Damián
1 de junio
—Dulce se llevó a mi hija. —volvió a repetir.
¿Qué? ¿Dulce? ¿Mi Dulce?
Aún confundido por su declaración, me acerqué hasta donde se encontraba, manteniendo su espacio personal, no quería que se sintiera amenazada por mí, mucho menos por mis palabras pero necesitaba respuestas y Brook, las tenía justo ahora.
—Saldré un momento para que puedan hablar más tranquilos. —informó Zed, mientras se bajaba de la cama de Brook de un salto, despidiéndose de ella con un beso en la cabeza y de mí, con un asentimiento de cabeza.
Sabía que iría a buscar a Sam. No podía imaginar lo que podría estar sintiendo, su familia se había roto.
—Por esa expresión, supongo que no me crees.
—Es difícil de hacerlo. —Admití, sintiéndome mal por ella. — ¿A qué te refieres con que ella se llevó a tu hija? ¿Con que intenciones?
Brook pareció pensar bien sus palabras ya que se tomó unos segundos antes de volver a hablar.
—Primero quiero que entiendas algo. —de repente, me miró con tristeza. —Ella cambió, Damián.
— ¿Cambió? ¿A qué tipo de cambio te refieres? —pregunté aún más confundido.
—No uno bueno, eso te lo puedo asegurar. —tragué saliva. —Ella ha estado pasando por muchas cosas antes de incluso nuestro secuestro.
— ¿Pudieron verla? ¿Está bien?
Su mirada bajó por unos segundos, lo que me preocupó.
—Las personas cambian, sus deseos, su apariencia, su corazón.
— ¿Eso es un "Si, Damián, ella está bien."?
Mi pregunta pareció causarle gracia pero ante tal de deseo de sonreír incluso de manera involuntaria, ella terminó haciendo una mueca.
—Sí, físicamente supongo que se encuentra bien, no pude verla por completo en ninguna de las ocasiones que tuvimos oportunidad, ella siempre se escondía o llevaba ropa de hombre muy holgada, jamás se dejaba ver como antes.
— ¿Por qué crees que lo hacía? ¿Por qué se ocultaba?
—Al principio creí que era porque la golpeaban, que la hacían morir de hambre pero con el pasar del tiempo, después de oírla tantas veces, comprendí que la mayor razón por la que no se dejaba ver era porque se sentía culpable.
— ¿Culpable? —pregunté confundido. — ¿De qué?
—De nuestro secuestro.
—Oh.
—Sí, ella solía disculparse con nosotras algunas veces, lo repetía como si fuera ella quien lo hubiera ordenado, como si ella hubiera planeado nuestro secuestro.
—Pero no fue así. —la miré interesado. — ¿O sí?
—No, pero ese hombre sí.
— ¿Quién? ¿Eduardo?
Ella negó.
—Era un hombre joven, oíamos muy poco de él, Dulce nos contaba que el había puesto el invernadero para nosotras, que era una mierda pero no tanto como lo era Eduardo.
— ¿No tanto? ¿Crees que Dulce tenía algún tipo de relación con ese hombre?
Brook no respondió, en su lugar miró hacia la ventana, tratando de aclarar sus ideas.
—Él la quiere.
— ¿Querer?
—Sí, ella dijo que él la había cuidado desde que había llegado al lugar ya que si no fuera por él, Eduardo ya la hubiese matado a latigazos.
Cerré los ojos tratando de procesar todo, entonces fue que recordé aquel cuarto horrible de tortura que encontramos ¿Ella había pasado por ese lugar?
Recordar que Dulce era muy insistente y muy directa, me dio una respuesta.
— ¿Él, tiene algún nombre en especial?
—No, ella jamás nos dijo su nombre pero creo que es alguien importante.
Claro que lo era, al menos para Eduardo, este hombre era su mano derecha, sino que otra razón habría para tomar en consideración sus opiniones y su pedido de no lastimar a Dulce.
Vaya, entonces este hombre se había enamorado de Dulce.
Pero ¿Y ella? No podía ser amor, claro que no, ella jamás se enamoraría de él.
—Para Eduardo, ese hombre es su mano derecha, lo confirmamos hace un tiempo pero... —traté de mirar hacia otro lado, no sabía si quería esta respuesta. —Para Dulce ¿Él es importante?
Brook puso una mano en su mentón, tratando de al parecer, recordar hasta que por fin, frente a mí, chasqueó los dedos mientras asentía con la cabeza.
—Sí, lo es.
— ¿En qué aspecto?
—Dios mío, Damián, tú quieres saber si Dulce está enamorada del sujeto que la secuestro.
Básicamente sí.
—No, quiero saber si ella siente algún apego hacia ese hombre, quizá él le lavó el cerebro.
— ¿No es lo mismo? Como sea, ella le tiene algo de consideración, creo que el encierro los volvió cercanos, hubo un tiempo donde ella hablaba mucho de él pero sin decir muchas cosas útiles.
— ¿Hablaba mucho de él? —pregunté sorprendido.
—Sí, bueno, se quejaba mucho en realidad, decía que ya no le tenía paciencia y que uno de esos días lo ahogaría con alguna almohada, que quemaría sus libros y que probablemente, él la mataría por hacerlo.
—No parecen quererse en absoluto.
—Bueno, supongo que no de la forma que piensas pero Dulce, solía hablar mal de él para luego culminar suspirando y diciendo que no era un mal tipo aunque...
— ¿Aunque?
—Al principio como tú, creí que se había enamorado pero luego, a ella se le escapó una confesión que me hizo creer todo lo contrario.
— ¿Qué dijo?
—Que él sería parte de su plan.
— ¿Qué lo incluiría en su plan o que iba a utilizarlo?
—No lo sé, solo lo mencionó a él y un plan.
—Bueno. —tosí, fingiendo no estar un poco más aliviado. — ¿Y qué hay de Ada y de Becca?
—Ellas estaban bien, al menos hasta que pasó el primer intento de escape.
Me incline hacia ella un poco más interesado.
— ¿Podrías hablarme de ese incidente?
Ella se tomó un minuto, cerraba los ojos constantemente. Sabía que era algo que no quería recordar, no después de ver toda esa montaña de cadáveres que encontramos en el bosque.