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Archivos de la Academia Kempf

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Archivos de la Academia Kempf. Fragmentos de un diario encontrado en el Desierto del Pacífico. Periodo histórico: años del gran diluvio.


19 de junio, 2048

Decidí comenzar a escribir para sobrellevar la agonía de los recientes sucesos. Me dolió demasiado dejar nuestro hogar, pero Romina tiene razón: hay gente pasándola mucho peor, y debemos sentirnos afortunadas. Siempre estuvimos al tanto del desastre pisando nuestros talones. Todos sabíamos sobre la tormenta de este año. A pesar de ello, es inevitable no angustiarse al pensar en la gente de las minas y las fábricas. Tristemente ellos no pudieron abordar los navíos. Ojalá construyeran más.

La verdad yo no suelo leer noticias; me deprimo en cuanto hojeo uno de los Periódicos Oficiales. Fue Romina quién me habló sobre los cruceros hace cinco años. En ese entonces se anunciaron como la única forma de sobrevivir al derretimiento de los polos, y vaya que tenían razón. Nosotras casi no alcanzamos a cubrir la cuota. Por suerte, Sandro decidió venderlo todo antes de morir. En ocasiones siento ansiedad por no saber qué va a ocurrir con nosotras cuando la marea por fin baje. Que Dios me perdone; a veces me pregunto si hubiera sido mejor quedarnos en tierra.

Quiero tanto a Romina. Ahora mismo ella duerme en su cama. Siempre me ha gustado verla dormir. Me trae mucha paz, no obstante, hoy es nuestra primera noche aquí, y ni siquiera el tacto de su suave cabello me ha ayudado a conciliar el sueño. Me duele verla enfrentar todo esto sin su padre.

Al menos el camarote es bastante cómodo. Es muy espacioso y, a decir verdad, el servicio hasta ahora ha sido increíble. Si no fuera por la gravedad de las circunstancias, pensaría que es el lugar ideal para unas buenas vacaciones. Por ahora la tormenta sigue su curso por centésimo día consecutivo. Debo tranquilizarme. El nuevo gobierno nos prometió que estaremos bien. Vamos a progresar juntos.


28 de junio, 2048

Me encanta el techo del crucero. Se ve tan real, es como si el sol de verdad brillara en lo alto; es muy refrescante sentir la brisa moviendo nuestros cabellos. Es asombroso. Romina y yo pasamos todo el día en la piscina. Adaptarnos al ambiente resultó más fácil de lo esperado. Todos se comportan con amabilidad; se nos ha hecho muy sencillo hacer nuevas amigas. Claudia y Sofía son con quienes solemos pasar más tiempo; me caen muy bien, y son casi de mi edad. Seguido nos acompañan en nuestras exploraciones.

No esperé ver tantas amenidades en el crucero. Llevamos más de una semana aquí, y aún nos falta una infinidad de sitios por descubrir. Hay casinos, clubes deportivos, una playa artificial; este último es el sitio favorito de Romina. En lo personal, mi lugar predilecto es el Mont Cheverny. La comida ahí es exquisita. No he repetido ningún platillo y, aunque así fuera, jamás me cansaría de cenar allí. No sé qué lo hace tan especial. El coq au vin me enamoró al principio; el vino tinto le deja un sabor muy especial a la carne. Luego comí los escargots de Bourgogne; me volví fanática de ellos. Después probé la tarte Tatin, y no entiendo cómo pasé tantos años sin conocerla.

Planeta misterio [relatos cortos de ciencia ficción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora