail solo viajaría conmigo, no me fiaba de nadie más. Adquirí uno de los mejores vehículos y de los más seguros del mercado, aunque no pensaba dejarla salir mucho de casa mientras estuviera embarazada, si por mí fuera, la mantendría atada a la cama con toda la protección del mundo.

Sabía que mi lado protector era demasiado intenso y hasta cierto punto, sofocante y abrumador, pero que me condenaran si permitía que algo le sucediera a Abigail. Con la próxima llegada del bebé experimentaba una necesidad adictiva con un nuevo nivel insensato y casi patológico. Y todo tenía que ver con el miedo a que la dañaran y por supuesto, el miedo a perderla.

—Quiero conocerlo —tomé la fotografía de sus dedos y le indiqué que se pusiera el cinturón—, o conocerla.

—¿Quieres niño o niña? —Averiguó curiosa. Encendí el motor sin dejar de ver la primera fotografía de mi hijo.

En estos momentos era una cosita diminuta que pronto iba a sostener en mis brazos, solo podía ver en mi mente su pequeño rostro sonrosado, profundos ojos metalizados y cabello oscuro como el de su madre. Quería que solo fuera como ella: pura, poderosa, fuerte y hermosa.

—No lo sé —respondí sincero—, aunque quizá prefiera un niño.

—Con lo celoso que eres, sí, espero que también sea un niño —dijo burlesca—. ¿Te imaginas si es una niña y en unos años te presenta a su novio? —Apreté el ceño.

—Sabes bien cómo va a terminar eso. —Rio y le entregué la fotografía. Iba a ponerla en un lugar especial en nuestra casa.

—Cariño, los hijos solo son prestados.

—No los míos.

Salí del estacionamiento y Abigail encendió la radio, buscaba alguna estación mientras me incorporaba al tráfico. Esta era la primera vez que se atrevía a poner música en el auto, porque solía hacerlo a menudo, pero solo cuando follábamos.

Eros II © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora