«Day 33»
—Narrador omnisciente
Habían pasado tres días después de lo sucedido, a medida que pasaban mas los días, la pobre Leigh se mostraba cada vez mas confundida, pero esta sabía disimularlo bien, y nunca descansó hasta conseguir mas información sobre ella, o sobre el verdadero Tom Kaulitz.
Sin embargo, Betth ya no se atrevería a decir nada más después de lo qué habló con Bill. Ella sabía que cualquier mal movimiento sería un lamento para ambas, ahora temía de lo que Tom podría hacerle a su amiga.
"Sí para protegerla tengo que quedarme callada, entonces lo haré" estos eran los pensamientos de la rubia, pero a la misma vez eran un sube y baja para ella. A veces la observaba tan debil, tan mal... y tenía el impulso de ayudarla.
"¿Pero cómo podría ayudarla? Si al igual que ella estaba metida en todo esto"
La pelinegra se encontraba sentada en uno de los sofás de la sala de la biblioteca, leyendo un libro. Ella misma había dicho que le incomodaba leer en la biblioteca, sin embargo, su amiga siempre llegaba a ciertas horas de la noche y la pelinegra pensó que esto sería una buena excusa para verse.
Cabe destacar que en estos tres días la pelinegra nunca se había cansado de insisitirle a Betth para que le contara la verdad. Pero, betth se mostraba firme con su respuesta, siempre con su 'no lo sé' tal y como se lo había repetido Bill a la rubia.
Mientras que Leigh leía de su libro, sus pensamientos no se calmaban y tomaban el protagonismo en su mente. Se sentía verdaderamente mal, y por más que hacia el esfuerzo para recordar, no podía, pero sus pesadillas comenzaban a cobrar sentido para ella.
Siempre aparecía atada, o se sentía atada. Ella solo podía pensar una sola cosa "Tom me tiene secuestrada" pero de inmediato se abofeteaba mentalmente. ¿Porqué? Ella no era capaz de creerse eso, ella no era capaz de creer qué el mismo qué la cuidó, que le brindó su apoyo y su cariño, era el mismo que la secuestró y qué la tenía atada completamente a él.
Y lo que le esperaría a Leigh cuando se entere qué aquél de trenzas, era nada más y menos que un asesino, un villano, un monstruo...
O su pesadilla.
Por otra parte, el de trenzas se encontraba en un club nocturno junto a sus hombres, con otros dos más que habían ido con él en caso de que los necesitase.
—Necesito novedades sobre ese hijo de puta. —Ordena Tom, para luego tomar un sorbo de su vaso de whisky. —El tiempo corre. —Amenaza. —Y necesito volver a los ángeles, no puedo descuidar las cosas allá. —Argumenta, soltando un suspiro y llevándose el cigarrilo a sus labios.
—Entendido Kaulitz, pero su hermano está a cargo. —Suspira. —Creo que podemos dejar a un lado las cosas en los ángeles, y preocuparnos en...
—De ninguna manera. —Interrumpió Tom a Abel, dedicándole una de sus fuertes miradas. —Por culpa de mí hermano tengo que volver en cuanto antes. —Gruñe Tom, para luego llevarse el vaso de whisky a su boca.
Abel y Nicanor asienten obedeciendo las palabras de su jefe. Aquél el de trenzas no ha podido pegar el ojo desde qué se enteró que ahora Betth estaba cerca de la pelinegra, Tom de ninguna manera confiaba en ella y sabía que ella se convertería en un problema.
Tom se sentía traicionado por su hermano, no entendía porque aquél había hecho esto, pero claro que su menor sabía de las consecuencias, y de eso se iba a encargar Tom cuando regrese.
Pero no... Tom no era capaz de hacerle daño a su hermano gemelo, a su otra mitad, a quien defendió y protegió por años. ¿O sí era capaz?
Uno de los hombres qué habían decidido acompañar a Tom, Albert, muy bien tratado por el de trenzas llega e interrumpe la sala en donde se encontraban todos. Era una sala un poco alejada de el club, y por supuesto situada en la zona VIP.
—Jefe, tengo noticias. —Avisa una vez que llegó hasta ellos, quienes todos estaban sentados en los sofás. Un asentimiento de respuesta fue lo que recibió de el de trenzas, para luego llevarse el cigarrillo a sus labios. —Alessandro hizo un mal movimiento, y gracias a eso logramos confirmar qué se encuentra en... los ángeles. —Eso último hizo que Tom se levantara con fuerza de el sofá después de haber aplastado el cigarrillo en el cenicero.
—¿¡Cuando se fue?! —Vocifereó Tom, totalmente enfadado y apretando la mandíbula con fuerza.
Albert suelta un pequeño suspiro, y retrocede unos pasos atrás. Todos sabían lo cruel que podía llegar a ser cuando se colocaba agresivo o perdía la cordura.
—En realidad Jefe, él nunca estuvo en Chicago. —Responde. —Sólo nos distrajo... —Añade, ganándose la mirada de los demás hombres.
—Bien, mierda, ¡Y yo me dejé engañar por ese pedazo de mierda! —Exclamó Tom en un tono burlón, para luego girarse a sus demás hombres. —Preparen las maletas, nos regresamos. —Añade, estos asienten y se levanta mientras qué Tom recuperaba su antigua postura y le dedicaba una mirada a Albert. —Y tú, no pegues el ojo en toda la noche y alerta a todos mis hombres. —Ordena.
—Entendido Jefe. —Responde Albert, asintiendo firmemente con su cabeza.
—Mantengan todo en orden, ¿Entendido?. —Amenaza Tom en voz alta, a pesar de la fuerte música de el lugar, su gruesa y ronca voz era muy audible.
—Entendido jefe. —Responden todo al unísono.
Tom asiente de vuelta y comienza a avanzar por el club, mientras que su mano buscaba la pequeña caja de cigarrillos en sus bolsillos. Estaba enojado y frustrado, ¿Cómo mierda Alessandro se atrevió a desafiarlo de esta manera? Realmente ahora él sabía jugar bien sus cartas.
Ya no era un tonto como todos querían pintar, ya no eran sus hombres quienes lo manejaban, ahora era él. Todo esto para mantener de regreso a la pelinegra.
Ahora todos estaban dispuestos a tenerla, una fruta prohibida hasta para el mismísimo Tom Kaulitz.
Tom se aproximaba hacia su auto, mientras que se paseaba por el lugar unas chicas que estaban sentadas en la barra de tragos le guiñaron el ojo. Oh no, definitivamente ella no sabían a quien se enfrentarían, porqué en chicago Tom no era bastante famoso... pero digamos que algunas personas oyeron algo de él.
Aunque nadie en Chicago sepa a quien se enfrentan, y sólo Alemania y los ángeles hayan sido testigos de su locura, a el de trenzas no le molestaría empezar desde cero y demostrarles a todos de quien se trataba.
Pero él alemán no estaba para matar, aunque si quería calmar sus impulsos o su ira. Un buen polvo para él era exactamente lo qué necesitaba, y esas rubias de gran busto tal y como le gustaban a Tom demostraban ser buenas candidatas.
Pero... nada como la pelinegra de Leigh.
Resonaba en su cabeza y de inmediato se abofeteó mentalmente antes de ir a por ellas.
—Hola nenas, ¿Porqué tan solitas por acá?—Pregunta burlón y a la vez coqueto, con una sonrisa ladina en su rostro. —Whisky, por favor. —Le pide al camarero.
Este asiente y comienza a preparar la bebida de el de trenzas, mientras que el de trenzas devolvía su vista hasta las rubias, quienes reían nerviosas y coquetas, hechizadas por su belleza...
Pero no por sus palabras, como lo estaba Leigh.
Que inútil, ¿No? Enamorarse de tu propio secuestrador, pero... ¿Qué sabría ella de esto? Absolutamente todo lo que le decían era un baúl de mentiras para ella, sin embargo, pareció confiar en él alemán, pero, ¿De verdad estaba enamorada, o sólo fue un momento de debilidad?