Ahora debemos hacer que confíe en nosotras

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Esa tarde fingía trotar.

Bueno, no fingía, estaba trotando. Lo que fingía era que no veía a Freen, pero le daba varias miraditas furtivas. Hoy iba casi en pijama, llevaba unos pantalones de algodón, una camisa blanca de tirantes, pantuflas y el cabello suelto. Siempre me ha parecido increíble que no le importe que se le queden mirando por escribir ahí o por salir en pijama.

Ojalá pudiese tener esa confianza.

Iba como en la quinta vuelta cuando ella levantó el rostro del portátil y me observó, casi me tropecé con mis propios pies por los nervios, pero tuve que arreglármelas para devolverle el saludo. Porque sí, me saludó.

¡Me saludó!

Cuando estuve detrás de un edificio donde ella no pudiese verme, di varios saltitos y solté un pequeño chillido. Luego me pasé la mano por el cabello y me recompuse para seguir trotando.

En el camino, un chico me interceptó.

—Hey, hey, Becky.

Me quité un audífono y paré el trote.

—Hola, Heng

—Pégame esos hábitos tuyos de hacer ejercicio, por favor.

Me reí y luego chocamos puños.

Heng vivía en mi edificio y por eso éramos amigos, solo que las cosas se torcieron un poco cuando me dijo que yo le gustaba, hace apenas unos meses. Pero él a mí no me gustaba, y me sentí un poco culpable por no poder corresponderle. Pero no pueden obligarnos a amar o a no hacerlo. Así que ya no hablábamos como antes, por eso cuando lo hacíamos trataba de sacarle provecho al momento.

—Solo lo hago a veces.

—Seehh, para salir a mirar a Freen ¿o me equivoco? —no lo decía como en reproche, lo decía como un «te he atrapado» así que solté una risita y traté de no hacer incómodo el momento.

—Puede ser —admití—, pero también lo hago para ponerme en forma. Ya no tengo piernas de fideo —dije, orgullosa.

—Igual siempre te has visto muy bonita —aseguró.

—Gracias... — me sonrojé, y no porque él me gustase, sino porque no estaba muy acostumbrada a recibir cumplidos.

—Bueno —dijo luego de unos minutos en silencio—, te dejo, sigue en lo tuyo. Vas muy bien —Sonrió.

—Gracias —dije de nuevo, comenzando a alejarme—. ¡Tú también deberías hacer ejercicio! —Le grité cuando empecé a trotar.

— ¡Si! ¡Algún día! —devolvió, pero ambos sabíamos que era mentira.

— ¡Hasta podríamos hacerlo juntos! —le animé.

— ¡Ufs! ¡Pero qué ofertón! —ironizó rodando los ojos y yo me reí.

Me puse el audífono otra vez y seguí con lo mío. Luego de un rato miré mi reloj para asegurarme de que había pasado una hora, y decidí caminar hacia donde estaba Freen.

—Hola —saludé, y como hizo hace un día, dio un respingo, luego, al verme, sonrió.

—Hola, Becky.

— ¿Cómo sabes mi nombre?

—Nos seguimos en Instagram, duh —dijo encogiéndose de hombros—. No sabía que hacías ejercicio.

—Solo salgo a trotar de vez en cuando —desestimé con un ademán de la mano.

«Y a verte»

—Ya quisiera yo tener los ánimos de hacer ejercicio. Solo soy una perezosa —dijo y yo me reí. Si supiera que salía a trotar solo para verla y no porque tuviese ganas.

¿Qué escribes? - Adaptación FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora