C a p í t u l o 3

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E L   L O B O  —  J O R G E

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E L   L O B O  —  J O R G E

VARIOS DÍAS DESPUÉS…

La frase «Deja que te explique»  era siempre un mal presagio cuando salía de boca de Brenton, y en el caso de la «operación Falsa Prometida» bien podían haber sido una maldición.

—Espere, espere. —La decimocuarta candidata de la semana se detuvo junto a mi puerta—. Deme otra oportunidad y le prometo que no volveré a mentir sobre mi pasado, señor Salinas. Se lo contaré todo sobre las drogas, ¡se lo prometo!

Por Dios Santo…

Negué con la cabeza. Lo más triste era que esa no había sido la peor a la que había entrevistado.

—Vamos. —Brenton la acompañó hacia fuera—. Seguiremos en contacto. Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Brenton.

—Solo voy a ver a una más hoy, Brenton. Me gustaría conservar el resto de mis neuronas. Gracias.

Le di a enviar y el teléfono de mi escritorio comenzó a sonar.

—Jorge Salinas al habla —respondí—. Tiene dos minutos.

—Buenas tardes, señor Salinas. —Era una suave voz femenina—. Me llamo Heather McAvoy y trabajo para Carriage Firm, en Manhattan. Le llamo para preguntarle qué opina sobre la propuesta que le envié a su oficina la semana pasada.

—No recuerdo haber recibido ninguna propuesta —le respondí—. ¿Recibió un correo de confirmación?

—Sí, de la mismísima Silvia.

—¿Silvia Navarro? —Negué con la cabeza. No estaba seguro de cuándo había empezado todo el mundo a llamarla «la mismísima».

—Sí, esa misma.

—Espere unos segundos. —La puse en espera y llamé a mi secretaria—. ¿Puedes decirle a la señorita Navarro que venga a mi oficina, por favor?

Colgué antes de que pudiera responderme y, tras unos segundos, Silvia entró en el despacho. Llevaba un vestido nuevo, uno de color beis que se ajustaba a sus curvas a la perfección. Se cruzó de brazos y frunció sus carnosos labios rosados.

Por Dios Santo…

—¿Sí, señor Salinas? —preguntó—. ¿Me ha llamado para asegurarse de que no me he liberado de mis cadenas hoy?

—¿Has tenido fantasías en las que te encadenaba? —interpelé—. Hablemos sobre ello.

Ella puso los ojos en blanco.

—Ahora mismo estoy en una conferencia con uno de tus agentes inmobiliarios. ¿Qué quieres?

—Tengo a Heather McAvoy, de Carriage Firm, al teléfono. Dice que le enviaste un correo de confirmación sobre una propuesta que nunca he llegado a ver. Sé que estás intentando que te despida, pero seguro que hay una manera mejor que ocultarme las propuestas.

El Trato: Novio Por Treinta DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora