Capítulo 56 (EDITADO)

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Desde que era pequeña, siempre había tenido una gran empatía por las personas que me rodeaban

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Desde que era pequeña, siempre había tenido una gran empatía por las personas que me rodeaban. Recuerdo que, cuando un niño se caía, me apresuraba a ayudarlo. Mi tía siempre me había felicitado por esa faceta, pero siempre me decía que debía ser un poco más dura, y que había gente que podía llegar a ser cruel y aprovecharse de las personas con buen corazón.

Yo no lo entendía, no comprendía por qué me debía comportar como los demás si yo era de una manera, pero, con el tiempo, como siempre, mi tía tenía razón. Había aguantado muchas veces las burlas crueles de los niños porque sí, los niños podían ser crueles. El tema de diversión de ellos era que yo no tenía padres y que vivía con mi tía.

Muchas veces me ponía a imaginar qué pasaría si ellos hubieran vivido lo mismo que yo; seguramente no se hubieran burlado de esos temas tan delicados. Cuando se lo comentaba a mi tía, ella siempre me sonreía y me decía: "Que nadie apague el brillo tan especial que tienes, porque tú brillas más que todos los demás, por el gran corazón que tienes". Siempre me he grabado esa frase a fuego. Era como una especie de mantra que me recordaba cuando sentía que me querían hacer daño. Por eso, mirando al hombre-tigre que tenía delante, alcé la cabeza.

Quizás no era el mejor gesto en estos momentos, porque al fin de cuentas, ese gesto era bastante utilizado por los reyes que continuamente veía a los demás como si fueran inferiores a ellos, pero él me quería matar, así que lo justo era que yo le mirase de ese modo, eso sí, sin quitar mi sonrisa de oreja a oreja.

—¿Y tú te lo has creído?—pregunté con una ceja alzada y una sonrisa de lado.

El hombre-tigre me miró un poco aturdido, como si le costara asimilar la pregunta que le acababa de hacer. Yo no me creía que el dios Helios cumpliera su promesa, no, simplemente quería a más seres para que fueran sus peones y él no tuviera que mancharse las manos. Todos caemos en la desesperación cuando la necesidad nos abruma, y el había aprovechado la necesidad desesperada de ese pobre tigre para usarlo.

—¿Por qué me iba a mentir?—preguntó a la defensiva.

Había muchas razones para que lo hubiera mentido, pero no quería decírselas y menos en el estado en que se encontraba. En mi mente, después de conocer un poco a los dioses (aunque solo fueran dos), algo me decía que el trato tenía truco, ¿cuál? En esos momentos no lo sabía, pero estaba dispuesta a investigarlo. Acercándome a él y colocándome a su altura, hice algo que no se esperaba; Empecé a quitarle la flecha que tenía clavada. Todos mis amigos miraban mis movimientos con cierta curiosidad, como si no creyesen lo que estaba haciendo.

Nadie merecía estar de ese modo, como un animal herido, siendo acorralado por los cazadores, no, y menos por los motivos que lo habían impulsado a hacer esta locura. Él podía haber muerto, y lo sabía. Quizás si no lo hubiéramos dejado hablar, habríamos acabado con su vida, pero tuvo la suerte de que no fue así. Ninguno de los presentes éramos asesinos y no nos aprovechábamos de la gente indefensa, y lo sé, porque Acua habría acabado con él en un instante o incluso Yulen o Aston, pero no lo habían hecho; simplemente se habían dedicado a intimidarlo, cosa que no creía que fuera una buena idea.

La Reina De La Tierra-Primer libro De La Saga: Elementos- (EDITANDO) 2ª VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora