Capítulo 8

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ALESS

Hoy tenemos reunión con los Capos y sus subjefes. Entro en el despacho y ya están todos sentados, también hay algunos herederos con ellos. Mi padre entra después de mí y todos se levantan mostrándole respeto.

— Siéntense por favor.— Mi padre coge las riendas de la reunión y nos ponemos al día de cada beneficio y pérdida de cada ciudad, hay algunos que son muy buenos en su trabajo porque tienen mano dura y no la tuercen por nada. Los otros que tienen grandes pérdidas, se les da dos avisos; a la tercera, soy yo el que va a por ellos. Podemos quitarles el poder por no saber manejarlo y pasárselo a un nuevo capo o a su heredero si lo vemos capacitado. En caso de la deslealtad, el pago es la muerte.

Cuando estamos terminando la reunión, todos se retiran, excepto Alonzo Coppola. Mi padre le asiente para que vuelva a su sitio y yo no muevo ni un hueso. Pueden hablar delante de mí y si es una conversación de amistad seguramente mi viejo me pida que me retire. Cuando cruzo la mirada con mi padre veo que no me indica que me vaya, así que esto se trata de trabajo.

Me levanto para servir tres whiskies y me vuelvo a sentar.

— Alessandro, hoy Alonzo quería hablar de su hija Gianna, si quieres retirarte, es tu momento.— Y una mierda y me retiro, mi culo va a estar pegado a esta silla, de hecho, me gusta esta silla, estoy bastante cómodo.

— No, padre, estoy bien.— Mi padre me mira, y se le escapa una mini sonrisa.

— Verás, ayer nos despertamos con bastantes llamadas sobre la mano de mi hija, como ya te comenté por teléfono, hemos descartado a los soldados con menos influencia.— Escucho con atención cada palabra, más bien con orejas de dumbo ya que no me sorprende que haya recibido tantas llamadas, es tan caliente... Sobre todo cuando estaba conduciendo y me llegó medio millón a mi cuenta, no sabía si reírme o dar marcha atrás y volver azotarla.

— Está claro que debe casarse con un capo, es una mujer brillante,  Alonzo. ¿Te ha llamado la atención alguno de los candidatos?— Cuestiona el cotilla de mi padre y se lo agradezco, yo también quiero enterarme.

— Sí, hay uno que me ha gustado lo suficiente, aunque le he dicho a Gianna que podría escoger entre unos cuantos.— Empiezo a ponerme nervioso con tanto misterio.

— Matteo, el Capo de Nueva York. Él no estuvo ayer, pero su hermana sí, y le dio muy buenas referencias de Gia, está complacido y dice que podríamos organizar una cena en mi casa para poder conocerla.— Y... Allí estaba mi nervio palpitando, pensaba reírme de ella por casarse con un viejo o algo así. Mierda. No quiero que se case, quiero arruinarla un poco. Tampoco me hace gracia que vaya a conocer a Matteo, es joven, Capo y además su gente lo respeta. Es uno de los más jóvenes en gobernar Nueva York, su mano es firme y necesita herederos ahora que ha expulsado toda la deslealtad que tenía en su propia familia.

— Oh... Matteo es grandioso y es un buen partido, creo que podrás tener buena conexión con él y algunos negocios que realizar.— Dice mi viejo, después quedan en que Alonzo se lo comentará a Gianna y que después de esto preparará la cena para de aquí un par de días.

Alonzo se retira y yo me quedo con mi padre. Levanta la mirada hacía mi y se acomoda en su sillón.

— ¿Y tú qué? ¿No piensas casarte y darme nietos?— Quiero reírme muy fuerte, pero eso le ofendería un poco, así que cierro el pico.

— Para eso, debes retirarte y dejarme las riendas únicamente para mí, sin eso, no estoy obligado a tener herederos.— Se queda en silencio unos segundos hasta que dice algo que despierta mi atención.

— Entonces prepararé la proclamación, está hecho. Quiero nietos y no hay discusión.— Me quedo paralizado, porque siento que me está vacilando.

— ¿Te burlas de tu hijo, padre?

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora