PERSPECTIVA DE FÉLIX
Esta temporada de casos había sido excepcionalmente intensa, pero, al fin y al cabo, había llegado a su fin. Aunque, paradójicamente, fue gracias a esta avalancha de trabajo que Elara y yo nos habíamos unido de formas que nunca habríamos imaginado; aún así, era reconfortante tener un respiro.
-Definitivamente tienes un talento para el ajedrez, no hay duda de eso -le expresé a Elara con un matiz de admiración en mi voz, mientras nos acomodábamos en mi cama cubierta con sábanas oscuras.
Habíamos dedicado toda la tarde a jugar ajedrez en mi casa. Mis padres se habían ido y siendo domingo, ningún empleado estaba presente, así que disponíamos de toda la casa para nosotros.
Ella se acomodó, su cabeza reclinándose cómodamente en mi pecho. -Gracias, señor Knight-respondió, su sonrisa brillando con la confianza y la astucia que siempre la caracterizaban.
Nuestras miradas se entrecruzaron, quedándonos contemplando los ojos del otro, y después, inevitablemente, desviándonos hacia los labios que ansiábamos. Fui yo quien tomó la iniciativa, acercándome para besarla, deleitándome con la dulzura de sus labios. Colocando mi mano en la nuca de Elara, me sumergí en la sensación de su cabello sedoso acariciando mi piel. En ese momento, Ella deslizó su mano dentro de mi pantalón de tela fina. Mi cuerpo reaccionó de manera instantánea, mi excitación se hizo tangible bajo su agarre, que era firme pero al mismo tiempo gentil. La anticipación crecía, convirtiendo el momento en un baile íntimo de deseo y ternura.
Me posicioné sobre ella, mi cuerpo ardía con una necesidad que solo podía saciar al explorar cada rincón de su piel. Sus besos eran un espejo de los míos: apasionados, voraces, insaciables. Me deshice rápidamente de mi pantalón, liberando mi tensa erección.
Mis labios recorrieron su cuello, dejando una estela de besos que prendía fuego a su piel, mientras mi lengua se adentraba audazmente en su oído. Tenía un exquisito olor a jazmín y lavanda. La textura suave y cálida de su piel me incitó a continuar mi descenso.
Con gestos deliberados y cargados de intención, empecé a desabrochar su camisa de seda, revelando sus pezones rosados. Mis labios se ocuparon de ellos, dedicándoles una atención tan ferviente como delicada, mientras mi mano acariciaba su mejilla con el mismo fervor. Sentía cómo la tensión sexual se acumulaba, un torbellino emocional que nos arrastraba cada vez más profundo en este oasis de deseo.
Con un propósito claro en mente, deslicé sus pantalones por sus piernas hasta los tobillos, y ella, con una gracia que mezclaba la coquetería con el dominio, se deshizo completamente de ellos. Estaba a punto de sumergirme en su intimidad, cuando en un giro inesperado, invirtió nuestras posiciones. Ahora ella tenía el control.
Con un ardor que parecía consumirla desde adentro, comenzó a besar mi abdomen, dejando una estela de calor en su camino hacia mi polla erecta. Su boca se convirtió en un refugio de placer, envolviendo mi virilidad con una habilidad que nunca antes había sentido. La mezcla de sensaciones y emociones que me inundaba era exquisita. Cada succión, cada caricia, me hacía retener la respiración y apretar los labios con fuerza.
Era como recibir un masaje erótico, un equilibrio perfecto entre el calor de sus labios y la destreza de sus manos. El placer crecía con cada momento, y de repente, ella, con asombrosa habilidad, colocó un preservativo en mi miembro sin dejar de besarme apasionadamente. Luego, con una ternura que contrastaba con la intensidad del momento, dirigió mi polla hacia la entrada de su vagina, acogedora y receptiva, se sentó en ella.
Un suspiro se escapó de sus labios al consumarse nuestra conexión, sumergiéndonos en un éxtasis mutuo. Se acomodó sobre mí, sus piernas dobladas hacia atrás, mientras yo, embelesado, la contemplaba. Sus rojos, sus labios, su pelo, sus senos, su abdomen, su ombligo, todo era perfecto. Comencé un vaivén suave, moviendo mi cadera con delicadeza, sintiendo cómo se rendía al placer.
El ritmo fue aumentando gradualmente, mi polla entraba y salía de ella con un ritmo frenético. Cada penetración era más intensa que la anterior, y ella, en un concierto de sensaciones, dirigió su mirada al techo. En un movimiento rápido, levanté mi torso, coloqué una mano en su cintura y la otra en su rostro, y comencé a besarla apasionadamente mientras continuaba con los movimientos rítmicos de mi polla dentro de ella. Sus gemidos llenaban la habitación, entrelazándose con mi respiración agitada.
El deseo nos devoraba, y puse todo mi empeño en acelerar el ritmo, llevándola al borde de una pasión incontenible. Elara se entregaba sin reservas, su cuerpo tembloroso resonando con el mío. Juntos alcanzamos el clímax, fusionándonos en una explosión de placer incontenible, mientras nuestros cuerpos danzaban en una coreografía sensual y desinhibida.
-Joder... -exclamé al retirarme y ver el preservativo, lleno de semén.
Elara se separó ligeramente y se tumbó boca arriba a mi lado.
-Eso fue... -empezó, pero parecía que le faltaban las palabras.
-Increíble -terminé por ella, sonriendo.
Ella sonrió de vuelta, su rostro relajado y su mirada cálida. A pesar de su personalidad fuerte y decidida, en ese momento Elara mostraba una vulnerabilidad que raramente dejaba ver. Y me sentí increíblemente afortunado por ser la persona con la que se permitía bajar la guardia.
Nos levantamos de la cama y, tomados de la mano, fuimos a la ducha. Luego, fuimos a la cocina y preparamos juntos un té ligero, charlando sobre cosas banales y riendo de cosas tontas. A pesar de la intensidad de lo que habíamos compartido, o quizás debido a ella, sentía una comodidad y familiaridad sorprendente.
Mientras esperábamos a que el té estuviera listo, Elara se apoyó en la encimera y yo me acerqué, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. Ella inclinó su cabeza hacia atrás, apoyándola en mi hombro, y cerró los ojos. Sentí el peso de su confianza y me propuse ser digno de ella.
-Gracias -dije en voz baja, besando su sien.
-¿Por qué? -preguntó, abriendo un ojo para mirarme.
-Por confiar en mí, por dejarme verte así -expliqué.
Ella sonrió, un brillo especial en su mirada. -Gracias a ti, Félix.
Después de tomar el té, fuimos al salón y nos acomodamos en el sofá, envueltos en una manta. Puse una película animada, pero la verdad es que ambos estábamos más concentrados en el calor del cuerpo del otro que en lo que pasaba en la pantalla. Elara apoyó la cabeza en mi pecho y yo jugueteé con su cabello mientras veíamos la película.
Fue un momento de paz, un respiro en nuestras vidas ajetreadas, y un recordatorio de que, a pesar de todo, estábamos juntos.
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DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) - BORRADOR
RomanceESTE BORRADOR ES LA PRIMERA VERSIÓN DEL LIBRO, así que probablemente tenga algunos errores de estilo, cohesion, entre otros. Desde el primer cruce de miradas, Félix y yo supimos que no éramos compañeros, sino rivales. En la universidad, competíamos...