24-Desconcertada.

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Después del fin de semana con la família de Daniel descubrí que aún podía sonreir.
Lina, la madre de Daniel hizo que me sintiera muy cómoda con ellas, además, pude desconectar y el dolor por Marc se hizo un poco más suave.
Estaba enfadada con Daniel por engañarme, pero en el viaje de vuelta reconocí que había sido una buena idea y le perdoné.
Esa noche, sentada en el sofá con él me  sentí protegida, y me acurruqué en su hombro mientras veíamos una película.
El lunes fuímos a la oficina para recoger nuestro siguiente trabajo.
Teníamos hasta las tres para prepararnos e irnos a Roma.
Me preparé la ropa y ayudé a Daniel a escoger parte de la suya.
Fuimos al aeropuerto y me invitó a comer en una pizzería.
Hablábamos de trabajo y eso para mí era una forma de no pensar en Marc.
En los viajes de trabajo no tenía recuerdos de él, sólo al llegar la noche lo recordaba y necesitaba hablarle. Aunque sabía que él ya no estaba.
Llegamos al primer hotel y, como siempre, íbamos observando los detalles de todo cuanto nos rodeaba. Nos instalamos y bajamos a cenar.
La conversación giró entorno a la comida y luego derivó sin que me diera cuenta hacia su madre y su hermana.

—Tu madre es un pequeño huracán, pero según lo que me explicó ha tenido que ser muy fuerte para sacar sola adelante a un adolescente y una niña pequeña.

—Mi madre es una luchadora, pero alguna vez la he oído llorar en el baño. Mi hermana no se acuerda porque era muy pequeña, pero yo sí lo recuerdo perfectamente.

—Debió ser duro para ti perder a tu padre.

—Bueno, no te voy a mentir, me enfadé muchísimo con la vida y fuí un adolescente terrible durante unos meses, pero con terapia y mi madre conseguí superarlo.

Cuando acabamos de cenar me invitó a salir, pero le dije que no. La verdad, no me apetecía salir , quería ir a la cama y dormir para no pensar en nada.
Subí y me puse el pijama. Después llamé a Dúnia, le expliqué cómo había ido el viaje y cuando me preguntó si me gustaba Roma le dije que no había visto nada todavía, pero que no me interesaba ver nada tampoco.

—¿Porqué  no aprobechas la oportunidad y das una vuelta por la ciudad? Tiene que ser preciosa, y Daniel seguro que te acompañará encantado.

—Lo sé, Tata, pero todavía no tengo ánimos para salir a divertirme.

—Ha pasado ya un año. Es hora de que pases página y sigas viviendo tu vida. Seguro que es lo que Marc hubiera querido que hicieras.

—No me presiones, Dúnia, necesito más tiempo.

Le pregunté por mi sobrina y así cambié de tema. Cuando hablaba de ella mi hermana era otra persona, la maternidad la había cambiado.
Cuando acabamos de hablar, me metí en la cama, pero no me dormí enseguida.

Llegó Daniel y se fué a la ducha, yo me hice la dormida, pues no me apetecía hablar con nadie.
Oía el agua de la ducha caer, enseguida acabó y salió del baño, al creer que estaba dormida se paseaba por la habitación sólo con una toalla en la cintura. Si no lo conociera pensaría que se estaba exhibiendo. Pero era Daniel y él no hacía esas cosas.
Recogió el pijama y se fué al baño a ponérselo.
Se acostó en su cama y apagó la luz.

Me quedé despierta un rato, Daniel era atractivo, verlo con la toalla en la cintura despreocupado, el pelo alborotado, mojado, había despertado algo dentro de mí.
Me dormí pensando en él y por una vez no tuve pesadillas.
Al día siguiente el servicio de habitaciones fue un desastre. Nos trajeron el desayuno tarde y frío. Daniel bajó a recepción a que nos cambiaran de habitación y al llevar mis cosas me dí cuenta que sólo tenía una cama doble.
Daniel me aseguró que no les quedaba ninguna con dos camas.
Trabajamos todo el día, probando la comida y observando el hotel a fondo.
Después de cenar me iba a dormir y Daniel volvió a invitarme a salir. Como le dije que no esta vez subimos juntos a la habitación.
La cama grande atraía mi vista, así que cogí mi pijama y me fui a la ducha.
Daniel entró a ducharse después de mí y antes de que me acostara, me pidió que le acercara el pijama que se le había olvidado. Entré en el baño y allí me quedé parada, con la boca abierta, Daniel en la ducha, con sólo una toalla pequeña, mojado, era una visión bastante perturbadora, me repuse y le dí el pijama y una toalla de baño.
Me metí en la cama y cuando salió del baño él hizo lo mismo. Pensaba darme la vuelta para dormir pero empezó a hablar del trabajo y tuve que girarme hacia él.
Cara a cara, con el olor a jabón, me concentré en la conversación con dificultad.
En un momento dado me quitó un mechón de pelo de la cara y me estremecí. Después se dió la vuelta y se durmió.
Yo quedé largo rato despierta sin saber cómo habia pasado aquello.
Llegué a la conclusión de que hacía mucho tiempo que no me acostaba con nadie y tenía revolucionadas las hormonas.
Al día siguiente nos fuímos al siguiente hotel, trabajamos y todo transcurrió como era habitual entre nosotros.
No quise pensar en lo que había sentido  los dos primeros días, el resto del viaje fue normal y volvimos a Barcelona el jueves noche.
Llevemos los informes y hasta el lunes no teníamos que volver.
-
—Bueno, Daniel, me voy a ir a ver a mi sobrina y después vuelvo a casa.

—Te acompaño.

—No, no hace falta. Prefiero ir sola, necesito hablar con mi hermana a solas.
Daniel se fue a casa y yo me dirigí a casa de mi hermana.

—Aisha, Hola cariño. Ven conmigo a la cocina, la niña está jugando en el parque y podemos hablar.

—Te dije que tenía que contarte algo, pero la verdad es que no sé por dónde empezar.

—Mira, bébete una cerveza y me lo cuentas todo desde el principio.

Me dió una cerveza fría, nos sentamos en la cocina y tras pensar un momento en cómo decirlo al final me decidí a ir al grano.

—Dúnia, creo que tengo algún tipo de trastorno hormonal.

—¡¿QUÉ?! . No entiendo, dime qué te pasa.

—Tata, yo siempre he considerado a Daniel como un compañero de trabajo, un amigo.
Pero en este viaje ha pasado algo.

—Dime, ¿Os habéis acostado juntos?

—No, bueno sí, pero no hemos hecho nada.

—No te entiendo, Aisha, explícate.

—Mira, Tata, yo siempre veo a Daniel pero no me fijo en él como hombre, ¿me entiendes?

—Creo que sí.

—Pues en Roma, me pasó como aquella vez que te conté en Israel, que me sentí atraída por él.
Yo creo que debo tener algún tipo de trastorno hormonal.

Dúnia me sonrió.

—Cariño, hace mucho que no tienes relaciones.
Es posible que estés cerca de tu período, eso a veces despierta la líbido.
No te preocupes por nada, no estás enferma ni nada de eso. Es normal.

—Nunca me había pasado.

—Porque no habías tenido que compartir habitación con un hombre atractivo como Daniel, en estas circunstancias.
No te alarmes y relájate, verás que pasará pronto.

Hablemos un rato más y luego fui a casa.
Daniel estaba hablando por teléfono y colgó cuando entré por la puerta.

—¿Quieres comer algo?

—No, gracias, Daniel, creo que voy a ver un rato la tele y luego me acostaré.

—Voy a hacer alitas de pollo crujientes, si quieres comparto. Podemos cenar en el sofá.

—Bueno, quizás coma alguna.
Me encantaban las alitas de pollo. Dúnia las hacía supercrujientes.
Cuando no quería comer nada, me hacía alitas y no me podía resistir.
Pero Daniel no podía saber eso.
Media hora más tarde vino al sofá con un plato grande de alitas y dos cervezas frías.

—¡Madre mía!, están buenísimas.

—Receta secreta.

Quería comer sólo una o dos alitas por no hacerle un desprecio, pero al final acabé comiendo bastantes más.
Vimos la película, comentando las escenas, riendo, comiendo y bebiendo cerveza. Como no estaba acostumbrada a beber me sentí un poco mareada, pero con el corazón ligero. Pasemos una velada muy agradable.
Terminó la película y nos quedamos en silencio un momento, hasta que Daniel habló:

—Me gusta verte sonreir de nuevo, Aisha.

—Gracias, Daniel, eres un gran amigo, estoy mejorando gracias a tí.

Me abrazó y al hacerlo me sentí protegida y bajé un poco la guardia, gruesas lágrimas resbalaron por mis mejillas, pero me dí cuenta que ya no me dolía con la misma intensidad que antes.

—Vamos, ves a la cama a descansar, yo recojo aquí y mañana te llevaré a ver a tu hermana.  Podemos hacer una excursión.

No discutí, me fuí a mi cama y me quedé inmediatamente dormida.
Ese fin de semana fué el inicio de mi recuperación. Salí de casa y me permití ser feliz de nuevo. Sabía que todavía me quedaba un largo camino para estar bien del todo, pero había dado un paso importante gracias a Daniel.
Fuímos a la montaña,  al  parque natural del Montseny. Eduardo no pudo venir con nosotros porque estaba en una conferencia de trabajo en Madrid. Volvería el miércoles.
Daniel llevaba a mi sobrina en una mochila portabebés, hicimos una excursión cortita y paramos a comer en un restaurante de la zona.
El sábado y el domingo pasaron volando. Yo me sentía muy a gusto con Daniel, él parecía estar disfrutando también.

Déjate LlevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora