El día nueve, justo al despertar, descubrí que Hanni ya no estaba a mi lado. No me preocupó, pues pensé que había ido a buscar el desayuno o algo así.Fui al baño dando pasos cortos y no me molesté siquiera en cambiarme la ropa.
Iba a morir, así que no pensé que vestir lo mismo dos días seguidos no era algo por lo que debiera preocuparme.
Recuerdo haber salido de la habitación con el profundo temor de que Hanni me lanzara comida a la cara, pero eso no sucedió.
Ella no estaba allí.
No me preocupé en ir a buscarla.
Tal vez estaba con Hyein o Danielle. Tal vez estaba en la habitación libre.
No pensé que nada malo le hubiera sucedido.
Entré a la habitación que Haerin y yo compartíamos pocos segundos después. Quería darle un abrazo, besarle la mejilla, asegurarme de que siguiera respirando y sentir a mi corazón palpitar cuando dijera que me amaba.
Ahora que lo pienso, no debí haber esperado nada de eso.
La encontré durmiendo bajo una montaña de sábanas y abrazando a una almohada. La cama lucía demasiado grande para ella, supe de inmediato que yo faltaba a su lado.
Jamás me arrepentí de haber pasado esa noche con Hanni, pero me habría gustado que ella no durmiera sola.
Me recosté a su lado me abracé a su cintura con cierta lentitud. El miedo se había apoderado de mi ser.
Suspiré al sentirla respirar bajo mis brazos, y una sonrisa se formó en mis labios.
Kang Haerin estaba viva, y la tendría a mi lado un poco más.
—Despierta, amor —susurré mientras dejaba un beso en su pálido cuello.
Ella no se movió, así que la besé de nuevo.
—Vamos, Hae. Despierta... Por favor.
La sentí removerse entre mis brazos y dejar escapar un suspiro antes de acercarse más a mi cuerpo.
—Te extrañé en mi cama —susurró con voz ronca.
—Yo te extrañé en mis brazos —le contesté.
Creo que estuvimos abrazadas durante unos veinte minutos, pero no lo recuerdo bien.
Sé que hablamos animadamente sobre el hecho de que mi visitante comenzaba a marcharse, y también sobre nuestros deseos de llegar vivas al día de navidad.
Faltaban solo quince días para eso.
Me gustaría describir esa charla, pues fue una de las mejores que tuvimos en los días que pasamos allí, pero no la recuerdo muy bien.
He olvidado tantas cosas que no debería...
—Creo que deberíamos salir —me dijo mientras entrelaza nuestras manos. Estaba sonriendo. Mi corazón lo sentía. —Hyein vendrá a llamarnos pronto.
—No me importa. Quiero abrazarte un poco más.
Ella no se negó.
—¡Minrin! ¡A desayunar! —nos llamó Hanni luego de unos minutos.
Haerin y yo dejamos escapar un quejido al mismo tiempo antes de levantarnos de la cama.
Cuando salimos mi novia envolvía mi cintura y dejaba besos en mi cuello, lo cual me encantaba.
Amaba sentir que ella me amaba.
Fue entonces cuando noté que Hyein no estaba allí, y también recordé que no había sido su voz la que nos había llamado para que fuéramos a desayunar.
Me paralicé de inmediato y miré a Danielle y Hanni, quienes desayunaban sobre el sofá pacíficamente.
—¿Dónde está Hyein? —recuerdo haber preguntado.
Creo que la voz me temblaba.
—Está durmiendo —me tranquilizó Hanni con una sonrisa en cuanto notó mi evidente preocupación.
Pero aquella sonrisa era falsa. Lo había descubierto la noche anterior.
—No durmió muy bien anoche —nos explicó con un susurro. —Tuvo fiebre, vomitó un par de veces y la tos la estaba ahogando.
Fue eso lo que me indicó que no le quedaba mucho tiempo.
Intenté no llorar ni demostrar tristeza en mi rostro. A Hyein no le hubiera gustado verme así.
—Tal vez hoy será su último día.
Cerré los ojos al escuchar eso, y pedí al cielo con todas mis fuerzas que mi mejor amiga se equivocara.
Comimos en silencio.
Si soy sincera, creo que no habían motivos para sonreír y mantenerse optimistas si nuestro pequeño ángel no estaba allí.
Danielle le llevó algo de comida a nuestra pequeña amiga, y al verla salir de la habitación lo primero que hicimos fue preguntar cómo estaba ella.
Nuestra amiga solo nos hizo una seña para indicar que no muy bien, pero tampoco del todo mal.
Supongo que Danielle Marsh no conocía la seña para decir "se está marchando".
Nos quedamos en el salón durante una hora más, pero no recuerdo que dijéramos nada.
Supongo que estábamos intentando hacernos la idea de que ella se estaba marchando.
—¡Hey! ¿Por qué parece que ha muerto alguien? —preguntó Hyein con una débil sonrisa mientras salía de la habitación.
Creo que fue una broma bastante cruel.
Ella ya no caminaba con pasos seguros. En realidad, creí que estaba a punto de caerse. Se veía cansada, enormes manchas de sangre cubrían su camiseta. Estaba despeinada. Su voz era ronca. Su sonrisa era falsa.
Aquella no era ni la más mínima sombra de lo que Lee Hyein había sido.
Haerin corrió hasta ella y la ayudó a sentarse. Creo que Hyein intentó agradecerle, pero tuvo un pequeño ataque de tos que lo impidió.
No me importó el piso manchado de sangre ni lo sucia que mi ropa había quedado.
Lo que realmente me importó en ese momento fue el saber que estaba perdiéndola.
—¿Cómo ha estado su noche? —preguntó con una falsa sonrisa.
Podía notar sus escalofríos y su piel sonrojada. Sabía que tenía fiebre, pero ella parecía querer ignorarla. Su mano estaba llena de sangre seca, y había una gota de ella descendiendo por su barbilla.
Aún así, Hyein quería creer que nada sucedía.
—La mía ha estado fabulosa —contó al ver que nadie hablaba. —No he muerto —se burló.
De nuevo, fue una mala broma.
—Deberías ir a recostarte —murmuró Haerin mientras acercaba sus manos para sujetar las de nuestra pequeña amiga.
Creo que ella realmente tenía mucha fiebre, pues las manos de mi novia saltaron de su lugar en cuanto la tocó.
—No quiero pasar mis últimos días en cama.