MARINA
Sí hace tres meses me hubieran dicho que terminaría trabajando alrededor de un montón de flores como había querido de pequeña, antes de descubrir que quería ser veterinaria, no me lo hubiera creído.
¿Le digo otra cosa que jamás hubiera creído?
Que me encantara pasar ese tiempo entre las orquídeas con alguien en específico, un chico que había cambiado todas mis formas de ver a los chicos.
Pero no crean que todo era tan fácil, tenía miedo, tenía muchísimo miedo de que todas las palabras de mi madre resultarán ciertas y Mateo solo quisiera una cosa de mí, y que después que la obtuviera... Simplemente se alejara.
No creo poder soportar algo así, después de haber sido advertida tantas veces. Por eso a veces cuando sentía que nos juntabamos, actuaba distante o más bien lo intentaba, no era fácil comportarse de manera cortante con Mateo, no podía hacerlo así quisiera.
Hoy cuando me llamó sentí una emoción que no pude evitar, y más cuando me invitó a escucharlo cantar, había esperado a que me invitara desde el momento en que me dijo que había quedado como cantante o incluso antes.
Estos dos meses junto a él han sido lo mejor que me pudo pasar, por fin encontré a un amigo—sin contar a Manuel—con el que me siento cómoda al hablar, no sé porqué pero siento que él me entiende, parece que leyera en mi mirada que me preocupan demasiadas cosas y trata de entenderme lo mejor que puede, no me agobia y eso me gusta.
O mejor dicho él me gusta.
Me gusta ese chico de mirada cálida y profunda, ese chico cuyo color favorito es el verde, ese chico que canta como los angeles, que cuando habla mis piernas tiemblan, ese chico que puede hablar durante horas de algo que le apasiona. Me gusta Mateo Villalobos y no solo eso, siento que me estoy enamorando de él... Y eso me asusta aún más, porque yo no me puedo enamorar. No puedo hacerlo. Me aterra.
—El que se enamora... Pierde. Así de fácil Marina. —las palabras de mi madre volvieron para atormentarme— ¿Lo entiendes? Las personas son malas, los chicos son malos. No tienes que ceder ante ellos, no tienes que enamorarte de ellos, ¿Está claro?
Asentí nuevamente, como ya tenía por costumbre, mamá acababa de romper su relación con Miguel, no tenía idea de por qué había pasado yo solo tenía nueve años.
Miguel no era mi padre, aunque me doliera, la persona que me trajo a este mundo no le importe nunca, eso fue lo que demostró.
Cuando tenía cuatro años mi padre nos dejó a mí y a mi madre, tuvimos que mudarnos con los abuelos, quienes después de unos años nos dejaron su casa y ellos se fueron a vivir al campo, querían una vida más tranquila que la que ofrecía la ciudad.
Los recuerdos de esa noche en la que papá se fue siguen claras en mi mente como si hubieran pasado el día anterior. Recuerdo gritos inentendibles a lo lejos, yo escondida bajo la mesa por miedo a que me gritaran a mí. No quería ruido, quería silencio es más añoraba el silencio.
Nunca fuí una chica de muchas palabras, siempre fuí callada, muchas personas me veían raro, ¿Por qué a una niña de cuatro años le molesta el ruido? ¿No debería ser ella quién lo causase en ves de callarlo?
Esa eran las palabras de los vecinos cuando me veían, sé que era raro, pero de verdad no lo soportaba era algo horrible para mí, me hacía volver a esa noche llena de gritos.
Con el tiempo logré que el ruido no me afectara tanto. Podía estar en medio de un montón de niños gritado, me molestaba sí, pero no me venían recuerdos y eso era algo bueno.
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¿Le tienes miedo a volar?
RomanceMarina a querido ser veterinaria toda su vida, pero ella no contaba con las dificultades que se le harían presentes. Ella quiere enfocarse en ser una de las mejores graduadas, siempre había sido muy inteligente pero no contaba con la aparición de Ma...