Capítulo 20

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Nicolás

Guardo debajo de la almohada la pequeña sierra que me ha tomado días para abrir la rejilla de ventilación. Me acuesto en la cama y escuchó más cerca los pasos del guardia, tomó el periódico y leo la noticia donde un hombre poco agraciado abuso de una adolescente diecisiete años donde la gente pide justicia.

—Tienes visita, Ramírez—golpea el guardia en la reja.

El guardia me hacía caminar por el pasillo y me mira cada uno de mis movimientos como si fuera posible escaparme con las esposas. Se paró frente a una puerta donde la abrió y me hizo entrar en la sala donde está el oficial Oviedo y en una sala un poco oscura, pero tenía una lámpara colgada en el centro de la mesa.

—Siéntate—me ordenó el guardia, moviendo la silla para que me siente—. Ya sabes lo que tienes que hacer, responder a todas las preguntas que puedas para el oficial y...

—Portarme como niño bueno—lo interrumpo, acomodando mejor mi silla y el oficial Oviedo le hizo un pequeño gesto al guardia para que saliera.

Él se me queda mirando fijamente y me rasco la barbilla porque no entiendo cuál es el objetivo de que ahora vengan a visitarme diferentes policías o agentes para intentar hacerme hablar, igual no me quejo, es gracioso burlarme de ellos.

—¿Vas a decir algo o me vas a seguir mirando? —Pregunto con una risa burlona—. Eres tú el que quiere hablar conmigo, ¿no?

Él juntó sus manos y se aclaró la garganta.

—Señor Ramírez, usted ya sabe que soy el oficial Oviedo, fui unos de los agentes que estuve en el día de su detención...

—Sí, me acuerdo de ti—asentí con mi cabeza y puse mis manos en la mesa—. Solo han pasado seis meses desde mi arresto.

6 meses atrás

Mariel me guía hacia una habitación donde un hombre está detrás de un computador y me quitan las esposas. Miro a mi alrededor y veo muchos policías mirando con curiosidad y expectación.

—Nombre—pide el oficial detrás de la computadora.

—Nicolás Edmund Ramírez Ruiz—contestó, mirando al oficial que anota todo lo que digo y miro de reojo a Mariel quien está cruzada de brazos.

—Fecha de nacimiento.

— 28 de febrero de 1999—contestó con voz fría.

Y miro fijamente a Mariel quien se acerca a mí con sus brazos cruzados y otro oficial se acerca con una bolsa de plástico.

—Vacía tus bolsillos y quítate el reloj y la pulsera—me ordena con voz autoritaria.

Me saco la billetera de mi bolsillo, la dejo en la mesa donde el oficial la guarda en la bolsa de plástico y hago el mismo procedimiento con el reloj y pulsera. Mariel dejó en la mesa unas almohadillas para huellas dactilares y tomó mi mano izquierda.

—Mano izquierda—la presiono y después la puso en una hoja blanca y repitió el proceso con la mano derecha—. Muerde esto—abrí la boca y mordí con fuerza la cera.

Ella abandona la sala junto con otras oficiales y se acerca un oficial alto de ojos verdes quien deja un traje gris.

—Quítese la ropa señor Ramírez y contra la pared—me pide el oficial

Obedezco en todo lo que dice y me pongo el uniforme, me guía hacia un espacio donde hay una cámara y me dejan frente a una cámara, me pide que ponga de lado derecho donde siento el flash de la cámara.

—Ahora de frente.

Me coloco de frente y siento el flash de la cámara que me ciega y tengo que pestañear varias veces para acostumbrarme y repito el proceso. El oficial de ojos verdes se acerca a mí y me pide que estire las manos donde de nuevo estoy esposado y me guía fuera de la habitación donde caminamos por un pasillo hasta que llegamos a la sala de interrogatorio.

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—¿Quieres que le llamemos alguien? —pregunta Mariel

—A mi madre—contestó con una pequeña sonrisa—. Ella se comunicará con mi abogado.

—Está bien, la voy a llamar—murmura Mariel, dando la media vuelta y desapareciendo por el pasillo.

Me siento en la silla y los dos oficiales se sientan frente de mí dónde dejan varios documentos y archivos en la mesa. El oficial de ojos verdes se aclara la garganta.

—Bueno Nicolás, yo soy el oficial Harry Oviedo y él es mi compañero Ignacio Reyes, estamos aquí para hacerte varias preguntas.

—Claro, trataré de ayudar lo más que pueda—comentó con cierto aire de diversión en mi voz.

—Bien, eso es muy bueno—comenta el oficial Reyes, quien cruza sus manos y las apoya en la mesa—. Me puede decir ¿por qué intentó matar a su exnovia Anastasia Evans y Nicole Álvarez? ¿Y por qué mató a todas esas mujeres jóvenes? ¿También porque conservo algunas partes del cuerpo de las víctimas?

—Ella me arruinó la vida, así que me pareció justo lo que hice y fue ella quien llegó con esa niña—declaró y apoyó mis manos en la mesa—. Sobre los otros crímenes soy inocente. Yo no cometí los demás crímenes.

—Así que eres inocente Nicolás, yo no lo creo—alce una ceja hacia el oficial Reyes y prendió un cigarrillo—. Se han encontrado 7 cuerpos detrás de tu cabaña y a los alrededores, además de tener partes humanas y dos cabezas humanas en tu refrigerador. Yo creo que no eres inocente Nicolás.

Solté una risa y miré con diversión a los dos policías.

—No soy culpable de esos crímenes. Yo llegué a esa cabaña abandonada y apenas salía de la habitación donde tenía mi cama—suelto un suspiro y apoyó mi espalda en el respaldo de la silla—. Y no hablaré más sin mi abogado presente.

—Te llevaremos a tu celda, Ramírez.

—Por favor—conteste de forma arrogante y parándome de la silla—. Puedo hacerte una pregunta ¿Ella murió o vivió?

Presente

—Eso es cierto y gracias por tomarse el tiempo de verme hoy—dice y junta de nuevo sus manos—. Estamos hablando con varios presos para poder hallar elementos comunes en la forma en que la gente piensa, ya que eso nos ayudaría a tener una idea de lo que la gente como tú piensa.

Suelto un largo suspiro, pero no digo nada más e hago un gesto con la mano para que continúe con su discurso barato que se ve que lo ha ensayado como si fuera un político.

—Cómo fue su niñez, que hace que surja la agresión, que lo hace enojar para así entender a esta gente con esta situación—dijo con seguridad.

Aprieto los labios en una fina línea y lo miro fijamente porque yo no soy ningún puto loco enfermo o un maldito mono para que experimente conmigo en la cárcel para sus pruebas, no es mi culpa que la policía sé tan incompetente.

—¿Mi situación? —Pregunte de forma brusquedad y apretando con fuerza mis manos—. Puedes explicarte mejor a qué te refieres con mi situación.

—Sí, tu situación es muy peculiar porque también en tu cabaña se encontró que estudiabas a otros asesinos en serie como: Ted Bundy, John Wayne Gacy, El asesino del zodiaco, Jeffrey Dahmer, Rodney Alcalá, BTK, Edmund Kemper, Richard Ramírez y entre otro más. Supongo que tenías un interés en la psicología del asesino en serie.

—Sí, me gustaba entender un poco sus mentes—me rasco la barbilla—. Desde chico me gustaba ver estos documentales con mi padre.

—De eso justamente de lo que quiero que hablemos y que me ayudes—me propuso el oficial Oviedo.

Hermosa DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora