CAPÍTULO 13

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Como si el tiempo en el tren jamás hubiera pasado, en cuestión de un instante ella estuvo de regreso en Hogwarts, de pie en la biblioteca, que estaba completamente vacía, algo que ella no había visto desde que había iniciado su educación mágica en...

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Como si el tiempo en el tren jamás hubiera pasado, en cuestión de un instante ella estuvo de regreso en Hogwarts, de pie en la biblioteca, que estaba completamente vacía, algo que ella no había visto desde que había iniciado su educación mágica en el castillo, ni siquiera Madame Pince se veía entre los pasillos repletos de libros. Había un ligero aroma a humedad y polvo que hizo a Perséfone estornudar.

—Salud —dijo un chico, a sus espaldas. Perséfone se giró en una milésima de segundo, su varita deslizándose en su mano como si siempre hubiera estado ahí.

Él estaba recargado en una de las estanterías, con postura inquietantemente recta y un libro en sus manos que cerró de golpe al verse apuntado con una varita. Ella no se amedrentó ante el súbito sonido, en cambio, lo examinó, era probablemente el chico más atractivo que Perséfone había visto pero no era algo que permitiría que la distrajera, no otra vez.

—Un Slytherin —observó ella, mirando la túnica.

—No cualquier Slytherin —dijo él, con la mirada tintada de un oscuro azul.

—Tom Riddle —dedujo Perséfone, sin aliento.

Él esbozó una sonrisa abierta y encantadora en la que exhibió cada uno de sus perfectos y brillantes dientes.

—Aún me cuesta entender que no seas una Ravenclaw. —Él dio un paso hacia ella, mirándola de arriba a abajo.

—Ya, bueno, a mí me cuesta entender cómo terminé aquí contigo, donde sea que sea aquí.

—Bueno, me pediste pruebas, ¿no es así? —Tom respondió, teniendo el descaro de actuar confundido, como si genuinamente hubiera pensado que la complacía al hacer lo que hizo.

— ¿Cómo es posible? ¿Cómo eres posible? —Y aunque Perséfone se esforzó por actuar preocupada, como una persona normal estaría, la curiosidad resaltó en su voz y el interés brilló en sus ojos.

—Si esperas que te revele absolutamente todos mis secretos desde el primer instante, entonces creo que quizá pude haberme equivocado contigo.

Perséfone se sintió entumecida por la implicación, pero decidió ignorarlo.

— ¿Dónde estamos? —preguntó ella, pronunciando las palabras con lentitud, como si no creyera que él las entendía.

—Estás en el diario, por supuesto —dijo él. Perséfone suspiró, bajando la varita con la que lo había estado apuntando—. ¿Ya no crees necesitarla más?

—No creo que me sea de utilidad, es distinto.

¿Por qué debería ser útil? Después de todo, estaba dentro del diario, el diario que la magia de Riddle había creado y en la que las memorias de él vivían, era absurdo pensar que poseía algún poder ahí, sobre todo cuando ni siquiera podía entender el cómo existía, para empezar.

—Eso es probablemente cierto —dijo Riddle, acto seguido le dio la espalda a Perséfone para acercarse a una de las numerosas mesas vacías en la biblioteca, recorrió una silla hacia atrás e hizo un además hacia ella para invitarla a sentarse allí.

Ella no se molestó en tener, o al menos fingir, cautela y se sentó en el sitio que él había acomodado para ella, él se sentó frente a ella apenas unos segundos después. Estaba un poco harta de mantener máscaras todo el tiempo, de fingir ante su familia, sus compañeros y sus profesores, no quería ser perfecta todo el tiempo si la versión de perfección de los demás no coincidía con la suya, y su versión era mucho más oscura de lo que todos aceptarían. Así fue como tomó una decisión, y era que al menos con un diario mágico demasiado poderoso para ser normal, Perséfone iba a darse el lujo de ser ella, apenas ligeramente censurada, por si acaso.

—Puede que esté comenzando a ver las ventajas de un diario como el tuyo. Sabes cosas, lo dijiste, así que debes ser inteligente, y mi pregunta es: ¿qué tanto? —preguntó ella, inclinándose ligeramente sobre la mesa hacia él. Largos mechones de su cabello rojizo se deslizaron hasta cubrir los bordes de su rostro.

Los ojos de Riddle brillaron en rojo por un instante mientras sonreía antes de responder.

—Conozco magia que te pondría los pelos de punta de solo imaginarla, aprendo cosas en cuestión de segundos, y lo que es más importante, no le tengo miedo a la magia, no temo al poder. ¿Cuál es el nivel de inteligencia detrás del hecho de genuinamente entender que no hay mal ni bien, solo poder y personas que son demasiado débiles para buscarlo?

Ella no respondió de inmediato, en cambio, decidió hacer una última pregunta.

—Si eres tan inteligente como dices, Riddle, ¿por qué acabas de admitir que eres oscuro? Podría entregarte al Ministerio, te enviarían con los inefables en un instante —dijo Perséfone, pero no había amenaza en su voz, solo interés.

—Perséfone, por favor, puedes llamarme Tom —dijo él, en un tono encantador y quizá un poco coqueto—. Y, bueno, respondiendo a tu pregunta, no es muy difícil confiar en que no lo harás cuando puedo notar que tu magia es casi tan oscura como la mía, y eso es todo un logro, pequeña Gryffindor.

Perséfone respiró profundamente, y se dio cuenta de que él tenía razón, podía sentirlo en el aire y fluyendo entre la misma materia, la absoluta oscuridad a la que ella ya se había acostumbrado, a la que había temido antes de que se volviera parte de ella, y cuyo sello estaba por todas partes en ese diario, se había equivocado, no era solo un diario mágico sino un diario maldito y no pudo obligarse a sí misma a preocuparse por eso cuando se sentía tan cómoda y más como un hogar que nada que hubiera sentido antes.

Ella cerró los ojos por un instante, ladeando la cabeza ligeramente y dándose un momento para pensar, unos segundos después, ella abrió los ojos nuevamente, y Tom pudo notar perfectamente la gelidez en ellos, la misma particularidad que él poseía que hacía que una mirada de un color perfectamente normal de azul se viera oscura y tempestuosa, en otras palabras, que reflejara su interior, y había algo retorcido en Perséfone, una historia de pecados, sacrificios y errores que habían manchado su alma, no la habían roto, por supuesto, ese era un mal que aún estaba muy lejos del alcance de la chica, pero estaba cerca.

— ¿Es eso lo que me hace sentir que debería confiar en ti? —preguntó Perséfone.

—Núcleos mágicos oscuros y afines, sí, es probable.

— ¿Puedes sentir? Eres un diario, ¿entonces tienes sentimientos?

Si fuera realmente un diario no los tendría, pero no lo era, así que sí, sentía, pero no era que él fuera a explicarle esos motivos a ella, no todavía, aunque el impulso estaba allí.

—Sí —dijo simplemente.

— ¿Y lo sientes también? ¿Esa afinidad?

—Sí —admitió él, y ella le sonrió.

Esa admisión era una forma de manipularla, hacerla confiar, o lo habría sido si, por desgracia, él no estuviera diciendo la verdad. 

MAKE ME YOUR ENEMY, tom riddle [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora