Después de aquel accidente automovilístico, Tom Kaulitz había pasado de ser un chico fuerte, altanero, arrogante y decidido, a ser un pobre chico enfadado con el mundo, huraño, solitario que parecía que lo único que quería hacer era morir.
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Los días siguientes fueron un ir y venir al hospital a todas horas.
Estaba feliz porque Tom había despertado y su salud mejoraba cada día más.
El doctor volvió a mencionar la desinflamación en el lóbulo occipital de Tom, Simone estaba muy emocionada con la idea de que Tom recuperara la vista.
—¡No, no y no! —escuché la voz de Tom al entrar a la habitación. Parecía furioso.
—Pero, Tom si te operas...
—¡No voy a operarme!, ¡No es algo que esté a discusión! —dijo.
Me detuve al verlo.
Su ceño estaba fruncido profundamente. Lucía muy molesto.
Simone frunció los labios en una línea dura pero no habló más.
—H-Hola —susurré.
El semblante enojado de Tom se transformó por completo. La ira de fue de su rostro y una sonrisa aliviada se extendió por su rostro.
—¡Rachel! —dijo con una sonrisa en los labios.
Crucé la habitación y deposité mis labios sobre los suyos en un beso corto, mientras él entrelazaba nuestros dedos.
—¿Estás bien? —pregunté, curiosa por la discusión que acababa de escuchar.
—Sí. Mi mamá tiene la estúpida idea de que debo operarme para recuperar la vista. Simplemente no me importa no ver —dijo Tom. La irritación volvió a su voz.
Fruncí el ceño confundida. ¿Qué no se supone que lo único que quería era recuperar la vista?
—No entiendo —dije —. ¿No quieres volver a ver?
Tom suspiró negando con la cabeza. —No quiero volver lo que era antes. Volver a ver, sería aceptar mi horrible pasado, volver a ser aquella persona; no quiero olvidar lo que soy ahora. Me gusta lo que tengo ahora y soy realmente feliz —dijo.
Mi corazón se hundió dentro de mi pecho. —Eres lo que eres por tus vivencias. Esto te ha hecho más fuerte y diferente. Por eso, ahora eres como eres. —susurré.
Simone sonrió al mirarnos. Tom hizo una mueca. Vi duda en su mirada y mi pecho se hundió nuevamente.
Sabíamos que debíamos tomar el tema con calma si queríamos convencer a Tom de la operación.
(...)
Había pasado otra larga semana antes de que Tom fuera dado de alta.
Las fracturas de sus costillas habían mejorado pero no estaban completamente sanas. Le habían quitado el yeso de su muñeca reemplazándolo por una férula menos aparatosa y pesada. Tendría que estar en reposo varios días en cama, pero se veía mucho mejor.
Su piel había tomado aquel tono natural, sus labios rojos parecían cerezas ahora, sus ojos oscuros brillaban con vida.
—¡Quiero irme ya de aquí! —se quejó mientras golpeaba su pie contra el suelo a un ritmo desesperado.
Estaba sentado sobre la cama con el ceño fruncido.
Sonreí y enredé mis brazos en su cuello. Él abrió las piernas para dejarme entre ellas y enredó sus brazos en mi cintura —Tranquilo, amor. Ya falta poco —dije intentando relajar su ánimo.
—¡Muero por irme de aquí!, ¿Iremos a comprar pizza, verdad? —dijo rozando su nariz en mi mejilla.
Sus trenzas me hicieron cosquillas.
—¿Qué hay del reposo? —dije acariciando sus trenzas con mis manos.
—¡A la mierda el reposo!, ¡Hoy nos iremos a bailar Abril, Georg, tú y yo! —dijo.
—¡No, señor!, ¡No iremos a bailar!, ¡Pueden golpearte o algo! —le reprimí.
El frunció el ceño e hizo un puchero. —No quiero estar en cama todo el día —se quejó.
Suspiré.
Sabía que Tom podía ser muy persistente y sugerí —¿Y si vamos a un café?
Sus manos se deslizaron por mis caderas y pegó mi cuerpo al suyo. Mi respiración se atascó en mi garganta, y sus labios se deslizaron por mi mejilla hasta llegar a mi oído. Sus trenzas con un poco de crecimiento, me hizo cosquillas en la mejilla y su aliento me puso la piel de gallina.
—¿Y si duermes conmigo? —susurró con la voz ronca contra mi oído.
Antes de que pudiera responder, alguien se aclaró la garganta en la puerta de la habitación. Me sobresalté y me aparté de Tom casi de inmediato.
Emily nos miraba con aire divertido mientras yo sentía como me ruborizaba por completo.
—Absténganse de hacer públicas sus demostraciones de afecto, por favor —dijo reprimiendo una sonrisa boba.
—Si no te gusta lo que ves, puedes irte —bromeó Tom alzando una ceja con superioridad.
Emily rodó los ojos mientras sonreía y negaba con la cabeza.
—Está todo listo, ya podemos irnos —dijo la voz de Simone, quien se nos unió a los pocos minutos.
—¡Perfecto!, ¡Vámonos de aquí! —dijo Tom saltando de la cama mientras enredaba su brazo alrededor de mis hombros.
Caminamos por los pasillos y salimos del hospital felices de no volver.
Simone y Emily subieron en la parte delantera del auto, mientras Tom y yo estábamos sentados juntos atrás.
Simone me dejó en casa mientras Tom estaba renuente a dejarme ir.
—Tom, te veré más tarde, ¿No es así?, iremos a un café. —me quejé después de haber luchado contra su abrazo de oso, del cual, no quería liberarme.
—Tom, déjala ir. La verás en la noche —dijo Emily con exasperación.
—¿Lo prometes? —dijo haciendo un puchero.
Yo sonreí ante el tono infantil de su voz. —Lo prometo. —dije.
—Tom, deberás pedirle a Abril que te lleve a casa, recuerda que hoy salgo para Liverpool a un curso. Falté mucho al trabajo y no pude librarme de ése compromiso —dijo Simone mientras encendía el auto y Tom por fin me soltaba.
—Yo lo arreglo —dije con una sonrisa mientras salía del auto. Sabía que Abril no se negaría.
Pasé mi tarde acomodando cajas dentro de la tienda mientras mi madre atendía a los clientes. Me la pasé cantando, estaba feliz. Radiante. Sólo me detuve para llamar a Abril y plantearle el plan de salir a tomar un café más tarde y aceptó, emocionada de volver a salir los cuatro juntos. Volví a mi trabajo y no me detuve hasta que terminé.
Cuando miré el reloj, el corazón me dio un vuelco, tenía apenas una hora para arreglarme. Gemí para mis adentros mientras corría a la ducha. Prepararme para una salida con mi novio, ese sentía mejor que cualquier otra cosa en el mundo.
Escogí un vestido entallado en color negro y unas pequeñas balerinas en tonos dorados; mi maquillaje sencillo consistía en polvo, rubor, brillo y máscara para pestañas y alisé mi cabello intentando hacerlo lucir bien.
Abril llegó a mi casa diez minutos antes de lo planeado y espero a que terminara de alisar mi flequillo.
—Rachel —dijo Abril, mientras yo buscaba mis llaves por toda mi habitación de forma desesperada. —, ¿Puedo pedirte un favor?
—Claro —dije distraídamente mientras me agachaba para mirar debajo de la cama.
—¿Crees que haya forma de que le digas a mi mamá que me quedaré en tu casa? —preguntó nerviosamente.
Yo alcé la vista y fruncí el ceño. —¿Por qué quieres mentirle a tu mamá? —pregunté curiosa.
Abril se ruborizó. Lucía avergonzada —Quería pasar la noche con Georg... —musitó.
Una sonrisa burlona se extendió por mi rostro y entonces, una loca idea pasó por mi cabeza. Mi corazón se saltó un latido con sólo pensarlo.
—Lo haré, sólo si tú me "invitas" a dormir a tu casa delante de mi mamá. —dije sintiendo el calor en mis mejillas.
Abril abrió los ojos con sorpresa. —¿Estás insinuando que tú y Tom ya...?
—¡No! —me adelanté. —, aún no, pero...
No pude continuar. Me ruboricé aún más.
Abril sonrió con complicidad y asintió. —Si sucede, cuídense. —dijo.
Mi corazón se saltó un latido nuevamente y me precipité a tomar mi bolso y mi chaqueta.
Abril me invitó a quedarme en su casa como lo habíamos planeado y mi madre no se negó para nada. Subimos al auto y pasamos primero a casa de Georg y luego a la de Tom para ir al café.
Estaba increíblemente nerviosa cuando se sentó a mi lado.
—¿Sucede algo? —preguntó él a mi oído mientras llegábamos al café.
—¿Puedo quedarme en tu casa esta noche? —susurré para que solo él pudiera escucharme.
Él frunció el ceño diciendo —Claro. ¿Está todo bien?
—S-Si —tartamudeé. Incapaz de externar lo que quería intentar esa noche.
Los nervios comenzaron a invadirme. Si todo salía como quería, ésta noche sería muy importante.
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