MARATÓN FILOSÓFICO: FILOSOFÍA HUMANISTA: Enseñando el Oficio de Ser Feliz.

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FILO+SOPHÍA: "FILOSOFÍA PROHIBIDA"⚠️

Fr. Lester Rafael Zayas Díaz O.P

Profesor de Filosofía y Exrector del Centro Fray Bartolomé de las Casas, La Habana, Cuba.

Acto de Inicio de Curso 2021. Bachillerato en Filosofía y Diplomados en Teología.

Con la timidez de lo nuevo y con el vértigo que provoca lo trascendente, lo abismal subo hasta aquí para dirigirme a ustedes. Podría empezar hoy mis palabras, saltando por encima de las antiguas controversias entre agustinos y dominicos, diciendo: "Dicebamus hesterna die" ("como decíamos ayer") atribuida a Fray Luis de León, cuando regresó a la Cátedra de Teología después de haber sido procesado por la inquisición. Y es que el ayer y el hoy parecen difuminarse siempre en la eterna danza de la sabiduría, que no conoce el obstáculo de la tozudez, ni la fiera amenaza del que no escucha, ni el hastío soñoliento del discurso repetido, ni teme al ídolo feroz de una religión fundamentalista o de una ideología antihumanista.

La auténtica sabiduría se identifica con la felicidad y por ende con el fin del hombre, así lo sabía Sócrates para quien, «solo hay un bien, que es la sabiduría, y solo hay un mal, que es la ignorancia». Entendida la sabiduría como aquel arte altísimo consistente en el conocimiento de uno mismo. Sabiduría que, como diría Confucio, es saber lo que se sabe y lo que se ignora y no confundirlo.

Es esa la inmensa tarea que tienen ustedes hoy por delante, queridos estudiantes, no se trata, no podría serlo, solo de estudiar y asimilar letras y saber cómo pensaban aquellos que vivieron antes, si fuera solo eso andaríamos confundidos por el camino, se trata de emprender la marcha hacía la felicidad, por eso todo centro de estudios, toda universidad debe ser un templo donde se enseñe el complejo e importantísimo oficio de ser felices. La búsqueda permanente de las respuestas últimas en la filosofía y el placer que nos empuja a querer saber más acerca del Autor de toda la belleza nos hace poder entender aquello de Platón. Para quien el bien supremo que puede realizar el hombre -y, por lo tanto, la felicidad- consiste en perfeccionarse en cuanto hombre, es decir, en aquella actividad que distingue al hombre de todas las demás cosas. No puede consistir en un simple vivir como tal, porque hasta los seres vegetativos viven, ni tampoco en la vida sensitiva, que es compartida también con los animales. Sólo queda, pues, la actividad de la razón. El hombre que quiere vivir bien, debe vivir de acuerdo con la razón, siempre. Es allí en el ámbito de la razón donde podemos sentarnos y escucharnos, es el ámbito que hace posible aquellas "verdades" intersubjetivables que pueden ser compartidas por todos y que pertenecen al patrimonio cultural de la humanidad, tal vez el más rico patrimonio.

Al fin de cuentas, como nos dice el Estagirita: Todos los hombres tienden a la felicidad, que es el último fin del hombre. Para Aristóteles, la vida contemplativa es la fuente de la felicidad. La felicidad es una consecuencia de la posesión del verdadero bien, o como un resultado de la actividad propia del hombre; por tanto, solo el ejercicio de la contemplación, acomodada plenamente a las exigencias de la naturaleza humana, puede producir felicidad verdadera. Y cuánta razón tiene, necesitamos aprender siempre de nuevo el arte de la contemplación origen de la filosofía, pero una contemplación de ojos abiertos. Al concepto helenista de jardín paradisíaco como lugar de ocio contemplativo (de no-traba­jo) hay que contraponer en el hoy el de un «paraíso» por construir que será paraíso y meta de lo humano en cuanto es espacio de la labo­riosidad humana; para el adam de la adamah nada es más natural que una presencia activa en el mundo. El trabajo físico, tan alejado del ideal humanista griego —según el cual ese tipo de actividad co­rrespondería al siervo, al infra-hombre—, es para la antropología bí­blica algo sobreentendido, totalmente exento de toda connotación ne­gativa; el hombre no conduciría una vida humana sin el trabajo. Disfrutar de la tierra y trabajarla son cosas complementarias, no opuestas. Es este el gran aporte del mundo cristiano. Por eso nuestra actividad académica ha de conducirnos a una atenta observación del mundo, no con la mirada fría del ideólogo que pretende adaptar la realidad a sus principios sino con la mirada contemplativa de quien busca una transformación real de lo que hay y escudriña los orígenes y ve el ahora como meta y oportunidad y es capaz de escuchar el grito permanente del mundo que sigue exigiendo el triunfo del bien. Una humanidad necesitada de bien, más no de cualquier bien, sino de aquel que al decir de Santo Tomás de Aquino sea conforme a su naturaleza. «La bondad de cada ser consiste en que se comporte conforme a su naturaleza[1]» De modo que el hombre, lo humano posee una especial naturaleza y un agere correspondiente a este esse, el bonum humano (el ανθρώπινον αγαθόν[2] de Aristóteles), estará en que cada hombre particular sea y obre como corresponde a la esencia y a la idea de hombre. La naturaleza común humana constituye, pues, el principio óntico de la moral.

