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—No has estado sacando comida para Nighty últimamente

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—No has estado sacando comida para Nighty últimamente.

Nighty el gato, ¿Recuerdas? El pequeño amigo peludo de Luchino. Dejó de servirle croquetas hace siete noches. Frederick se dio cuenta, por supuesto. Se dio cuenta de todo estos días.

El platinado estaba inclinado sobre la isla de su cocina, observando cómo un extraño cortaba unas chuletas de ternera sobrantes para guisar. Pensó que esta observación podría tensar los hombros de Luchino con inquietud, pero no hubo señales obvias. Sólo un reposo convincente.

—No lo he visto por aquí. —Dijo.

—Tal vez es porque dejaste de alimentarlo.

—Tal vez.

Un tramo de silencio.

— ¿No quieres llenar su cuenco?, ¿Por si acaso?

Los hombros se encogieron.

—Supongo. Pero sabes, estaba hablando con nuestros vecinos el otro día...

— ¿Del lado izquierdo?

—Lado derecho, Leo y su hija. Emma me advirtió que vio a un perro callejero merodeando por su patio trasero, metiéndose en su basura. Parecía que tenía rabia.

La frente de Frederick se arrugó con preocupación — ¿Crees que lo atrapó?

—Tal vez.

Más silencio. Luchino pasó su pulgar por el filo de la hoja, limpiándola con un golpe, solo para meterse el dedo en la boca y limpiarlo con la lengua.

Las chuletas estaban crudas. La boca de Frederick se secó más que el Sahara.

Tal vez Luchino tenía razón. Tal vez Nighty fue comido, después de todo.

...

Frederick encontró la... cosa... mirándose en el espejo. De nuevo.

Empujaba y pinchaba, en perpetua incredulidad de su semblante, tirando y pellizcando la piel, levantando y bajando la frente, abriendo y cerrando la boca. Observó el ciclo de la cosa a través de varias expresiones en una especie de ensayo retorcido. Primero, euforia, luego conmoción, luego ira y finalmente cariño.

Se parece a él.

Pero sabía en su corazón que no podían ser iguales.

Había estado apoyado contra el marco de la puerta abierta, silencioso e invisible desde este ángulo. La cosa que llevaba la cara de su marido parecía no darse cuenta de su presencia; el músico podría haber estado mejor alejándose.

Pero ya no podía tolerar esta farsa.

— ¿Buscas canas?

La cosa se giró, y su espantosa culpa manchó las perfectas facciones de Luchino.

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—Amore, —Respiró —no, solo estaba... ¿Cuánto tiempo has estado parado ahí?

Frederick miró al suelo. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho en señal de protección. No sabía qué saldría de esta confrontación. Si, como el gato Nighty, él también desapareciera en circunstancias misteriosas.

Pero necesitaba saber la verdad.

— ¿Quién eres?

La cosa esbozó otra sonrisa nerviosa y se rió de la ridícula pregunta — ¿Qué?Como si el problema hubiera sido el volumen, levantó la cabeza y repitió en voz más alta — ¿Quién eres?

—Cariño, —La voz del profesora amonestó cariñosamente — ¿Qué estás preguntando? Soy yo, tu Lu.

Con frialdad, espetó –No el mío.

La sonrisa estúpida se borró de los labios de Luchino cuando la cosa reconcilió gradualmente el vitriolo muy real de Frederick, su lenguaje corporal hostil. Dio un paso reflexivo hacia atrás, golpeando el borde del fregadero, antes de poner esa voz severa, la única cosa en este mundo que podría subyugar al platinado.

— ¿Qué diablos significa eso?

Pero el músico no sería amenazado para someterse esta vez. No permitiría que sus temores justificados fueran burlados y menospreciados, como si fueran completamente infundados. Se negó a dejarse llevar por la idea de que este repugnante impostor era el hombre con el que se casó.

Con la misma firmeza, respondió —Significa precisamente eso. No eres Luchino Diruse, ¿Entonces quién diablos eres?

Los ojos chocolate se abrieron con la acusación. Esos pozos profundos estaban rebosantes de miedo y, extrañamente, eso hizo que Frederick se sintiera poderoso. El hecho de que pudiera amenazar con la misma eficacia.

—Suenas como un loco, Frederick.

—Sí, yo también pensé que estaba loco. Realmente me convenciste durante los primeros meses.

—Qué-

—Quiero decir, el sexo era una cosa. Pero Luchino odia la carne roja. Siempre. ¿Por qué dejé que me convencieras de lo contrario? Y no me hagas empezar con su cumpleaños. Nadie olvida el día en que nació. ¿Qué tan estúpido fui al creer tus tontas excusas?

—Fred-

—No estaba seguro de nada, por un tiempo, pero luego comencé a mentir, para ver si te dabas cuenta, y no dijiste una puta palabra. Luchino lo habría hecho. Me habría corregido, pero tú...

La cosa puso sus deplorables manos sobre él, anclando sus hombros para calmarlo, pero eso enfureció aún más al platinado.

— ¡No te atrevas a tocarme! —Se encendió, empujando fuera de su alcance. Sus ojos ardían, furiosos —No vuelvas a tocarme nunca más, ¡Tú, monstruo!

— ¿Monstruo? —La cosa repitió con insulto agraviado. Le regañó —Esa no es manera de hablarle a tu esposo.

—No sé lo que eres, pero sé que no eres mi esposo. Ni siquiera estoy seguro de que seas humano.

Agudamente, la cosa desafió — ¿Entonces qué soy? Córtame las venas, Frederick. Sangraré rojo, como tú.

Por mucho que quisiera negarlo, se encogió por dentro ante la imagen conjurada. El rostro de su amado Luchino con las muñecas abiertas, ríos rojos corriendo por sus antebrazos solo para probar un punto. Se sentía como una amenaza apenas velada. Como si esta cosa prometiera autolesionarse si seguía investigando la verdad.

No dejaría que llegara a eso, bajo ninguna circunstancia.

—No dudo que lo harías. No dudo que seas compatible hasta el puto hilo de ADN.

❝ 𝐍𝐨 𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐜𝐞𝐬 𝐬𝐞𝐫 ⌜ ɪᴅᴠ - ғʀᴇᴅᴇʟᴜᴄʜɪ ⌟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora