"Sí, soy joven, y aún así tengo más dinero del que podría gastar en una vida, y sí, lo he generado yo"
-VELIA MORETTI
Para la desgracia de dos de los directores, Velia había acertado en sus suposiciones. ¿Por qué la gente en posiciones de poder tenía que intentar engañar y manipular a todo el mundo? Mala gestión y pocas ventas habían sido las excusas de los directores de Marketing y Finanzas, pero la verdad es que estaban robando dinero y lo distribuían por paraísos fiscales.
Por suerte o por desgracia, el director de RH de Velia tenía trabajo personal: encontrar a dos personas honestas, competentes y diligentes entre los empleados de ambos sectores, y ponerlos al frente. Y, por supuesto, tramitar los despidos, aunque no sería el único con trabajo, porque el departamento de los asuntos legales ya estaba en proceso de hacer una denuncia, y en relaciones públicas ya se estaban empezando a redactar la información que se facilitaría a la prensa.
Velia volvió a su despacho. Tenía una larga lista de pendientes, y ahora ya podía sumarle otra tarea, en verdad, varias. No solo revisar la denuncia, también supervisar qué información se daba y a quién. También debía concertar reuniones con los nuevos directores de Marketing y Finanzas, debía decírselo a Lila, tan pronto como estuvieran elegidos los candidatos, Velia deseaba hablar con ellos.
Se enclaustró en su despacho, y empezó a revisar los tres últimos años de finanzas de la empresa. Necesitaba saber todo lo que habían sustraído, para pedirlo en el juicio, y con intereses. Quizá podía exigir que doblasen la cantidad robada. Y después de eso, había aprendido la lección: no vale con revisar trimestralmente, hay que hacerlo de forma diaria.
Apenas serían las dos de la tarde cuando alguien llamó a la puerta de su despacho. Lila, Lisa, o como fuera que se llamaba aquella mujer entró cuando le dió permiso, cargada con una bandeja. Velia alzó una ceja. ¿Acaso era parte de su trabajo subirle la comida? En su contrato estaban especificadas sus funciones, y esa no era parte de ellas. La única cosa que debía subirle de forma religiosa era el café.
- Es que he visto que no bajaba a comer y pensé que tenía hambre - le explicó su asistente.
Velia la miró confundida. ¿Por eso había decidido molestarse? Hacía mucho tiempo que nadie se molestaba en cuidar de ella, no desde... Parpadeó un par de veces, saudiéndose los malos pensamientos de encima. No quería volver a revivir todo aquello.
- Yo... Gracias, supongo, eh... - Velia fue a darle las gracias y se dio cuenta. No sabía el nombre de la chica aún.
- Lila, Lila Andrews - le recordó ella, antes de salir.
Velia apuntó en un post-it que pegó donde pudiera verlo todos los días "Se llama Lila Andrews". Si bien era cierto que cambiaba de asistente como de calcetines, le gustaba saber los nombres de sus empleados, era por pura educación y cortesía. No podía saber todos los nombres, pero por lo menos aquellas personas que trataban con ella todos los días sí merecían que hiciera ese mínimo esfuerzo.
Empezó a comer, el silencio de su despacho era ensordecedor, y como no podía soportar no hacer nada, empezó a mirar parte de su lista de tareas, para distraer la mente un poco. No iba a bajar a la cafetería de la oficina, porque se iba a sentir más sola que la una, por más gente que hubiera, ella no tenía relación con ninguno de ellos, ni tampoco quería tenerla.
Terminó de comer, y dejó la bandeja sobre la mesita de café de su despacho, prometiéndose que la bajaría antes de irse, y siguió trabajando. Sobre las seis de la tarde, Lila pasó a despedirse y le deseó una buena tarde, Velia le devolvió el gesto.
Apenas fue consciente de la gente dejando la oficina, del edificio vaciándose. La fachada del edificio estaba completamente oscura, menos por su despacho, que era la única luz encendida. Porque la gente se iba a su casa, con su familia, o a su vida, que era integrada por más cosas que por el trabajo.
Sin embargo, la vida de Velia solo se mantenía en pie por el trabajo. Porque si no, no sabría donde hubiera acabado. Más sola de lo que ya estaba no, desde luego. Aún no era capaz de recordar un momento en el que no hubiera estado sola, porque todos los había enterrado muy hondo en su mente.
Y no es que no hubiera sido feliz, que lo fue, pero los sucesos trágicos sucedían, y cuando esos salpicaban la vida de alguien, lo más fácil era guardar bajo llave los recuerdos. Y que dejaran de molestar, porque dolían demasiado como para que pudiera sobrellevarlos.
Porque sus días eran idénticos, daba igual que fuera lunes o que fuera sábado. Trabajar hasta caer destrozada en la cama. Dormir menos de seis horas, despertarse gritando, dejándose la voz ronca por las pesadillas. Negarse a llorar, y volver a trabajar para evitar pensar. Un ciclo nocivo y dañino para Velia, pero la mantenía en pie.
Eran las nueve de la noche cuando Velia se levantó de su silla y miró por la pared de cristal de su despacho. Las llemas de sus dedos acariciaron el cristal. La ciudad, a sus pies, estaba semidormida.
Recordaba aquellos tiempos en los que no se escudaba entre capas y capas y capas de frío hielo, de indiferencia y de dolor, porque era imposible suprimir diecisiete años de su vida, por más que a ella no le gustase en absoluto.
Porque recordar la época en la que fue feliz sin duda traía el momento en el que todo se torció. En que la bonita infancia y la preciosa adolescencia de una niña mimada se destrozaron en pedazos.
Siete grandes errores cometió Velia, siete grandes errores que la marcaron y la marcarán, porque lo que ella es ahora es gracias a lo que fue, y lo que será mañana es gracias a lo que hoy es.
Y hoy es un alma atormentada, incapaz de superar la culpa, el dolor, la negación y el duelo. Porque perdió mucho más de lo que ella piensa.
Y todo empezó con una llamada de teléfono...
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Los siete errores de Velia Moretti
Mystery / ThrillerEl primer desencadenante fue aquella llamada de teléfono. Aquello provocó el primer error, que desencadenó el segundo, y así hasta llegar al séptimo. Aunque podemos decir que hay un error cero, la confianza que Velia tenía en sí misma y en el mundo...