El principio óntico de la moral lo será la razón humana y la perfecta θεορία, entendida esta como la contemplación de Dios, serán las razones últimas de la Felicidad humana. Tomás como Aristóteles vio la suprema felicidad del hombre en la intuición contemplativa de la verdad, en el pensamiento del pensamiento, así también santo Tomás declara de forma parecida: «La esencia de la felicidad consiste en los actos intelectuales», porque sólo a través del entendimiento se nos hace presente el fin supremo de toda nuestra vida, y además es el entendimiento la más noble facultad del hombre (S. th. Ι-ΙΙ, 3, 4 y 5). La Contemplación de la Verdad y el pensamiento del pensamiento. Allí se encuentra el necesario maridaje que nos falta en nuestros días. La contemplación de la Verdad que procuramos en la teología nos evitará el error de pretender una verdad a gritos, a la fuerza, impuesta con violencia, no hay verdad sin caridad. No hay verdades más peligrosas y terribles que aquellas que atentan contra el hombre, permítanme citar un momento a aquel personaje de una de mis novelas preferidas Guillermo de Baskerville enseñando a a su joven novicio Adso, en El Nombre de la Rosa:

"En ese rostro devastado por el odio hacia la filosofía he visto por primera vez el retrato del Anticristo, que no viene de la tribu de Judas, como afirman los que anuncian su llegada, ni de ningún país lejano. El Anticristo puede nacer de la misma piedad, del excesivo amor por Dios o por la verdad, así como el hereje nace del santo y el endemoniado del vidente. Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia. Jorge ha realizado una obra diabólica, porque era tal la lujuria con que amaba su verdad, que se atrevió a todo para destruir la mentira. Tenía miedo del segundo libro de Aristóteles, porque tal vez éste enseñase realmente a deformar el rostro de toda verdad, para que no nos convirtiésemos en esclavos de nuestros fantasmas. Quizá la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que éstos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberamos de la insana pasión por la verdad".

Que nadie se escandalice, se trata de la insana pasión por la verdad, esa trae muerte y destrucción porque no es verdadera, es la falsa verdad del que divide, del que destruye, del que necesita de la fuerza, de las armas, del terror para imponerla. No es la que queremos enseñar aquí. No está ahí el secreto de la felicidad. Necesitamos aprender una verdad cálida y ¿por qué no?, teologal. Al fin de cuentas solo desde ahí lo humano se yergue y alcanza su fundamento último y su carácter de absoluto relativo, que nos invita a la responsabilidad por el otro, al cuidado del otro, a estar siempre preparados para responder a la eterna pregunta: ¿Dónde está tu hermano?

Mis queridos estudiantes sean bienvenidos a este curso 2021-2022 la pandemia ha marcado el discurrir del mundo y la vida de muchos, realmente no es que seamos mejores que hace dos años cuando empezaba, pero sí nos hemos descubierto todos más débiles, más frágiles, más interdependientes. También hemos visto en medio de nuestra fragilidad alzarse una y otra vez la esperanza, hemos escuchado mucho llanto, pero también cantos de alegría, a veces hemos creído que la esperanza se ha agotado, pero también hemos visto nuestras calles llenas de jóvenes que pujan por lo nuevo. Sean ustedes portadores de futuro, eternos soñadores.


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